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El Telégrafo
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Los voleibolistas sub-70 de la Atarazana disfrutan cada sábado

Los voleibolistas sub-70 de la Atarazana disfrutan cada sábado
Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
20 de agosto de 2016 - 00:00 - Henry Andrade

Son casi las 16:00 del sábado y en la cancha de ecuavoley de la Asociación de Propietarios de la Atarazana (APA), ya hay al menos un centenar de personas esperando por el inicio de los partidos.

Marcos Pineda (64 años) es uno de los primeros en llegar. Lleva ‘volando’ en este terreno desde hace unas 4 décadas. Él y sus hermanos Édison (62), Luis (66), Félix (58) y Homero (55) arriban cada fin de semana desde distintos sectores de la urbe para ‘enfrentar’ a viejos amigos de similares edades.

Aquí, a unos 40 metros de la iglesia del Señor de la Buena Esperanza, se vive una fiesta deportiva y también gastronómica, cuya jornada se extiende hasta casi las 21:00.

Otros jugadores, muchos espectadores, vecinos del barrio, vendedores de fritada ($ 3 el plato), cebiches ($ 5), pasteles ($ 0,50), humitas ($ 0,75), tripa asada (desde $ 0,50 en adelante), se ubican alrededor de la pista que mide 18 metros de largo por 9 de ancho.  

La cerveza bien fría también “se dispara” con intensidad en cada grupo. No faltan quienes consumen whisky y tampoco los de menos recursos que ingieren aguardiente.

“Trago de hombres”, afirma Genaro Matamba, al referirse a esta última bebida. Marcos recuerda que fue a finales de los 60 (la ciudadela tomó forma en 1966) cuando junto a un grupo de amigos y familiares empezaron a practicar este deporte.

El ecuavoley, según registros históricos, es reconocido mundialmente como originario de Ecuador y data de 1949. Al inicio, estos jugadores competían cuando la cancha solo era de tierra. Luego, de acuerdo a Franklin Carrera (74), quien se desenvuelve en la posición de volador, el grupo tomó la decisión de construirla en concreto. Con el paso de los años, la pista se deterioró debido al uso y las lluvias. Sin embargo, nuevamente los voleibolistas, liderados por Pineda, optaron por invertir en esa época en sucres (cerca de $ 1.000 al cambio actual), para una nueva adecuación.

A ello se sumó una segunda cancha que edificó el Municipio hace aproximadamente una década.

Las horas transcurren en este escenario. Las ‘batidas’ (saques del balón) van y vienen. Los asistentes ven voladas espectaculares, remates de los ‘colocadores’ para ganar puntos y jugadas polémicas. Los insultos entre jugadores están prohibidos y reciben doble pena por proferir alguno: suspensión de esa persona y puntos menos. A medida que avanza la noche quienes eran rivales en la cancha son amigos otra vez.

Al calor de un trago, todos rememoran lo que fue el juego y recuerdan a uno que otro amigo que ya no los acompaña, pero que también jugó allí. (I)

Ella es la 'madrina' del seco de chivo

En una cocina de aproximadamente 3 metros cuadrados, doña Marlene (64 años) prepara secos y guatita desde hace más de dos décadas. Su sitio de operaciones está separado de la cancha de voley del APA solo por una pared. El olor de estos platos populares, especialmente el seco de chivo, invade el escenario deportivo desde el mediodía en que empieza la cocción.

Esta madre de 6 hijos y de piel morena vende cada sábado unos 50 platos de esta delicia. Apenas una hora le duran el arroz amarillo y la carne jugosa de la cabra. Al menos 22 libras de chivo cocina solo para esta corta jornada.

La emprendedora oferta también otra variedad de seco: el de pollo, y guatita.

Sin embargo, el que más demandan sus clientes de la Atarazana y de otros sectores es el de chivo.

Doña Marlene no se guarda secretos ni tiene recetas escondidas. Ella confiesa que fue su madre quien le enseñó a cocinar y que de allí avanzó sola.

La preparación de este plato tradicional empieza a las 9 de la mañana. La base son el refrito (cebolla, pimiento y tomate licuados) a lo cual le añade cerveza y jugo de naranjilla.

La cocción dura varias horas y ese aroma es el que llega hasta donde están los voleibolistas y los transeúntes de la manzana D-5, que es por donde vive.

Francisco Montenegro es cliente desde hace 8 años. Este comerciante llega a las 17:30 y hace tiempo observando un partido hasta que salga la comida.

“He degustado el seco de chivo en los sitios más conocidos y renombrados de Guayaquil, pero este sin lugar a dudas es el mejor”. Doña Marlene se animó a participar hace unas semanas en un programa de televisión que promovía la comida criolla ecuatoriana y elegía a la ‘madrina’ de un plato. Tuvo que competir con otras emprendedoras. No ganó el concurso por razones que prefiere no comentar, pero le quedaron dudas.

Los organizadores le dieron un trofeo y ella orgullosa lo muestra a sus amigos y clientes.

Al consultarle el porqué no oferta este plato otros días de la semana si sus comensales le afirman que es muy bueno, contesta: “Yo trabajo solo los sábados. El que quiere, ya sabe que este  día (único) puede venir a degustarlo”. (I)   

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