Ecuador, 21 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

“Las bicicletas se quedan fuera de las casas en Santay y nadie se las lleva”

“Las bicicletas se quedan fuera de las casas en Santay y nadie se las lleva”
24 de agosto de 2014 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Elsa Domínguez es la persona que en la mañana recibe a los centenares de turistas que llegan todos los días a la Isla Santay. Al final del sendero que transita ella  indica a los visitantes dónde están la cocodrilera, el comedor, los baños, las embarcaciones y atiende todo tipo de consultas. Se ha erigido como la guía de los visitantes.  

A pesar de que Elsa no nació allí (es de Manabí) ya lleva 40 años. Está en el lugar desde que se casó con su esposo (fallecido hace 4 años), quien sí era santayense. Con él tuvo 3 hijos y se convirtió en abuela de 8 niños. Desde entonces, ella se enamoró de la isla porque  “no conocemos ruidos de carros, ni el esmog. En la ciudad uno se estresa. Acá no. Soy feliz aquí”.

Ahora ella es la presidenta de la Asociación de Pobladores San Jacinto de Santay, pero antes de que el Área Protegida fuera parte del Proyecto Guayaquil Ecológico, se dedicaba a atender a los curiosos que se aventuraban a visitar, en canoa, la fangosa tierra de Santay. Doña Elsa hace un recuento de lo que ha pasado con la vida de los habitantes de Santay desde entonces.   

Ustedes, los pobladores, antes del proyecto Guayaquil Ecológico ya estaban agrupados. ¿Por qué comenzaron a preocuparse por estar unidos?

Para que nos respeten. Nosotros siempre fuimos engañados. Antes  ni las autoridades ni los ricachones venían. Todos el ganado era de la gente rica que acá tenía hacienda. Nunca había llegado un Presidente de la República.

Hoy nos sentimos más respetados  que nunca, tenemos policías, guardias y guardaparques. Dormimos tranquilos con nuestras hijas y sin peligros de que vengan los piratas.  

¿Cómo ha cambiado la vida de los habitantes con la nueva infraestructura turística?

Mucho. Este era el sueño mío y mi meta. Quería que todos tuviéramos una casa bonita, como la que ve ahora, respirar aire puro y tener nuestro negocio para sostener nuestras familias. No pagamos casa, luz ni agua, gracias a las actuales autoridades.

Aquí hay pescadores, jaiberos, niños que estudian todos los días en la tarde. Los niños ahora pueden venir a pie o en bicicleta, por el puente peatonal.  Pero esto era puro lodo, teníamos que andar con botas y caminar junto a culebras (hoy existen camineras elevadas). Los varones se levantaban a las 02:00 y 03:00 para ir a pescar a Puná, Posorja o Playas. Y nosotras, muchas, los acompañábamos a nuestros esposos. Hoy ya no. 

Para las emergencias ya contamos con un dispensario médico, con personal todos los días. En caso de primeros auxilios contamos con un bote que nos lleva a Guayaquil en casos urgentes.
Gracias a la energía solar tenemos electricidad todo el día. En el pasado usábamos candiles y para movilizarnos canoas a remo.

También reciclamos plásticos para hacer pisos que parecen de madera. 

¿Y qué hacían cuando no había luz?      

Acostarnos temprano, nos levantábamos a las 04:00 para que mis hijos llegaran a las 07:00 a Guayaquil. Había que madrugar a cocinar. Los chicos nos acompañaban a pescar en la canoa.
Hoy ya tenemos televisión de 21 pulgadas, refrigeradora, equipo de sonido y ventilador. Los chicos ya pueden ver televisión.

¿Ahora en qué trabajan los habitantes?

Hay chicas que laboran en los quioscos. Además, existen 14 guías jóvenes y 19 en el área de cocina. Otras atienden en las mesas. La mayoría de los miembros de las familias ya está involucrada en la actividad turística comunitaria. La atención es gratis.           
También contamos con el servicio de las embarcaciones de la Cooperativa Las Palmas de Santay (hay 2 naves).  A pesar del puente, el servicio es demandado, lo utilizan las personas que ya no quieren caminar los 45 minutos más de regreso por el sendero. Los deja en el Mercado de la Caraguay.

¿El comportamiento de los isleños también cambió?

Claro, antes las fiestas, cuando vivíamos en las casas de caña, duraban 4 días. Pero ahora ya no es así. Por respeto al turismo cambiaron nuestras vidas. Los que trabajamos en el área turística utilizamos uniformes color blanco. Los habitantes deben tratar de estar peinados y bien presentados. Procuramos que todo esté barrido y sin malezas. El volumen de las radios debe ser bajo. Debemos además estar unidos.    

¿Había turismo años atrás?  

Antes existía una embarcación llamada Discovery que traía a los visitantes, quienes tenían que entrar a la isla por un camino hecho de piedras, ya que el resto era fango.  Los llevábamos por un camino que ya se cerró. Actualmente se los lleva a ver las aves y la flora del lugar, tendremos otro sendero. Y contaremos próximamente con 3 parques, juegos, lugares para ver aves.     

¿Por qué se acabó el convenio con Discovery?

Nos estafaron. Nos pagaban 15 sucres por 15 turistas que traían y recibíamos en Santay, pero ellos ganaban más. En cambio, nosotros éramos los que teníamos que caminar entre culebras y mosquitos. A ellos los llevábamos a ver los cocodrilos, que hoy están en un sitio más adecuado, y los palmares y las aves.  

¿Y qué hizo la Fundación Malecón 2000 cuando estuvo a cargo de la isla?

Nos dio cursos de cocina, turismo, tejido,  artesanía y nada más. De allí no hizo nada más. Todo el mundo quería tomar esta isla. Nosotros tenemos los estatutos que dicen que son del Estado, de nadie más.   

¿Les preocuparon los planes que antes existían para este espacio?

Sí. Escuchamos que en los Gobierno anteriores querían hacer aeropuerto y viviendas. Nebot, quien ya era alcalde de Guayaquil, nunca vino aquí, pero quería hacer un parque de diversiones y viviendas.  Cuando nos enteramos por los medios comenzamos a recoger firmas por todas partes de Guayaquil y otras islas para detener esos proyectos. Nos apoyaron los colegios y fundaciones que vienen a ayudarnos.

¿Cómo hacen para que los centenares de turistas no invadan la privacidad de los residentes?

En cada área hay guardaparques que dan indicaciones a los visitantes para que no vayan a sitios que son privados. Los guías también orientamos. Aquí viene todo tipo de personas, incluso gente ‘ricachona’ (adinerada).

¿Qué proyecto tienen los pobladores?

Queremos que el antiguo comedor y la vieja escuela de madera se conviertan en un museo de los habitantes de Santay. Ese espacio lo construimos nosotros, con nuestras propias manos, allá por el año 2002. Es la única casa antigua que se mantiene en pie. Allí quisiéramos ubicar objetos nuestros que reflejen cómo vivíamos: fotos, cabezas de cocodrilos, antigüedades. Antes en ese sitio recibíamos capacitaciones.

También quisiéramos algún día poder contar con un colegio para que nuestros hijos ya no tengan que ir a estudiar a Guayaquil. 

¿Qué es lo mejor de vivir en Santay?

Vivir aquí es tranquilo. El cantar de las aves se escucha en las mañanas. Asimismo, contamos con plantas medicinales con las que curamos nuestras enfermedades.

Se puede caminar con tranquilidad en las noches hasta la hora que uno quiera y sin peligro alguno.
Las bicicletas de los chicos se quedan afuera de las casas y nadie las toca ni se las lleva. Todos los vecinos respetan . En Guayaquil no es así. Ya no me acostumbro a vivir en otro lado.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

El Telégrafo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media