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Familiares y amigos fueron vitales en su recuperación

La mujer policía a quien la adversidad no pudo vencer

Aunque ha pasado por momentos difíciles, esta mujer ha demostrado su fortaleza para salir adelante. Foto: Cortesía
Aunque ha pasado por momentos difíciles, esta mujer ha demostrado su fortaleza para salir adelante. Foto: Cortesía
16 de noviembre de 2014 - 00:00 - Priscila Moreno y Gabriela Casagne. Estudiantes de Periodismo de la U. Laica

Lía Quizphi Moreira, de 50 años, es una mujer luchadora, valiente, amable y carismática que jamás se dejó vencer, por más dura que se le haya tornado la vida.

Es así  que, a pesar de un grave accidente, esta mujer policía supo salir adelante. Con mucho entusiasmo asegura que desde niña se sintió atraída por el deporte y por las situaciones, incluso, algo temerarias.

A pesar de ser hija de un policía nunca pensó ser parte de esa institución. Primero decidió estudiar una licenciatura en Comunicación Social en la Universidad de Guayaquil y luego se inscribió para docente en la Facultad de Filosofía. Ninguna de las dos profesiones fue de su agrado.

Un día recibió la llamada de su compañera y amiga Jenny López, quien le mencionó sobre el curso para aspirantes a policía que se iba a abrir. A los 24 años, Lía estaba decidida. Un día llegó a su casa y le contó la buena noticia a sus padres, quienes siempre la apoyaron.

Cuando terminó el curso de policía conoció a su esposo, quien se convirtió en su amigo y consejero, como ella lo describe. Pocos meses después de su matrimonio quedó embarazada, pero perdió al bebé. Fue algo triste, pero tres meses después volvió a quedar embarazada de su hija Beatriz, quien ahora tiene 20 años.

Cuenta que a su jefe no le agradó la noticia de su embarazo porque tenía poco tiempo en la institución. “No toleró la noticia y me envió a hacer guardia”.

Luego del parto fue asignada a la ciudad de Milagro y empezó a trabajar como agente investigadora de ese cantón. Ahí conoció a Janet, una chica que la ayudó con el cuidado de su hija mientras ella trabajaba.

Aquel fatídico día

Esa fecha la guarda en su memoria todavía con algo de dolor. Fue el viernes 18 de noviembre de 1994. “Ese día me levanté con un malestar en todo el cuerpo. Parecía el primer síntoma de un fuerte trancazo, aunque tuve la impresión de que se trataba de algo más, como una señal”.

Casi a las 12:00, su esposo le pidió que le ayudara a colocar una antena de techo, en el Comando Provincial de Policía de Milagro. Lía agarró muy fuerte la antena con ambas manos, pero de un momento al otro hizo contacto con los cables de alta tensión. La descarga fue tan fuerte que cayó desde el balcón al piso.

Estuvo tres días en hospital Luis Vernaza, donde no recibió la atención necesaria y fue trasladada al Hospital de la Policía. En medio de rumores que lograba escuchar, se enteró de que perdería un brazo. Aunque fue difícil tomar la decisión, el esposo firmó la autorización.

Mientras le amputaban el brazo derecho los doctores descubrieron que era necesario hacer lo mismo con el otro porque se engangrenó. De lo contrario, moriría.

“Fue muy difícil aceptar que ya no tenía mis dos brazos. Intenté suicidarme dos veces dentro del hospital. Muchas cosas pasaban por mi cabeza en esos momentos, pero el apoyo de mi esposo y familia fue incondicional”, asegura.

Tardó un año en recuperarse por completo. En ese lapso sus compañeros realizaban bingos y colectas. En esa época se requerían 2 millones de sucres al día para los medicamentos. “Viví un año de la caridad de mis compañeros”.

Durante su hospitalización recibió sus prótesis. Al principio no las aceptaba y no quería usarlas, hoy no puede estar sin ellas. También rechazaba la ayuda de un psicólogo, quien ahora es su gran amigo.

Un año después del accidente se reincorporó a su trabajo. Se sintió muy feliz por todo el apoyo y cariño que recibió de parte de sus compañeros. Al principio se sentía extraña al comer en público, cuando la gente la observaba; no quería ir a una iglesia porque tenía que dar la paz y eso le molestaba mucho.

Luego de tres años de aquel día que la marcó para siempre, decidió tener a su segunda hija, Josselyn, quien ahora tiene 17 años.

Cuando recibió la noticia de su embarazo, estaba muy nerviosa y lloraba de felicidad. Cuenta que no fue fácil cuidar de sus dos pequeñas hijas, pero Beatriz, con tan solo 3 años, aprendió a cambiar pañales, a vestir y darle el biberón a su hermana.

A más de ser madre, Lía trabaja con personas que padecen discapacidad y sirve como un ejemplo de superación, las ayuda a aceptarse y a estar en paz. “Si una discapacidad te sacó del camino en el que estabas, no importa, sigue otro, lo importante es continuar. No parar”.

Y aunque el camino ha sido duro al no poder contar con sus manos Lía poco a poco ha superado sus miedos y temores. Hasta hace dos años sentía vergüenza de que la vean con sus prótesis, pero eso cambió. Un día  decidió viajar a Salinas y caminar sin sus prótesis por todo el malecón, aunque primero se sintió incómoda, luego se sintió tranquila y entendió que no debía sentirse mal por lo que le sucedió y que un accidente como el que le ocurrió a ella le puede ocurrir a  cualquier ser humano.

Ahora con un rostro muy amable y con muchos deseos de vivir y servir de ejemplo a los demás, recuerda como anécdota que, cuando era pequeña, en su familia jugaban a un concurso para ver quién tenía las “manos más bellas” y era ella quien siempre ganaba. Lía tiene la convicción de que “el destino ya estaba escrito”.

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