Ecuador, 17 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Guayaquil frente a la primera junta autonómica de Quito de 1809 (I)

Guayaquil frente a la primera junta autonómica de Quito de 1809 (I)
03 de agosto de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

La independencia ecuatoriana ha sido estudiada desde variados enfoques, predominando el relato historiográfico nacionalista o ‘patriótico’ que ha alterado el orden de los acontecimientos, confundiendo las consecuencias del proceso con las causas, pues se ha hablado de un nacionalismo que a inicios del siglo XIX simplemente no existía.

Lo que había era un conjunto de entidades políticas e identificaciones locales y regionales, relacionadas con los flujos e intercambios en la esfera de la circulación mercantil, junto a las tramas sociales que articulaban una mayor o menor conectividad entre los pueblos.

A la hora de la invasión napoleónica a España, en 1808, podemos hablar de tres regiones, con sus capitales, claramente identificadas: Quito, Cuenca y Guayaquil, las que mantenían vínculos entre sí, pero se diferenciaban en la base económica y social.

Estas tres regiones se distinguían entre sí por razones económicas, sociales y culturales: Quito, con una producción textil obrajera que había entrado en crisis económica, a raíz de la caída de la demanda en el mercado externo y la imposición de medidas fiscales y comerciales durante el régimen borbónico. Competía con Pasto y otras regiones de la Audiencia en la elaboración de bayetas y a duras penas se autoabastecía con una producción agrícola compuesta por “frutas, harina, legumbres secas, quesos, tejidos de algodón, pellones, costales, pan, cueros curtidos y zapatos”1, dependiente de un rígido sistema hacendatario.

Cuenca, por su parte, había hallado en la producción de cascarilla y tocuyos la oportunidad de salir de una crisis que desde el siglo XVIII amenazaba la tranquilidad de la región. En este período, Cuenca se inscribe en un circuito mercantil a través del puerto de Guayaquil, exportando por la vía del Pacífico y fortaleciendo sus antiguos nexos mercantiles con el norte de Perú. No obstante, este período de relativa estabilidad culmina con las guerras de independencia, cuando las exacciones materiales y las pérdidas humanas convierten a Cuenca en una de las regiones más afectadas a nivel demográfico, económico y social.

Guayaquil, en cambio, era la cuarta ciudad en términos demográficos, pero con una economía en ascenso, favorecida por las Reformas Borbónicas que posibilitaron la apertura de los puertos y la libre circulación de las mercancías en el territorio de la monarquía española. Una élite de grandes propietarios y comerciantes fortalecía sus exportaciones, con el cacao como principal producto, para satisfacer la demanda en el mercado externo. Además, el establecimiento del libre comercio atraía la especialización y diversificación económica, así como la incorporación de otros productos exportables.

Si no entendemos la configuración de la trama estructural en el contexto histórico de las independencias hispanoamericanas, a inicios del siglo XIX, no podremos ensayar una interpretación adecuada de un proceso tan complejo, donde una serie de actores, procesos y proyectos sociopolíticos, entraron en juego en el marco de la condición de posibilidad que fue el declive de la monarquía española.

Como dice la historiadora Federica Morelli, son los acontecimientos políticos que se suceden en la península los que “pautan las evoluciones americanas”2 de un proceso autonómico que luego devendría independentista. Sin embargo, las múltiples respuestas a la crisis de la monarquía española que dieron los diferentes espacios regionales y unidades políticas en América, estuvieron condicionadas por las estructuras económicas y sociales, lo que se evidenció en 1809, cuando los notables criollos de Quito depusieron a las autoridades reales y nombraron una ‘Junta Suprema’ que no fue apoyada por las ciudades y regiones vecinas.

Una de las tareas pendientes de la actual historiografía sobre las independencias -en plural, porque los proyectos y motivaciones de los actores fueron distintos- consiste en derrumbar el mito del nacionalismo, según el cual, la historiografía tradicional y algunas versiones ligadas a la ‘nueva historia’ piensan que los independentistas lo eran antes de tiempo, confundiendo las demandas autonomistas de las ‘juntas supremas’, con una supuesta ‘conciencia nacional’, previa a la existencia de las naciones modernas.

¿República o nación?

Es necesario abolir el tinte determinista y teleológico de las narrativas patrióticas sobre las independencias. Entendemos que estos sesgos responden a la ansiosa búsqueda de afirmación nacional que empezó a fraguarse desde el siglo XIX, en pleno campo de batalla; no obstante, aún prevalecen los discursos patrióticos que intentan explicar el proceso, a partir de la pretendida existencia de un nacionalismo ecuatoriano anterior a la fundación de la república. Es decir, se detecta un indudable anacronismo cuando en realidad, en la época de los héroes del 10 de Agosto de 1809 o del 9 de Octubre de 1820, aún no existía la nación, peor aún la nacionalidad ecuatoriana.

Este error de partida en la aproximación al problema de los orígenes de la identidad nacional existe desde la época del nacimiento de la moderna historiografía ecuatoriana. La escuela de González Suárez, a inicios del siglo XX, creía que la nación ecuatoriana era el producto incuestionable de una esencialidad que se sostenía en un territorio e historia ‘común’, localizando sus orígenes remotos en el antiguo Reino de Quito. La República del Ecuador heredaba la base territorial de la Audiencia de Quito, establecida en 1563, por el principio del uti possidetis juris. Por lo tanto, se crea y produce un supuesto sentimiento ‘nacional’, a partir de la antigua jurisdicción colonial y la existencia de un supuesto ‘reino aborigen’ que aglutinó a los diversos pueblos que conforman el Ecuador de hoy.

El problema principal en la interpretación histórica de la escuela tradicional radica en que los historiadores del siglo XIX incurren en el error fundacional de confundir nación con república.
1. Ives St. Geours, Economía y Sociedad. La sierra centro norte (1830-1875), en Enrique Ayala Mora, ed., Nueva Historia del Ecuador, Vol. 7, Quito, Corporación Editora Nacional/Grijalbo, 1989, p. 43.
2. Federica Morelli, Territorio o nación. Reforma y disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005, p. 60.
(Texto extraído de Ángel Emilio Hidalgo, ‘Guayaquil frente a la primera junta autonómica de Quito de 1809’, revista Afese, N° 51, Quito, 2009).

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

El Telégrafo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media