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La práctica del deporte es otro valor introducido por el capitalismo

El siglo XX y la vida moderna

El siglo XX y la vida moderna
01 de noviembre de 2015 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

Con la llegada del siglo XX, Guayaquil está en pleno proceso de recuperación por el incendio de 1896 y sus élites se encuentran empeñadas en hacer de ella una ciudad moderna. El siglo también es testigo de la entrada de la mujer en el  mundo laboral, favorecida por la leyes liberales, lo que genera un amplio debate acerca de los roles de la mujer moderna. No obstante, permanece enraizada una mentalidad dominante que le sigue asignando determinados parámetros de comportamiento.

En la década de los veinte, a través de la moda existe una apropiación de la imagen de la “flapper” norteamericana, con toda su rebeldía y su desenfado en el baile del foxtrot y con sus ademanes desafiantes, imagen que también es recogida por la publicidad, donde ya se ven mujeres manejando automóviles  Ford o bebiendo cerveza en solitario.

La práctica del deporte es otro valor introducido por el capitalismo moderno y, al igual que la moda, su mitología está ligada a la sublimación del impulso sexual y a una clara actitud de competencia. El programa de instrucción pública, en la época liberal, favoreció la introducción de la cátedra de gimnasia siguiendo la máxima de “mente sana en cuerpo sano”; y en 1899 se introdujo la moda burguesa de formar clubes deportivos como la Asociación Club Sport Guayaquil, “cuyo objetivo principal son los ejercicios de crickett, football, tenis, base ball, esgrima y tiro al blanco”.

Nace la familia moderna

En 1922 se inauguró el American Park, en los baños de El Salado y un gran número de personas tuvo acceso a un lugar de entretenimiento, principalmente infantil, con juegos como el “carrousel de los aeroplanos”, en una etapa en la que se inicia la atención a la niñez, tal como la conocemos ahora. Según el historiador Phillipe Ariés, el nacimiento de la familia moderna se produce cuando el niño se convierte en el centro de atención de sus padres  y se le provee de todos los medios necesarios para su crecimiento. En Guayaquil, ese proceso se redondea a principios del siglo XX, cuando la prensa comienza a publicar fotografías de niños desnudos o con trajes propios a su edad, ya no vestidos como adultos a la usanza del siglo XIX.

La creciente preocupación por la salud  de los infantes se traduce en la difusión  de métodos de alimentación e higiene destinados a evitar la alta mortalidad infantil. En 1912, Víctor M. Neira, propietario  del Pesebre Modelo, lideró una campaña encaminada a demostrar las bondades de la leche de burra en la alimentación de los niños que, por alguna razón, no reciben el seno materno. La propaganda incluyó fotografías de robustos niños como prueba de que el método funcionaba, adicionalmente al aval de prestigiosos médicos del puerto.

Por ser una de las prácticas más promovidas por la cultura moderna, en Guayaquil rigió una ardorosa política higienista con el objeto de  erradicar las pestes que año tras año azotaban al puerto. Para remediar el peligro de la bubónica, la Dirección de Sanidad Pública difundió una hoja volante estableciendo el horario nocturno de recolección de basura, que se implantó en la ciudad desde el 8 de mayo de 1921.

Desde 1920 se enarboló  una gran campaña  turística destinada a desterrar para siempre la fama de ciudad sucia que tenía Guayaquil, sobre todo entre los norteamericanos. La publicación de ediciones bilingües promocionando las ventajas de la moderna ciudad, es una de las estrategias utilizadas para atraer a los turistas y hombres de negocios. Para 1930 Guayaquil cuenta con algunos hoteles preparados para satisfacer las demandas de la vida moderna: una propaganda del Hotel Ritz, anuncia el servicio de “teléfono, baños y W.C. en cada habitación”, y comida a la italiana, francesa y americana. Sus clientes corroboraban las comodidades del Ritz: en sus habitaciones “hay baño, ducha, agua corriente potable y cristalina, luz eléctrica, etc., etc., y además un aparato telefónico”.

Se incrementa la vida nocturna

El modelo de vida americano llegó a través del cine y el consumo de revistas de espectáculo, que traían noticias sobre la vida privada  de las estrellas del celuloide. El incremento de la vida nocturna fue otro de los gustos adoptados en nuestro medio, con alternativas como ir al cine o presenciar una exposición de arte. Las funciones cinematográficas empezaban a las ocho y media de la  noche en el Teatro Edén y a las nueve en el Teatro Olmedo. Tanta era la demanda por ver películas en Guayaquil, que la empresa “Ambos Mundos” -la primera distribuidora  y productora cinematográfica  ecuatoriana- sorteaba todos los días entre los asistentes una tarjeta de pase libre, que le servía al cinéfilo para toda la semana.

La cultura del ocio también incluía bailes de máscaras, cenas bailables en los primeros “night club” que existieron en la ciudad y la visita a los balnearios durante los fines de semana, una vieja costumbre mantenida por las familias guayaquileñas. Ya en 1883 el artista de origen alemán A. Evyrer  se entretenía dibujando mujeres voluptuosas  bañándose en el Estero Salado o mostrando piernas y brazos desnudos en el mar de Puná.

Después, será Posorja el lugar preferido y le seguirán Playas, Data y finalmente Salinas. Para 1939 Salinas es considerado el primer balneario del Ecuador, con propagandas que muestran a hombres y mujeres jugando tenis y golf, bebiendo champaña, así como whisky “en las rocas”, bajo la revitalizante  promesa de un “weekend” peninsular. Los que decidían quedarse  en la ciudad acudían al American Park para entretenerse en los juegos mecánicos, observar un espectáculo o participar en alguna maratón bailable. Viajeros extranjeros se asombraban de la manera en que la influencia de la cultura norteamericana modificaba los códigos y prácticas sociales de los jóvenes guayaquileños de ese tiempo. (O)

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