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En el interior de estos círculos se organizaron concursos literarios

El Ateneo Olmedo (I)

El Ateneo Olmedo (I)
29 de junio de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

Los ateneos o centros literarios eran círculos de sociabilidad donde un grupo de personas se reunía para cultivar las llamadas “bellas letras”, en busca de reconocimiento o legitimidad pública.

Entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX se produjo en Guayaquil un cambio en las sociabilidades letradas que implicó el paso de las tertulias o círculos privados a los ateneos públicos; es decir, de aquello que Maurice Agulhon llamó el “estadio informal” al “estadio formal”, como parte de una “evolución progresiva de la sociabilidad”1. Estos espacios eran frecuentados por intelectuales y literatos que destinaban un tiempo fuera de sus obligaciones laborales y familiares para reunirse y planificar actividades relacionadas con el mundo del intelecto.

Es interesante constatar que en los primeros años del siglo XX se multiplicaron estos centros literarios en el puerto principal. Quizá el más destacado de ellos fue el Ateneo José Joaquín Olmedo, fundado el 19 de marzo de 1903 –día del aniversario del prócer y poeta guayaquileño–, destacándose por su órgano de difusión: la Revista Olmedo (1903-1906), así como por sus actividades culturales que contribuyeron a visibilizar al Ateneo durante varios años.

Los ateneos o centros literarios eran asociaciones voluntarias que formalizaban las relaciones de amistad e intereses comunes entre sus miembros, a través de estatutos, constitución de directivas y realización de actividades públicas. La presencia de estas sociedades implica que se transitaba de una sociabilidad privada –propia de los círculos burgueses o grupos de amigos que se reúnen en casas particulares a organizar tertulias– a nuevas formas de asociación que incursionaban en la esfera pública, en cuyo ámbito hallaban su sentido y razón de ser, porque se mostraban como el resultado de una acción colectiva de personas interesadas en compartir, con otros, sus gustos, aficiones y talentos.

Planteamos que la comunicación interpersonal era un elemento muy importante en los ateneos literarios. Sin duda, eran espacios que contribuían a ampliar la esfera pública y donde se recreaban nuevas sociabilidades.

Por esto último, muchos ateneos crearon órganos de difusión, especialmente periódicos y revistas, que funcionaron como los portavoces de una conciencia letrada que irradió, a todas luces, un contenido ideológico sustentado en el discurso del progreso. Al interior de estos círculos también se organizaron concursos literarios, homenajes y otros eventos públicos.  

Aporte a la cultura

Hemos señalado que la idea de progreso es una noción que atraviesa el contenido ético de la modernidad occidental, concibiéndola como el último estadio de una trayectoria lineal en la que la humanidad asciende racionalmente hacia la consecución de un estado de bienestar.

Por ello, la creación de ateneos y la intervención de los letrados en la esfera pública implicaron un aporte en el proceso de construcción de la nación, puesto que contribuyó a fomentar una conciencia cívica nacida de las élites intelectuales de la sociedad ecuatoriana que entró en diálogo con los contenidos ideológicos del Estado.

En el texto donde se anuncia la creación de la Revista Olmedo se expresa la declarada pretensión de aportar a la cultura ilustrada ecuatoriana: “La alborada de un nuevo día anunciaba con sus claros esplandores, la aparición de un astro de pequeña magnitud (revista), en el cielo del Progreso intelectual” 2.

Posteriormente, los redactores manifiestan su objetivo de incursionar en el periodismo literario: “para dar a conocer el grado de cultura en que nos hallemos”, y rápidamente identifican a su público: “sea esta la oportunidad para ofrecer nuestras hojas a la demás sociedades literarias y a los distinguidos poetas y escritores de la República” 3.

De esta forma, se empezó a construir la idea de un campo intelectual formado por múltiples actores (creadores, agentes culturales, público) que participaron de la iniciativa de escritores e intelectuales, al empujar proyectos ilustrados en la búsqueda de comunidades de interpretación que refrenden la labor de esas sociedades.

Entre los mecanismos de legitimación de estas asociaciones estaba el reconocimiento a personalidades de la política local, quienes formaban parte de un directorio honorario que, en el caso del Ateneo Olmedo, lo encabezaba el Presidente de la República. Como dato curioso, en 1903, junto al Presidente Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez, aparecía el nombre del Gral. Eloy Alfaro Delgado, su antecesor y máximo opositor político.


(Texto extraído del libro de Ángel Emilio Hidalgo, Sociabilidad letrada y modernidad en Guayaquil (1895-1920), Quito, Universidad Andina Simón Bolívar/ Corporación Editora Nacional, 2014).
1.  Maurice Agulhon, El círculo burgués, Buenos Aires, Siglo XXI, p. 39.
2. Revista Olmedo, Año I, No. 1, Guayaquil, 24 de julio de 1903, p. 1.
3. Ibídem. 

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