De ‘La flor de la canela’ sale el pan hecho a leña

Faltan apenas dos horas para que el astro rey salga a iluminar la tierra y muchos aún se encuentran en el ‘mejor sueño’, pero Luz María Castillo no. Ella se levanta a organizar todo para su jornada laboral. Es dueña de la panadería ‘La flor de la canela’, ubicada en Malecón entre Eloy Alfaro y Rocafuerte, en Babahoyo, provincia de Los Ríos.

Valentín Bejarano, quien trabaja con ella casi 20 años, afirma que se siente afortunado de laborar allí: “me gusta el trabajo, me gusta lo que hago”, asegura un poco antes de iniciar su trabajo.

¿Pero qué tiene de diferente este lugar? La señora Luz mantiene vivo un horno de leña que, según afirma, no se extingue desde hace, aproximadamente, 95 años, y posiblemente sea el único en la provincia. En este se hornean los panes.

Explica que la razón por la cual no se lo apaga es porque demora mucho tiempo en enfriarse y de igual manera volverlo a encender.

Bejarano, la señora Castillo y sus hijos empiezan los preparativos para hacer los enrollados (los más solicitados por las mañanas) desde las 11:00: “Se hacen los moldes especiales y a partir de la tarde se puede encontrar todo tipo  de panes y  dulces”.

Son cerca de las 10:00 y en menos de 20 minutos varias personas han ingresado al lugar. Todos coinciden en comprar un solo producto, las rosquitas, pues al parecer, inadvertidamente, se ha establecido un horario para comprar cada exquisitez que se prepara.

Luis Bravo, quiteño  radicado en Babahoyo desde hace 50 años, comenta que desde que llegó a esa ciudad ha preferido siempre comprar en ‘La flor de la canela’. “Aquí se hornea el pan a base de leña y el sabor es más exquisito”, añade  mientras se lleva unas roscas a la boca y disfruta de su delicioso sabor. (I)

Dueño original condicionó la venta del horno

La panadería perteneció a Silvio Tobar, su antiguo dueño, quien adquirió el horno creado por unos expertos pasteleros.

Con ya 50 años en funcionamiento, la actual propietaria y su esposo, Luis Ordóñez (+), se hicieron cargo del horno en alquiler y continuaron el negocio. Después de algunos años, Tobar reunió a los esposos y les puso una condición: “o me compran el horno o lo desalojan”.  Así lo recuerda la dueña  del negocio. (I)