Bergenline Avenue, un rincón estadounidense que atrae a los latinos

Union City es la ciudad más habitada del estado de Nueva Jersey, donde alrededor de 70.000 personas residen y los latinos representan el 84% de la población.

La historia de los migrantes latinos inicia en los años 60. El destino de la mayoría de migrantes que viajaba a Estados Unidos era Bergenline Avenue, en donde encontraban posibilidades de laborar con personas que se comunicaban en el mismo idioma. Los primeros en llegar fueron los mexicanos y cubanos, que llenaron de sazón latina cada una de sus calles. La posibilidad laboral crece en el sector, con más de 300 almacenes y restaurantes. Todos ellos han convertido al sitio en un centro comercial muy importante en Nueva Jersey, con los especiales de cada tienda que enganchan a los posibles compradores.

Los restaurantes ofrecen comida típica de cada país. ‘El carretero’, restaurante colombiano, tiene entre sus principales platos la bandeja paisa y las arepas con queso. En la siguiente avenida se ubica un restaurante cubano, El artesano, cuya atracción son los frijoles negros con ropa vieja, los churros con dulce de leche. Mientras que Guatita, arroz con menestra y encebollado son los platos más pedidos en el restaurante colombo-ecuatoriano, La nueva esquina.

Comida tradicional

Cada lugar trata de deleitar a sus comensales con las comidas típicas de su país. El objetivo es hacerlos sentir como en casa.

La venta en carritos sanducheros es la actividad más importante de la avenida. Aproximadamente 30 vehículos se sitúan a lo largo de la calle. Rafael Camacho, de 40 años, llegó al país desde su natal Cuba hace 20 años; las pocas oportunidades laborales fueron la causa de su viaje y actualmente es el dueño de un carrito sanduchero, cuyas ganancias diarias están alrededor de los 80 dólares. “En Cuba era todo tan complicado, tomé la decisión y sin pensarlo dos veces, me vine a Union City. Tengo 17 años trabajando en el carrito y gracias a Dios pude traer a toda mi familia”, menciona Camacho.

Lissette Domínguez lleva 25 años en la ciudad. Ella llegó desde República Dominicana cuando tenía 19 años y ha trabajado en tres locales de comida durante su permanencia. En la actualidad es gerente de un restaurante de comida dominicana, “Mi madre me recomendó venir a trabajar acá; yo no quería hacer mi vida en otro país, pero la situación económica era cada vez peor, al llegar encontré trabajo, me casé y soy tan feliz con mi familia; trabajo cada día para darles lo mejor”, cuenta.

Mariana Cruz, ecuatoriana de 63 años, ha vivido durante 44 en Nueva Jersey. Dejó Ecuador a pesar de tener una economía aceptable. Trabajó en una factoría y espera llegar a la tercera edad (65) para jubilarse y regresar al país con un dinero seguro para su vejez. “Trabajé lo que tenía que trabajar, en este lugar y con todos los latinos te sientes como en casa”, expresa Cruz con la satisfacción de haber conseguido todo con esfuerzo.

La suerte no ha sido igual para unas personas que han llegado al lugar en busca de oportunidades laborales. Ante la alta demanda de trabajo en el sector las vacantes son cada vez menos, por eso los migrantes han optado por trabajar en otras ciudades o estados, donde el costo de movilización se incrementa por el uso de los trenes y buses. Cada transporte tiene un valor aproximado de 2 a 3 dólares. El español se ha convertido en un requisito indispensable para laborar en esa zona, tanto en un restaurante como en un local de ropa porque los migrantes han surgido con un ideal: que el idioma sea su arma de comunicación en un país extranjero. De ahí que el lugar esté lleno de extranjeros. (I)