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Un reloj llamado Pedro Quiñónez

Un reloj llamado Pedro Quiñónez
12 de abril de 2016 - 00:00 - Claudio Campos, entrenador de fútbol

Causalidad y casualidad comparten quizás un paralelismo en el sonido final, pero están muy distantes de ser similares en su esencia. Revisando todos los aspectos positivos que puede aportar Pedro Quiñónez, el jugador más maduro de Emelec, podemos subrayar inicialmente la gran capacidad de comprender los momentos del partido y desde allí guiar a sus compañeros no solo con voz de mando, sino también convenciendo con su juego. Atrás quedó aquel futbolista berrinchudo que tácitamente jugaba con una tarjeta amarilla prácticamente antes de comenzar el partido, lo que condicionaba el desenvolvimiento de su partitura.

Con un físico poco esbelto, pero fuerte y quizás ideal para ser el acompañante perfecto de un hombre más de marca, se adaptó perfectamente a no ser siempre el gestor del primer pase sino, también, a resignar el protagonismo y transformarse en el equilibrio actual del equipo cuando le permite sin sonrojarse y perder protagonismo, a Gaibor, para que éste tenga riendas sueltas en la mitad de la cancha y sea el conductor y gestor de fútbol. El crecimiento futbolístico de Quiñónez denota una curva ascendente que va de la mano de su capacidad técnica, pero mucho más por el hecho de comprender que para ser indiscutido en un puesto transcendental dentro de un conjunto ganador y protagonista como Emelec, debe ante todo siempre asumir el riesgo de ser el patrón central y tener la valentía suficiente de nunca desistir e intentar siempre proponer y jugar más allá de que el momento sea adverso demostrando de esta manera un liderazgo sólido basado en entrega y mucho convencimiento.

Jugar con el manual debajo del brazo no es fácil, y hoy me atrevo a decirlo, es uno de los pocos sino el único volante central que milita en el torneo local, que conoce a la perfección ese librito fundamental y que es interpretado solo por elegidos. Este jugador, que también es parte del proceso del seleccionado nacional, entiende muy bien que un cambio de frente da el oxígeno necesario a la jugadas siempre y cuando el balón aparezca delante de su compañero generando la sorpresa necesaria para lastimar en lo más profundo al rival, recurso muy destacado en su abanico de posibilidades. Un punto que quizás le juega en contra es que no goza de un carácter fuerte que irradie delirio popular que respeta muchísimo al jugador, pero le cuesta encumbrarlo como ídolo indiscutido, perfil que dentro del campo de juego está en el polo opuesto ya que sus colegas y compañeros lo respetan por esa condición.

Su mejor versión la hemos visto junto a Oswaldo Lastra cuando jugaba tranquilo al saber que sus espaldas eran custodiadas por un soldado noble y extremadamente confiable, pero también en la actualidad cuando realiza el trabajo sucio de ese sector sin nunca renunciar al buen criterio con el  balón que más allá de todo tiene que siempre ser bien tratado. Ganarse la reverencia de los hinchas propios y rivales es sin lugar a dudas la demostración más contundente de que su desempeño es genuino y lleno de valía, galardón que se percibe hace un par de años por la regularidad manifestada en su accionar. La transformación de aquel proyecto inicial a esta feliz realidad se debe a que el jugador comprendió cuáles eran sus falencias, las que de a poco y con mucho trabajo fue puliendo para ir potenciando virtudes innatas que se hicieron indispensables dentro de su equipo, porque usó la sapiencia para exponerlas desde la simpleza. (O)

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