Las últimas semanas nos demostraron que el club más popular del país genera desde sentimientos profundos estrechamente ligados a una pasión difícil de explicar, hasta guerras políticas donde desacreditar y entrar en disputas sin ética y mucho menos respeto al prójimo es válido en todo el sentido de la palabra. El Ídolo no sabe vivir en paz y eso no es porque no quiera, sino que su magnitud produce necesidades externas en la mayoría de los casos que inducen a controversias infundadas pero que mantienen en vilo a la gran masa y dan de comer a propios y extraños.

Las soluciones pueden ser visibles pero no fáciles de implementar, detalle para nada menor en el mundo ‘canario’ que convive con males arraigados y continuamente con el manoseo de su propia historia.

Las posturas de los aspirantes al sillón más caliente -deportivamente hablando- del país son similares en algunos puntos y muy dispares en otros, que pueden convertirse en la diferencia que incline la balanza a la hora de que los socios deban elegir el nuevo directorio.   

Barcelona pide a gritos un rumbo, dejar de contemplar cómo pasa el tiempo y observar que su salubridad se ve empeorada no solo por los fríos problemas económicos, sino porque la esencia de un frenesí tan majestuoso está perdiendo identidad.

Los latidos de los clubes son su gente y las nuevas generaciones se están acostumbrando a las inconsistencias futbolísticas que, en definitiva, son el reflejo de una interna muy feroz y que está directamente ligada al desconcierto. El termómetro marca que la expectativa del pueblo es alta, que está expectante e ilusionado en comenzar a transitar nuevos caminos donde todos se sientan orgullosos de su club, no solo por la gloria del pasado sino también porque se pueda avizorar en el horizonte mejores momentos que cubran las necesidades de aquellas almas tan carentes de alegrías y satisfacciones que hoy abundan por todos lados.

La responsabilidad de los tres candidatos será tener la visión adecuada y el poder de gestión idóneo para administrar la felicidad de un pueblo amarillo que tiene mucha gratitud cuando se siente representado dentro del campo de juego, pero también da la espalda cuando pasa lo contrario.

Domar un monstruo como lo es Barcelona va mucho más allá de lograr un campeonato y esta semana la gran incógnita se va a vislumbrar. El público debe comprender que más allá de ideologías o gustos por uno o por otro, todos deben apoyar desde su balcón para intentar despertar al monstruo de una vez por todas. ¿Se podrá?