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"Mamita" Calderón: "Mi sueño era ser doctor, pero crecí en una familia deportista"

Walter Richard Calderón Carcelén, exfutbolista ecuatoriano
Walter Richard Calderón Carcelén, exfutbolista ecuatoriano
Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
24 de septiembre de 2018 - 08:35 - Andrés Granizo

Dejó de ser futbolista profesional para volver a las raíces, para dedicarse a jugar en los torneos barriales hasta que el cuerpo aguante. Walter Calderón, a sus 40 años, se siente en plenitud y no quiere abandonar el deporte.

En un momento de su vida quiso ser médico, pero al venir de una familia deportiva, su opción también fue ser futbolista. El balompié igual le causó desilusiones y casi abandona este deporte para enlistarse en el cuartel.

El destino impidió que sea militar y volvió con todo al fútbol, para jugar por Liga de Quito, Espoli, Deportivo Cuenca, El Nacional, Deportivo Quito y Liga de Loja.

En este diálogo con EL TELÉGRAFO cuenta las dificultades de sus inicios, de cómo Nixon Carcelén lo “obligó” a vivir el lado feo del fútbol y cómo rindió como defensa central y volante de marca, por pedido del DT.
También recordó las locuras de Dragan Miranovic, cuando se salvaron de descender con Deportivo Cuenca y cómo surgió su apelativo de

“Mamita” en el inicio de su carrera. ¿Cómo asumió el retiro?

Llevo dos años fuera del fútbol. La planificación la había hecho antes, por los problemas en Deportivo Quito. Consulté con mi familia y me dijeron que ni lo piense, que siga jugando. Me querían ver en una cancha. Muchos piensan que la edad es lo que te hace retirar, pero es mentira; mientras más edad tienes, maduras y tienes más experiencia. Lo que nos hace retirar son las cosas extrafutbolísticas que siguen existiendo.

¿Qué cosas?

El tema económico. Si existiera un censo a los jugadores, a la gran mayoría que nos ganamos un nombre ante la afición, nos han faltado el respeto. Los nuevos jugadores que salen no tienen educación ante los históricos. Te comienzan a ver como un cabecilla, porque ya tienes un recorrido. Piensan que uno reclama algo injusto, pero nosotros miramos cosas que no deben seguir existiendo, como el maltrato al futbolista.

Fuiste frontal siempre en tus declaraciones ¿Te trajo problemas?

A nivel dirigencial y grupal, sí. Voy a decirlo así suene duro: el dirigente mediocre y el jugador mediocre siempre te va a ver de mala forma, por más respetuoso que seas. Me ha ido “mal”, pero no me ha importado porque han sido pocos dirigentes que no les ha gustado escuchar las cosas.

¿En algún momento recibiste represalias por eso?

Sí. La última que tuve en mi vuelta a Cuenca con Galo Cárdenas. Yo lo encaré porque las cosas cuando no están bien hechas, no las soporto. Llegó a amenazarme con el cargo que tiene (es abogado).

¿Qué pasó?

Apareció un documento que los jugadores no habíamos firmado (roles de pago). Nunca lo firmé, pero ahí estaba. Eso no debe pasar, porque hacen daño al fútbol. Mientras esté vinculado al fútbol hay que defenderlo como sea. No comparto eso que dicen, de que el fútbol es ingrato o abandona. Siempre lo he dicho: el fútbol es maravilloso porque te da todo, te da dinero, fama, estatus. He sido partícipe de defenderlo y estar en contra de quienes lo manejan de forma maliciosa.

¿Te marchaste de la actividad decepcionado por el manejo dirigencial?

Lo último fue penoso. Estuve unos meses en el Imbabura y digo penoso, porque es un equipo de mi provincia y debería representarla bien. En Imbabura conocí cosas que nunca había visto en el medio. Le siguen llamando fútbol profesional de segunda, pero no había ni ropa para entrenar, tocaba vestirse en la vereda, tomar agua de la llave.

Viviste etapas difíciles en el aspecto económico con Deportivo Quito y Deportivo Cuenca. ¿Cómo fueron esos momentos?
Deportivo Cuenca solucionó todo y me cancelaron. La situación más difícil y que nos puso en jaque a muchos fue en Deportivo Quito. Que quede claro, no la institución, ni la hinchada, ni el escudo, sino la dirigencia que lo manejó. Fueron dos años terribles (2013-2014). Que no cobres un año o más, realmente te toca sacar fondos de donde no tienes o endeudarte. Tuve que hacer “magia”.

¿El fútbol fue siempre tu primera opción en la vida?

En mi pueblo (El Chota) a la gente le gusta estudiar. El fútbol se lo vive y se lo tiene en el alma y corazón. Se lo jugaba donde más se podía, ya sea en lomas, en la calle. Mi segunda madre, mí tía Guadalupe Carcelén, ella siempre andaba con la vara o un palo encima para que antes de salir a jugar, estudie y haga los deberes. Mi primer sueño era ser doctor, pero crecí en una familia vinculada con el deporte.

Tu primer equipo fue el 28 de Mayo. ¿Cómo entraste?

Mi tío César Calderón, desde que yo tenía siete años, me hacía jugar con los grandes. Yo lo iba a ver jugar en el equipo del pueblo que se llamaba Intocable y era mi sueño jugar ahí. Era como decir que quiero jugar en Liga o Barcelona. Mi tío me mete al equipo a los 11 años y era una de las atracciones, porque comencé a ser atrevido. Hubo un torneo en Mascarilla e invitan al equipo 28 de Mayo y los dirigentes me vieron. Mi tío da la aprobación de que puedo jugar ahí. Era como salir a Europa, pero solo estaba a media hora.

¿Cómo llegaste a Quito?

Pimero fui a Liga. Fui seleccionado de mi provincia y unos cuatro compañeros vamos a Liga a probarnos. Como mi mamá vivía en Quito, era mejor estar cerca de ella. Jugué unos meses en el equipo juvenil, pero por cosas que no se cumplieron me retiré y volví a mi pueblo. Estaba desilusionado y tomé la decisión de ir al cuartel. Vieron mi nombre y me dicen que me toca en la segunda llamada. Eso me molestó y dije que no vuelvo más. Ahí decidí volver a jugar fútbol, con la aprobación de mi mamá y con la condición de que siga estudiando.

¿Quién te recibió en Espoli?

En el equipo de primera estaba Fernando Rodríguez Riolfo y en la sub-20, Fausto Correa. En la 20, le encanté al profesor Correa y en una práctica con el equipo de primera, también le gusto al profesor Rodríguez Riolfo. Todo pasó muy rápido. Cuando ya me quiso fichar, apareció Liga y dicen que les pertenezco. El club compra el pase a Liga, pero esa venta la hizo una sola persona y la familia Paz no lo supo. Había un señor Hidalgo como dirigente y él dice que se lo lleven, que yo no sirvo. Espoli me da tres millones de sucres y yo mismo fui a comprar mi pase.

¿Cuenca fue tu mejor etapa?

Sí, pero hay que tomar en cuenta que en esos años, el Cuenca estaba con problemas económicos. Nadie quería ir al club, ni yo. Ahí apareció una persona que fue importante para ser lo que soy: Nixon Carcelén. Estaba en mi casa y llega él de visita. Se sorprende por verme ahí, porque ya había escuchado que estaba para el Cuenca. Yo le decía que allá la situación era difícil y que no estaban pagando. Él me enseñó algo muy importante. Me llevó al terminal terrestre y me compró el boleto. Frente a mi mamá y mi pareja me dijo “el fútbol no es solo color de rosa. Te vas a Cuenca a conocer lo feo y lo malo que existe”.

¿Pensaste en volver a Espoli?

Pensé que como goleador iba a volver, pero había una opción de compra de 100 millones de sucres, en 1999 y tras la dolarización eso queda en $4.000. El Cuenca no tenía ese dinero y la gente hizo una radiomaratón en los alrededores del estadio. Quien compra a Walter Calderón fue la gente, que ponía de a $1.

¿Qué tuvo ese Deportivo Cuenca para ser campeón?

Vino el DT Daniel Córdoba que era un tremendo entrenador y un luchador. Formó el equipo que él quería. El periodista Marcos Hidalgo dijo que éramos el “equipo de los bastardos”, supuestamente porque eran botados de los equipos y recogidos por el Cuenca. No soportó el trato que nos daban y se fue. Pero llegó otro gran profesional como el “Turco” Asad. Amalgamó mucho más el equipo y estábamos convencidos de que si llegábamos a la liguilla éramos campeones. La gente piensa que cuando te dicen algo malo te bajoneas, pero cuando estás fuerte te alimentan. Quisimos demostrarle a ese señor (Hidalgo) lo contrario.

Córdoba no te quería en el equipo. ¿Cómo te quedaste?
En la pretemporada me dice que no va a contar conmigo y me dio dos opciones: que busque equipo o me quede, pero sin jugar. Le dije que me quedo. Él vio eso como una especie de reto. En los picados, como no contaba conmigo me ponía en la posición que faltaba. Me ponía de central o de 5 y se sorprende por mi forma de trabajar. Ya no fui el que no tenía chances. Los rivales se reían porque me veían de defensa y pensaban que era una estrategia.
Todo cambió cuando llegó el “Turco” y vuelves adelante.
Él me dice (imita el acento argentino): “¿Qué, estás loco, boludo? ¿Qué es eso de estar jugando de central?”. Me tocó cambiar el chip para volver a jugar adelante, pero yo tenía tres “bestias” delante mío: Gruezo, el “Ventarrón” y (David) el “Galgo” Valencia. Me tocó rebobinar los cables y me empiezan a dar oportunidades.

No eras titular, sino hasta la liguilla final. ¿Qué pasó?

El equipo se clasifica a la liguilla y quedaban dos o tres partidos. El “Galgo” y yo no habíamos tenido muchas oportunidades y nos mandan de titulares contra la “más fea”, contra Liga, para dar descanso a los titulares. En el fútbol, nunca hay que recibir esos descansos. El “Galgo” me dice: “Mi “Calde”, de acá no la soltamos”. Eso me metí en la cabeza y ganamos 3-0. Él hizo un gol y yo otro. El DT pensó que el equipo que gana no se cambia y nos pone a los dos en la liguilla. El “Ventarrón” tuvo que sentarse a esperar que nosotros la cagáramos, pues fue exactamente todo lo contrario, la rompimos y él se quedó en el banco.

¿Por qué sales del Cuenca?

En 2006 vino el profesor Álvarez y luego Dragan Miranovic. Fue un año terrible, porque por más partidos que ganabas seguías abajo y nunca salías. Hasta el último tuvimos que disputar el descenso con el Espoli. Mi salida fue por el estrés que viví ese año.

Miranovic quería que el Cuenca se salve con drama. ¿Fue así?

La penúltima fecha jugábamos con Emelec en Guayaquil. Dragan le pide a Pedro Peña (exgerente del club) que viaje todo el equipo, hasta los juveniles. Lo que decía es que quería al equipo unido. Fuimos más de 30. En el camerino ya nos estábamos cambiando, viene Dragan y nos dice: “No se cambien. Ustedes van a las gradas”. Nos quedamos sorprendidos. Él nos dice: “Quiero que perdamos 100-0, no me interesa. Yo quiero drama en el último partido en Cuenca ”. Estaba loco. Puso a los juveniles y perdimos por goleada (3-0).

¿Qué pasó en la última fecha?

Se dio lo que él quiso. La gente estaba asustada, lloraba antes de que empiece el partido y era un día de las madres (en ese torneo descendió el último en la primera etapa). El estadio estaba lleno. Fue un partido en el que solo nos servía el triunfo contra Espoli para salvarnos. Cuando se paraba el juego, yo veía a las gradas a la gente que lloraba, como despidiéndose.

Fuiste llamado a los 18 años a la selección de “Pacho” Maturana. ¿Cómo fue esa experiencia?
Voy a entrenar a Espoli y el profesor Vega, enojadísimo, me reclama que qué hago ahí. Yo no le creí, porque no me entregaron ningún papel. Ese rato sacó plata y me mandó en taxi al hotel donde se concentraba la selección. Pero fui con incertidumbre. Llego y toqué la puerta del profesor despacio y muy nervioso. Me abre la puerta y me recibe muy efusivo. Ahí me cambió el semblante. Para mí fue maravilloso y me dio más confianza. Fue un premio.

¿Quién te puso “Mamita” y bajo qué circunstancias?

Fue en 1998, cuando Carlos Luis Morales llegó a Espoli. En los almuerzos siempre había avena y yo ya tenía la costumbre de tomarla, porque en mi casa me la daban. Mi mamá solía dejar una olla. En una concentración, Morales me quedó viendo, que yo había tomado como tres o cuatro vasos. Se levanta y me dice: “Calderita, ¿por qué tomas tanta avena?” Le digo: “Es que me gusta y mi mami siempre me deja una olla para mí solito”. En un almuerzo me puso como 10 vasos y me dijo que me los tome todos, la plantilla acudió al reto, me rodeó y comenzaron a decir al unísono: “¡Mamita, mamita, mamita!”, nombrando a mi mamá. Mi apodo salió de ahí, pero se hizo popular cuando Carlos Luis empieza a trabajar en la televisión y yo ya estaba en el Cuenca. (D) 

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