No llegan a la final quizás los que mejor jugaron, porque si revisamos este punto y profundizamos más allá de amores y pasiones, tendremos que concluir que uno de esos equipos sí fue Universidad Católica, y no solo por los resultados obtenidos en el último semestre, sino por la idea madre que deslizó el equipo ‘camarata’ durante toda la temporada,  resaltando que el técnico Jorge Célico tuvo la grandeza de rectificar un esquema que proponía mucho en ofensiva, pero que quedaba desequilibrado de la mitad de cancha hacia atrás, adaptando la misma propuesta a esta última expresión que fue realmente contundente y muy ordenada.  

El otro equipo que da indicios claros de una continuación en sus anhelos es Independiente del Valle, que con una estructura muy firme apeló nuevamente a sus jóvenes para plasmar un juego muy práctico, quizás poco vistoso y más cercano a lo físico, pero que rinde dividendos en un certamen que brilla por su irregularidad. El gran mérito de su entrenador, el uruguayo Pablo Repetto, es que con un mensaje claro y conciso logra que sus jugadores entreguen el máximo de sus posibilidades y defiendan a cabalidad una causa muy digna que no modifica su tendencia de sustentar un proceso con paciencia y sin excentricidades.

Tanto Universidad Católica como el equipo de Sangolquí deben estar tranquilos en su conciencia porque, más allá de las ilusiones naturales que tenían de llegar a una hipotética final, entienden en su seno que los objetivos iniciales ya estaban cumplidos y que dar un paso más simplemente era un presente especial al gran sacrificio de todo el año.

De ahora en adelante el gran reto de estas dos instituciones será planificar una buena presentación internacional y por sobre todo ratificar el diseño futbolístico de un año que, más allá de ser altamente positivo, los dejó con la vara muy alta. Otros bocetos que merecen un reconocimiento especial son los que nos regalaron River Ecuador y Aucas, que en silencio trajinaron uno como novato y otro como un viejo conocido en un torneo que los recibía con muchas expectativas,  pero que en el transcurso los fue contemplando y entendiendo de sus valías. La ‘Fuerza Roja’ sostuvo en su mayoría al plantel que ascendió de la Primera B y lo reforzó en líneas puntuales demostrando, una vez más, que los resultados no aparecen por casualidad, sino por convicción y conocimiento del caudal humano y deportivo que tiene en su plantel, al que le brindan la estabilidad que imperiosamente necesita todo futbolista para perseguir una meta que con perseverancia se puede volver tangible.

En el caso de Aucas debemos resaltar que el golpe de timón que dio su dirigencia con la llegada del técnico argentino Carlos Ischia renovó esperanzas que parecían sepultadas, avivando ese fuego que fue acompañado de una hinchada enorme consiguiendo en poco tiempo sustentarse en escalafones muy altos que hasta hace un tiempo eran inimaginables. Un capítulo especial en toda esta observación merece Barcelona, equipo que necesita ser analizado con más tranquilidad y en otro momento, ya que vive días inciertos por sus eternos problemas institucionales y  también futbolísticos, donde la nueva dirigencia inicialmente apela a recuperar la estirpe que lo reconoce como el histórico ídolo del pueblo. Al revisar el plato fuerte de este frenético desenlace, nos encontramos con dos concepciones muy distantes que curiosamente ganaron las respectivas etapas sin ser apabullantes y mucho menos de forma holgada.

Zubeldía y De Felippe también jugarán una idea y vuelta aparte porque en lo más profundo comprenden que no es cosa fácil ingresar en la historia de clubes tan enormes después de remar tanto, no solo por el trabajo realizado sino por los constantes cuestionamientos externos. Futbolísticamente hablando, ninguno llega mejor que el otro, pero estos compromisos tan especiales casi siempre son resueltos a favor de aquellos que tienen el temple y la valentía de asimilar las situaciones y no fallar en momentos cruciales.

Emelec- Liga, Liga-Emelec, merecidos finalistas de diferentes matices y concepciones, pero un mismo semblante que a esta altura ya no merecen ser analizados en sus formas, porque a partir de ahora juegan también otras cosas. (O)