En las gradas, en las calles y en la cancha los amarillos se hicieron daño sin necesidad de ser provocados por rivales azules. La prohibición de presencia de hinchada visitante en el Monumental no evitó que se produjeran actos de violencia. En este caso, la Policía debió mediar para separar a los adversarios amarillos que intercambiaban golpes dentro y fuera del estadio, durante y después del partido.

En la cancha, el Ídolo sucumbió ante sus errores, exageró en su propuesta defensiva y terminó decepcionando con su funcionamiento, mas no con el resultado. La propuesta conservadora que le ha dado réditos a Rubén Israel en la última parte del certamen y por la que, tal vez, terminó metido en la final, no le benefició en el funcionamiento colectivo el miércoles.

Barcelona dejó en claro que solo quería el balón para lanzar pelotazos aéreos con la intención de que en algún momento Ismael Blanco cabecee una pelota para confirmar que muchas veces gana -o no se deja ganar- el equipo más efectivo, no el que maneja el balón, los espacios y los ritmos del partido, como Emelec.

El empate fue un premio exagerado para una escuadra que regaló más de 30 pases a los jugadores rivales y que invitaba minuto a minuto a ser atacada por 5 o 6 jugadores (Lastra, Burbano, Giménez, Mena y Bolaños). Incluso, Narváez, conocido por ser un jugador que defiende bien pero no llega al arco adversario, logró proyectarse con peligro hasta el área amarilla. Con Luis Caicedo y Álex Bolaños sin criterio para abrir espacios y asociarse con sus compañeros, un Peñafiel que intentó y bregó pero no está listo para estas lides, y un Oyola que luchó solo contra los eléctricos, la gente llegó a preguntarse ¿por qué los buenos jugadores deben quedarse en el banco?

Está bien, no es garantía que Michael Jackson Quiñónez deslumbre si ingresa desde el primer minuto, pero ante la ausencia de jugadores con la capacidad técnica para retener la pelota, otorgar variantes ofensivas y convertirse en un nexo entre el mediocampo y la delantera, el cuestionamiento toma fuerza. ¿Por qué no alinear con él o con Ely Esterilla? El mismo Israel terminó enviándolos al cambio al mismo tiempo -antes del inicio de la segunda etapa- y fueron decisivos para que el cuadro canario cambie de actitud y de propuesta, así no haya ganado tanto en claridad.
Sí, Barcelona se llevó el empate, pero la suerte que también juega al fútbol y Emelec que no sabe resolver clásicos desde hace tres ediciones, le permitieron al Ídolo seguir con vida.

Los jugadores del ‘Bombillo’ se retiraron del Monumental confundidos y esperanzados: ¿Llegamos con ventaja para la revancha por el gol de visitante? ¿Ono supimos definir la llave hoy (el miércoles) con todo a nuestro favor y nos costará el domingo?

En la otra vereda, los futbolistas amarillos admiten que la sacaron barata y que lo que pudo convertirse en catástrofe ahora es una oportunidad de vida (futbolística).

En las redes, los hinchas amarillos exigen una propuesta diferente de Israel en el Capwell, otros apuestan a que su equipo siga jugando igual y que Blanco (¡Oh, Blanco!) se vuelva a convertir en salvador. Gustavo Quinteros admitió que la final está abierta. “Barcelona y Emelec son grandes equipos y pueden ganar en cualquier cancha”. Palabras de un afectado, debido a un marcador que no merecía su escuadra y que le complica el trabajo para la vuelta.

Por funcionamiento, por proceso, por estilo, por ambición y porque Quinteros alinea lo mejor que tiene, Emelec es  favorito; pero como en el fútbol a veces no manda nada de eso, sino los goles, la final está abierta. Blanco mete miedo, aunque su equipo juegue a no perder. Yél a salvar. Segundo y último episodio: el domingo, a las 16:30, en el Capwell.