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El trance pide un cabecilla

El trance pide un cabecilla
27 de mayo de 2015 - 00:00 - Claudio Campos, entrenador de fútbol

En los momentos de extrema euforia es cuando nacen los líderes. Sin que nadie los llame sienten que es su razón de ser y con una palabra o un gesto indican el camino a seguir, ya que normalmente dentro del alboroto este nunca es claro y menos se avizora. El trágico 0-3 ante Emelec, en diciembre, puso en evidencia la falta de un caudillo que tome por las astas al toro y lo domine hasta que las almas entiendan que este deporte no reconoce exitismos, sino convicciones.

Barcelona está en el pelotón principal de la tabla, pero no convence a su público, vive un calvario que parece nunca acabar y eso ya no es noticia.  

Hay enfermedades que se pueden  prevenir y de las cuales podemos estar inmunes, pero si no tomamos los  recaudos necesarios caeremos en un mal que generará malestar y fastidio.  Exactamente eso le pasó en este semestre al equipo que diseñó el DT Rubén Israel. Su yerro más significativo es que no tomó recaudos ni tampoco hizo prevención, como por ejemplo en negarse a que se vayan futbolistas determinantes y lleguen otros que no están en ese escalafón. Armar un plantel es cuestión de oportunidades, deseos y gustos personales de dirigentes, sumado a varias reuniones con empresarios que seducen con ideas intangibles; en cambio, preparar un equipo competitivo que sea la imagen de la institución y que represente el paladar de la historia demanda muchísimo trabajo, tiempo y -sobre todo- sostener los principios más genuinos que viven en las entrañas del club, detalle importantísimo que no se ha tenido para nada en cuenta por las inconsistencias actuales. Los mensajes del técnico muchas veces se diluyen porque los objetivos no se cumplen. El jugador sigue el rumbo que le indica su timonel y lucha incansablemente por conquistar la gloria y generar esas sonrisas.

Un gran entrenador como Israel, que tiene en sus archivos muchas historias similares, seguramente hará un mea culpa y asumirá el reto de felicitar el esfuerzo de cada uno de sus gladiadores y se replanteará en la interna de su cuerpo técnico en qué instante dieron el paso equivocado para que un grupo lleno de capacidades no comprendiera el trayecto que él pretendía seguir.

Hoy más que nunca, Barcelona necesita un cabecilla que sepa apaciguar las avalanchas de esta vacilación que vive el club más admirado del país, para indicar las decisiones correctas sin hipotecar el futuro y muchos menos salvando nombres particulares por encima de un sentimiento popular.

El fútbol -como la vida- da revanchas y premia con el tiempo al que revisó los desaciertos y supo corregir dejando como aprendizaje y maduración perenne  una enseñanza que quedará como ejemplo para las futuras generaciones.

Las cabezas principales -de manera urgente- deben tomar determinaciones coherentes con mucha valentía, dejando  en claro que son líderes positivos y que ponen por encima de todo el porvenir de una institución ligada a la gloria. Rubén Israel pasó a engrosar la lista de entrenadores del ‘coloso’, ahora el presidente Antonio Noboa tiene en sus manos la calma que suplica el momento y todo un pueblo enardecido. Las memorias dicen que los protagonistas suelen vivir para siempre en el recuerdo de todos, no por sus egoísmos, sino por sus gestas. (O)

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