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Entrevista / álex darío aguinaga garzón / excapitán de la selección ecuatoriana de fútbol y entrenador de liga de quito

"El 'Sí se puede' era el grito del país, pero se convirtió en nuestro también"

"El 'Sí se puede' era el grito del país, pero se convirtió en nuestro también"
Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
07 de noviembre de 2016 - 00:00 - Andrés Granizo Morejón

La imagen se repitió una y otra vez: Álex Aguinaga esbozaba una sonrisa que no le cabía en el rostro, su cabellera larga se movía en cámara lenta y dirigía los puños hacia el cielo en señal de victoria. Saltaba sin control y toda la euforia que tenía se desbordaba en la cancha del estadio Atahualpa para festejar la primera clasificación de Ecuador a una cita mundialista.

Aguinaga, hoy entrenador de Liga de Quito, admite que 15 años después aún se le pone la piel de gallina cuando cada año escucha la narración del gol de Iván Kaviedes, del que fue coautor y también valora más la calificación, pues la ‘Tri’ accedió a Corea-Japón 2002 solo detrás de Argentina y por encima de Brasil, Chile, Uruguay o Paraguay.

En diálogo con EL TELÉGRAFO recordó lo que significó aquel día y lo que tuvo que pasar en su carrera para conseguirlo, pues disputó 5 eliminatorias en total y a la cuarta disfrutó el momento más dulce de su carrera, con el pase al que sería su único Mundial.

¿Cómo analiza 15 años después la primera clasificación mundialista?

Uno recuerda con mucho cariño, pero deja de tener la euforia y la emoción de ese momento. Sin lugar a dudas se valora más lo que se hizo porque ves cómo se alcanzó esa clasificación. Fuimos segundos en la eliminatoria, detrás de Argentina y por encima de Brasil, Paraguay o Uruguay que en esos momentos eran potencias. Para nosotros fue extraordinario ser los primeros en llegar a un Mundial. Había que disfrutar un poco más, porque no es fácil disfrutar del fútbol cuando la presión es alta.

¿Hoy vivirá un día más o será especial?

Un día más. Es lindo recordar, porque cuando escucho las narraciones del gol, me emociono y aún se me pone la piel de gallina. Uno disfruta mucho eso, pero es un día más. Pudimos lograr algo que todos soñábamos, pero que nadie  había conseguido.                                                                                                                                                                                                        

Terminaron segundos con 31 puntos, la selección con mayor puntaje de las 3 que clasificaron en la historia. ¿Qué tuvo el equipo para lograr ese rendimiento?

Mucho compañerismo y mucha unión. Se apoyaba a los que jugaban y cuando nos tocaba estar ahí adentro dábamos el máximo. Eso generó un ambiente positivo, porque la historia del fútbol ecuatoriano estaba marcada por el racismo, por el regionalismo y esa selección rompió un poco con esos paradigmas. Cambiamos la historia en base al trabajo, a la unión y al sacrificio.

Disputó 5 eliminatorias en su carrera (1990, 1994, 1998, 2002 y 2006). ¿Cómo fue el proceso del fútbol ecuatoriano en todos esos años hasta llegar al Mundial?

Teníamos buenos jugadores y buen equipo siempre. Faltaba ese creer y querer, porque había muchas dudas. Sentíamos que siempre había equipos mejores que nosotros y esa parte de la duda te genera desconfianza. No podíamos entregar el máximo de esa forma. En la selección que clasificó sí creímos en nosotros y en nuestras posibilidades. Eso fue la parte fundamental para que la selección llegara: creer en nosotros. El “Sí se puede” era un grito del país, pero se convirtió en nuestro también.

Tenía 33 años cuando disputó esa eliminatoria. ¿Qué le pasaba por la mente en la cúspide de su carrera?

Tenía 33 ahí y ya 34 para el Mundial; ya era un hombre grande. Yo había renunciado previamente por problemas con los dirigentes, pero mi esposa (María Sol Sánchez) me convenció de volver al equipo nacional. Me dijo: “No pienses en los directivos, no pienses en otra cosa más que en la gente. Es la última oportunidad que Ecuador va a tener para llegar a un Mundial y tu última oportunidad de dar una alegría al pueblo”. Yo no sé si es media bruja, aunque yo siempre digo que es más bruja que media y a la final me convenció. Decidí jugar.

En esa eliminatoria se consiguen varias victorias determinantes fuera de casa, algo que parecía inalcanzable en anteriores procesos. ¿Qué cambió en el equipo para lograr eso?

Por eso sumamos esa gran cantidad de puntos, porque de local no ganamos todos los partidos, como en alguna ocasión se pudo haber hecho. Jugábamos a ganar adentro y afuera. A Bolivia le metimos 5 goles. No fue fácil, pero fue una de las mejores eliminatorias y una de las mejores selecciones.

¿En qué momento del torneo se da cuenta de que Ecuador tiene madera para estar entre los 5 primeros?

Arrancando la segunda vuelta. Incluso cuando fuimos a la Copa América de 2001 en Colombia, nuestra mente estaba en el Mundial. Fuimos allá a trabajar y a pensar en la segunda etapa para hacerlo bien. En la ronda de revanchas apenas perdimos un partido (2-0 contra Argentina en Quito). Ese equipo fue muy fuerte, porque no nos rendíamos nunca.

¿Cómo vivió las horas previas al choque contra Uruguay y el partido en sí, pues empezó en la banca de suplentes?

Muy nervioso, porque sabíamos que estábamos muy cerca de lograr el objetivo central. Teníamos 2 partidos para lograrlo, contra Uruguay en Quito y frente a Chile en Santiago. Por lo menos debíamos empatar para sellar el pase. Yo estaba lastimado y como suplente lo viví con desesperación porque empezamos abajo. A pesar de la confianza que uno tiene en sus compañeros, uno quiere estar ahí adentro y compartir lo que están viviendo. Pude entrar en el segundo tiempo; la idea era sacar lo mejor de mí y calificar.

15 años después, ¿recuerda con claridad los detalles del gol de Kaviedes?

Yo recibo la pelota detrás de la mitad de la cancha. El ‘Tin’ hace el movimiento hacia la izquierda, se la doy con un pase largo y controla en la zona del tiro de esquina. Desde que hice el pase arranqué para ayudar y tener de nuevo la pelota. Recibo el balón del ‘Tin’, miro hacia el área y veo un jugador de amarillo. Coloco la pelota y centro al jugador que venía, que era Iván Kaviedes, que en ese momento no sabía quién era. Afortunadamente cabecea muy bien y a festejar.

¿Cambió su vida a raíz de la clasificación? ¿Qué se movió dentro de usted?

Tenía satisfacción y mucha tranquilidad. A mí me costó mucho llegar a un Mundial. Los que empezamos hace años y los que estuvieron antes de mí, sabían de la dificultad de conseguirlo. Me acuerdo que habían frases como: “Jugamos como nunca y perdimos como siempre”, “Los convidados de piedra”, “Nosotros definíamos quién clasificaba porque dependía de cuántos goles nos marquen”, “Mediocridad”, “Malos”, “Maletas”. Me molestaba venir de México a una selección que no tenía ganas y no demostraba lo que podía hacer. En mi cabeza estaba la tranquilidad de haber cumplido.

¿Cómo fue el crecimiento del fútbol ecuatoriano después?

Fue un impulso grande, notorio. A mí me da mucho gusto por los jóvenes, porque ellos no sufrieron lo que nosotros. Les tocaron alegrías y desde ahí la historia fue otra: triunfos y éxitos. La confianza de los jugadores de saber que “sí se puede” y no decir “quién sabe si se pueda”. Eso ayudó mucho para el avance de nuestro fútbol. (I)

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