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El contragolpe como mecanismo y como recurso

El contragolpe como  mecanismo y como recurso
22 de marzo de 2016 - 00:00 - Claudio Campos, entrenador de fútbol

El fútbol es un juego que por tener entre sus características principales lo impensado, genera incertidumbre y atrae constantemente produciendo en las entrañas de todos algo difícil de explicar que los entendidos lo denominan pasión.  Puedo contar desde mi experiencia lo que se siente vivir situaciones muy dispares que se asemejan entre sí solo cuando se da el puntapié inicial.

Mucho se habla de volumen de juego, de tener transiciones rápidas e intentar dominar los partidos ostentando una mayor cantidad de tiempo la tenencia del balón, lo que en realidad no significa ni se acerca para nada a reducir al rival, si en realidad ese poder sobre lo más preciado para algunos equipos, que es la pelota, no tiene mensajes puntuales y profundos entre los ejecutantes distribuyéndola de tal manera que logren lastimar la oposición con soluciones establecidas y también desde el uso efectivo, pero también eficiente del balón. En muchas ocasiones el contrincante se deslinda de la responsabilidad y se agazapa en los últimos metros del campo de juego atrincherando la defensa en la línea del área grande como referencia, produciendo indefectiblemente espacios a propósito que deben ser aprovechados de la mejor manera y en el momento adecuado por los preestablecidos para esa tarea minuciosa que, si es bien concebida, puede ser un arma letal. Lo que debemos tener en cuenta -como en cualquier orden de la vida- es que no todo lo planificado sale como esperamos, y eso debe convivir con cada uno de los futbolistas para comprender que, si no resulta, deben volver a intentarlo porque la convicción, una vez adquirida, no se negocia. Dentro del análisis voy a contar una anécdota que puede ser referencia de cómo intenté contrarrestar el momento agrio que me tocaba vivir siendo relegado y poco utilizado; nuestro entrenador estaba terminando la charla previa al partido más importante de la temporada en el que, por decisión técnica,  yo estaba en el banco de suplentes y pregunta a todo el grupo: “¿Quién va a patear el penal?”, a lo que instantáneamente levanté la mano y dije: “Yo lo pateo”. “Pero estás de suplente”, indicó. A lo que respondí: “Sí, es verdad, pero usted seguro me pondrá en la segunda parte y tendré esa posibilidad”. Lo que realmente pude generar fue un contragolpe en mi situación dentro del equipo logrando asombro en los incrédulos y aceptación de la mayoría, mecanismo muy apropiado en un deporte que aplaude el show, pero que premia los resultados. Un reconocido entrenador argentino trabajaba toda la semana insistiendo en que los rechazos debían ser pases a los espacios vacíos que puedan sorprender al rival que, al tener el control del balón, se confía y no cubre bien sectores vulnerables que solo pueden ser apreciados por aquellos que potencien sus posibilidades al estar buscándolos en cada movimiento grupal. De esa manera obtuvo muchos títulos, pero nunca la aceptación popular que recuerda y aplaude eternamente a las propuestas que se aferran al buen gusto y son valientes al intentar atravesar barreras defensivas con movimientos predeterminados y explotando las capacidades individuales. Si revisamos en lo más profundo al contragolpe -también conocido mundialmente como contraataque- podemos descubrir que en su esencia está impregnado el concepto de intentar superar a un oponente que normalmente denota más caudal técnico entre sus piezas y que se desenvuelve sin esfuerzo dentro del campo de juego con herramientas muy legales, con la clara indicación de trabajar armónicamente entendiendo que, para batirlos, deben llenarse de paciencia conociendo que es la mejor aliada para sorprender y llegar al máximo objetivo que es el gol con impronta individual, mucha astucia y, por sobre todo, en un lapso de tiempo que sea efímero para poder dañar en lo más profundo al oponente y dejarlo herido en su accionar. Las caras opuestas de estas intenciones son el aguerrido equipo dirigido por el ‘Cholo’ Simeone y el ya mítico Barcelona, encabezado por Lionel Messi. ¿Alguien se imagina a este deslotado equipo hoy liderado por Luis Enrique retrocediendo y esperando con resignación el instante adecuado para exponer sus armas? Yo no, porque por naturaleza ese tipo de jugadores asumen el rol y aparte se divierten comprendiendo que sus acrobacias encantan al mandante con el que adquirieron una obligación casi tácita de entretenerlo siempre; pero de igual manera aplaudo y me rindo con admiración al gran ensamble que conformó el Atlético de Madrid, que convive con sus falencias, pero las utiliza como motivación para aferrarse a las únicas posibilidades que pueda tener en un partido de contragolpe y de esa manera, más que válida, hallar el resultado utilizando jugadores especialistas que se caracterizan por la falta de egoísmo, entendiendo que su correcto accionar es en beneficio de la idea madre. Al llegar a este punto no debemos confundirnos y pensar que solo algunos equipos pueden utilizar este método porque caeríamos en un falso concepto, ya que el contragolpe es una decisión consensuada y que debe ser útil, dependiendo el momento del partido. Y eso le puede ocurrir a cualquiera. La gran diferencia es que, para ciertos conjuntos, es una pieza clave y primordial del funcionamiento; y para otros, un atajo esporádico para resolver situaciones inusitadas. Muchos confirman que un equipo que juega al contraataque es muy mezquino y tiene pocas ideas grupales, a lo que contragolpeo diciendo que ese mecanismo es simplemente preventivo, conociendo debilidades propias y, para activarlo, hay que ser muy inteligente. (O)

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