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Carlos Tenorio: “Ya no quería jugar en el país, preferí colgar los botines”

Carlos Vicente Tenorio Medina, futbolista profesional, exmundialista.
Carlos Vicente Tenorio Medina, futbolista profesional, exmundialista.
Foto: Álvaro Pérez / EL TELÉGRAFO
09 de abril de 2018 - 00:00 - Javier Tamba

Todos hablan de él. Que se robaba los bolos de su madrina, que lo enviaron junto con su hermano Félix a un internado, que se empleó como albañil en la construcción de un hotel, que estuvo en las divisiones inferiores del Delfín, que se iba al puerto a trabajar en el negocio de mariscos... Alrededor de Carlos Vicente Tenorio Medina se reproducen muchos ecos.

En el barrio San José Obrero Alto de Esmeraldas todos lo conocen. La mayoría cantó hasta la afonía los dos goles que anotó en el Mundial “Alemania 2006”, el uno a Polonia y el otro a Costa Rica.

Amaris Medina (74 años), madre del delantero, cuenta que de adolescente Carlitos desvariaba. Ella se ganaba el sustento lavando ropa, él llegaba del colegio y le ofrecía comprar una lavadora, construirle una casa, darle dinero para que no sufra.

Tiempo después, lo que el preocupado hijo compraba con palabras comenzó a convertirse en realidad. Pudieron edificar el segundo piso de la vivienda y tener toda la línea de electrodomésticos. Tenorio brillaba en Liga de Quito, elenco con el que debutó en el profesionalismo en 2001, año en el que la “U” peleaba por ascender a la serie A.

Pero si eso le dio alegría, la doña no sale hasta ahora del asombro que le causó viajar a Catar y Emiratos Árabes. No se olvida del lujoso hotel bajo el mar que conoció en Dubái, donde se fotografió junto con un tiburón que parecía posar del otro lado del vidrio.

Félix (39 años), hermano del ariete, revela que en cierta época fueron a laborar a Manta; allí el exponente integró las formativas de Delfín por tres meses.

Bertha (40 años), su hermana, revela que de niños a Félix y Carlos los ingresaron al internado “La Ciudad de los Muchachos” porque lanzaban piedras a los techos del vecindario o cometían otras diabluras, como comerse los bolos que esperaba vender su madrina.

Carlos ya no reside en San José Obrero Alto pero, en la antesala de su retiro, quiere empezar a devolverle a su pueblo la admiración y el afecto que le tributan.

Machete en mano, participa de la minga con la que se termina la cancha “El Demoledor”, obra multiusos que levantaron el Ministerio de Educación y DirecTV.

En medio de las tareas surge el diálogo:

¿Está pensando en colgar los botines?

Creo que ya los colgué, aunque uno se retira del profesionalismo pero no de las canchas. Cuando comienzas solo piensas que tienes una vida por delante, pero a medida que pasan los años te das cuenta de que el cuerpo no te responde de la misma forma y vas entendiendo que son etapas que deben finalizar y tienes que programar otras.

¿Qué propuestas tuvo?

Estaba con la posibilidad de vincularme a Guayaquil City, estuvo el tema con Aucas, la posibilidad de quedarme en Bolivia, pero en sí el fútbol ecuatoriano era para mí una de las últimas opciones. La mayor parte de mi carrera la hice fuera del país, me formé de una manera distinta.

Qué no le gusta del fútbol local?

Afuera compartí con gente que tiene mucha amplitud y una visión diferente. Vienes al fútbol ecuatoriano y te encuentras con dirigentes que no manejan bien a los clubes, vemos jugadores a los que elogiamos tanto y luego se pierden. Hay que ser más duro con ellos, esas cosas te incomodan, porque lo mío ya no pasa por la situación económica, pasa por tratar de dejar un legado, de aportar con una idea que les puede servir a muchos.

¿Va a incursionar en la política?

No lo he pensado. Lo haré si eso va a ayudar al desarrollo de la comunidad. Me gusta ver la felicidad de niños que son iguales que yo o están en peores circunstancias; ahora por lo menos cuentan con una cancha de cemento, yo jugaba en la tierra. No tengo la necesidad de agarrar un machete, pero disfruto de la minga porque lo hago de corazón.

Estamos a las puertas del Mundial de Rusia, usted sabe lo que es vivir un mundial ¿Ha pensado qué pasaba si entraba esa pelota que usted pegó en el travesaño contra Inglaterra?

Esa Copa del Mundo nos marcó a todos los ecuatorianos. El nombre de Ecuador comenzó a sonar porque a selecciones como la nuestra siempre las ponen entre las que van a perder; después ganas y las apuestas cambian. Entonces viene la jugada de Carlos al minuto 11 y me digo ¡Por qué la pelota no entró! Por más que Ashley Cole llegó, la tocó... hay momentos donde razono: bueno, remato mal, la topa alguien y se mete al ángulo ¿O sea? y con esa debería haber pasado lo mismo.

¿Cuál es su lectura de la no clasificación de la “Tricolor” al Mundial Rusia 2018’?

Difícilmente ves a una selección empezar una eliminatoria ganando 12 puntos. Si le das 12 puntos a Brasil, a Argentina... te clasifican al mundial. Ese ha sido el mejor inicio de Ecuador en unas eliminatorias, pero nos quedamos. Tenemos que recapacitar, sobre todo los jugadores, debemos ser autocríticos, preguntarnos: ¿Yo qué estoy haciendo mal, qué puedo aportar en lo individual y en lo colectivo?.

¿Cómo toma las quejas de Christian Noboa en torno a que no había ni patacones?

Si Ecuador clasificaba ninguno de esos comentarios existiría. Nunca la Selección se manejó así, no sé por qué ahora se dan este tipo de reglamentos con la comida. Siempre que hay un partido las figuras son los futbolistas. Si el jugador está bien, de seguro te va a rendir de la mejor manera. Pero más allá de mendigar una naranja, no por eso mañana vas a jugar al 50%. Son excusas que no tienen nada que ver con lo futbolístico.

¿Qué se debe hacer?

Estuve rodeado de jugadores de mucha trayectoria: Álex Aguinaga, el “Tin” Delgado, Ulises de la Cruz... cuando tú quieres ser mejor, mirar a esas personas ya es un aprendizaje y mucho más escucharlas. No quieren oír, se creen cracks y eso no les ayuda ni a ellos ni al país. Necesitamos un proyecto, una identidad, algo que nos dure, como a Brasil, Argentina... A veces la culpa no es de los muchachos ni de los entrenadores ¿Qué hacen los dirigentes? no son todos, pero algunos no les cumplen a los jugadores.

¿Le fue difícil adaptarse a los países árabes?

Las costumbres, la cultura, son complicadas, pero a mí se me facilitaron porque no andaba buscando diversión, licor... El idioma nunca fue un obstáculo, no lo hablo pero lo entiendo; hay personas que se meten en la cabeza que la religión es un problema, pero nadie dice que si vas a un país árabe debes hacerte musulmán.

¿Por qué recibió de regalo un auto Lamborghini?

Fue en 2007, cuando ganamos la Copa del Emir de Catar con el club Al Sadd. Como premio, el Príncipe me hizo este obsequio, algo que se ve solo en las películas, mas en la vida real cualquier cosa te puede pasar. Quedé muy agradecido con esta gente, pero siempre traté de que las cosas materiales no confundan mi vida personal.

Usted pasó del fútbol barrial al profesional ¿Cómo llegó a ser un elemento de élite?

En el fútbol barrial puedes encontrar jugadores de calidad. Yo siempre fui deportista, incursioné en el atletismo, corría en los 100 y 200 metros, lo hacía en los Juegos Intercolegiales con el Colegio Ángel Barbisotti; eso me dio velocidad, potencia, fue un punto a favor. Lo que debía aprender en las inferiores, como a cabecear bien, lo aprendí de grande, cuando llegué a Liga. Pero siempre estuve en la playa, en las barriales, compitiendo con personas de mayor edad, así desarrollas una viveza diferente y cuando llegas a un equipo profesional se te simplifica todo.

¿En cuál liga barrial estuvo?

En la Cinco de Agosto y en la Isla Piedad, en el equipo La Jaiba Sport, que era de un hermano, de los pescadores.

¿A qué figura que siempre quiso ver en persona pudo conocer?

Al francés Thierry Henry. En 2008 tuve la oportunidad de jugar el amistoso Francia-Ecuador que perdimos 2-0. Henry no actuó, estaba en el banco, era ver a mi ídolo. Quería intercambiar las camisetas y hablar con él, no se pudo pero lo tuve cerca. Ese partido fue en Grenoble.

¿Alguna vez pensó ser algo distinto a futbolista?

Iba a seguir con la mecánica industrial, que es lo que aprendí en el colegio. Me gustaba mucho manejar el torno, la suelda... pero entré al fútbol y me fue bien.

¿Intentó estudiar en la universidad?

Muy difícil, el fútbol es una dedicación de lleno. ¿Qué haces cuándo estás estudiando y te vas de viaje o te vas a vivir de un país a otro? Yo terminé el bachillerato y después entré al fútbol, fue todo tan rápido, nunca tuve tiempo.

De niño fue hincha de Barcelona ¿Ahora siente más apego por Liga?

Esa es una pasión que llevas de niño. Ves la televisión y todo es Barcelona, pero cuando ya comienzas a vivir el fútbol dentro de una liga barrial, en un playero, vas teniendo conciencia por dónde decidirte y más aún cuando llegas a tu primer equipo profesional, le vas agarrando cariño. Yo tengo un aprecio grandísimo por Liga de Quito y mayor todavía por el Al-Sadd de Catar que fue donde gané todo. Pasé seis años allí.

¿Algún técnico que haya marcado su carrera?

El “Turco” Asad, “Bolillo” Gómez, Xabier Azkargorta, el holandés Co Adriaanse... siempre seguí con mucha atención sus instrucciones. El técnico difícilmente habla de manera individual, solo lo hace cuando un jugador está cometiendo errores. Normalmente, como el fútbol es un deporte de equipo, las charlas son colectivas, todos escuchamos. (I)

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