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El Telégrafo
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Entrevista / martín mandra / exfutbolista argentino nacionalizado ecuatoriano- entrenador

Martín Mandra: “Acá me siento más querido que en Argentina”

Martín Mandra: “Acá me siento más querido que en Argentina”
19 de abril de 2015 - 00:00 - Augusto Itúrburu

Martín Mandra camina por la avenida Víctor Emilio Estrada (Urdesa), al norte de Guayaquil, con total naturalidad. No conoce la ciudad pero cada paso lo da con seguridad, como si estuviera en la avenida 9 de Julio de su natal Buenos Aires.

Viste un short, una camiseta, y no tienen nada más que un teléfono celular en las manos. Ha llegado a la ciudad porteña para asistir a reuniones con potenciales auspiciantes  de un partido de despedida que él mismo se está organizando.           

En 2010 dejó de ser jugador profesional vistiendo la camiseta del Manta Fútbol Club. Pero, como ocurre con muchos jugadores, no tuvo su partido de despedida. Por eso decidió preparar su juego del adiós, vistiendo la camiseta de sus amores: la del Deportivo Quito.  

Usted jugó en 17 clubes de 7 ligas diferentes. ¿Por qué se le pegó tanto la camiseta del Deportivo Quito?  

Todo futbolista tiene un lugar favorito y especial en el mundo y yo lo descubrí en los últimos años de mi carrera en Ecuador. En este país me sentí bien desde que llegué en 2007 al Deportivo Azogues, donde jugué 6 meses con un gran nivel. Pero con el Deportivo Quito viví una  experiencia extraordinaria cuando ganamos el título que había sido esquivo durante 40 años. Ese campeonato hizo que el cariño del club y de la hinchada se quedase para siempre en mi corazón.      

¿Y qué lugar ocupa el DT Carlos Sevilla en esta historia?  

Uno muy especial. Fue él quien me trajo al Azogues y cuando se hizo cargo del Quito me llamó y me dijo que me tenía en sus planes. Después tuvo que irse por un problema con el presidente.     

¿Cómo es él?  

Es muy exigente, se fija en todos los detalles dentro y fuera del campo de juego, mira mucho a los rivales. Gran parte del mérito del título de 2008 se lo lleva él. En los entrenamientos era muy serio, quería que uno como jugador diera todo su esfuerzo. Si teníamos que ir a tomar un café íbamos, conmigo se portó muy bien. Mi familia está muy agradecida con él. Hablamos seguido. Tiene una buena relación con mi papá.        

¿Y con la hinchada cómo era su relación?   

Conocían perfectamente lo que había hecho en el Azogues. Confiaban en mí y vieron que me entregaba por completo en cada jugada. También me tuvieron mucha paciencia. El primer gol que hice fue en la sexta fecha y desde ese momento no paré. A medida que pasaban los partidos logramos un ‘feeling’ mutuo, de ellos hacía mí y de mí hacia ellos, eso hizo que el cariño fuera grande.

¿Y cómo lo tratan cuando regresa a Quito?     

La gente me saluda en la calle, me recuerda mucho. En las redes sociales me mandan muchos mensajes de cariño. Cuando estoy en Quito voy al estadio, se acercan para agradecerme.     

¿Qué significa el estadio Olímpico Atahualpa para usted?

El otro día fui a ver un partido entre Deportivo Quito y Aucas; sentí emoción por estar en una cancha en la que hice muchos goles y tuve muchas alegrías. En ese estadio viví los momentos más lindos de mi carrera. Cuando entré me dieron ganas de jugar.   

En 2011 trascendió que volvía al club para retirarse, ¿por qué no lo hizo? ¿Qué pasó?  

El único club en el que quería jugar en los últimos años de mi carrera era en el Quito. Ese año me preparé muy bien, hablé con la dirigencia de turno y ellos dijeron que querían ver cómo estaba físicamente. Me pagué los pasajes y la estadía y vine para que me vieran. Pero el Quito estaba cambiando de presidente cada dos o tres meses y no había estabilidad. Pese a eso yo había decidido quedarme con un sueldo mínimo, pero no se sabía ni quién iba a ser el presidente, ni quién iba a firmar el contrato. Decidí irme para no darle un  problema más al club.

Eso en la parte dirigencial, pero ¿qué pasó con el visto bueno del técnico, se lo dio?

Estaba el profesor Juan Carlos Garay, pero tampoco me decía nada claro. Me decía que era cuestión de los dirigentes y los dirigentes decían que era cuestión del técnico. No se ponían de acuerdo.     

¿Y no tuvo otras propuestas?

Sí, me llamaron clubes de ascenso que estaban peleando por subir a primera, también hubo llamadas de  equipos de primera. Pero yo solo tenía ganas de jugar en el Quito y nada más y así fue que decidí dejar el fútbol sin cumplir esa ilusión.

¿Cuáles fueron los partidos más emocionantes que jugó con el Deportivo Quito?  

Los que jugamos contra Liga de  Quito. Los clásicos de 2008 eran vibrantes, ganamos los dos partidos de la liguilla tanto en Casa Blanca como en el Atahualpa. Eso nos permitió salir campeones. También los partidos contra Barcelona, que se jugaron siempre con estadio lleno.   

¿Cuál es el gol que más le gustó de los que marcó en Ecuador?

Los dos que marqué en Casa Blanca en la liguilla en el 2-0 en 2008. Principalmente el segundo gol que me fui por izquierda solo con un pase de Léider Preciado y le rematé cruzado a Alexánder Domínguez.

Más que la jugada, la gente recuerda el festejo imitando el aleteo de una gallina. ¿Por qué celebró así?  

Porque en la semana un hincha me dijo que si hacía un gol, por favor lo festejase así, que era su sueño ver un festejo de un jugador del Quito así en Casa Blanca. Cuando hice el primer gol, la verdad que se me olvidó y después, en el segundo, cuando lo hice, se me vino a la cabeza el pedido del hincha.

Alguna anécdota que le sucedió en Ecuador, fuera de la cancha...

En 2008 tuvimos muchos problemas económicos en el Quito y teníamos reuniones típicas de plantel, las hacíamos todos los días para ver qué hacer. Eso nos hizo fuertes como grupo, jugamos por la gloria, como nos decía el profe Sevilla: “jugar por la gloria y no por el dinero”. Y así logramos ese título, junto al profe.
Y el regreso de Latacunga, después de salir campeones, fue un momento histórico. Fuimos a la Plaza del Teatro, con la caravana que se hizo como 4 horas. Fue increíble. Era un sueño bajar del micro (bus) en plena carretera, saltar con los hinchas, festejar, abrazarnos, fue emocionante.

De los defensas que enfrentó en el fútbol ecuatoriano, ¿cuál fue el más difícil de pasar?

José Luis Perlaza, que es un defensor alto y fuerte. También Javier Chila, un defensa que conjuga bien la fuerza y la rapidez.  Cuando jugaba en Argentina, estaba Iván Córdova, que después se fue al Inter de Italia; era muy duro y rápido.   

¿Hincha de qué equipo es en Argentina?

De Boca Juniors, donde hice parte de las inferiores. Soy socio ‘xeneize’ y fanático a muerte.

En 2003 Leonardo Bohrer lo anunció como refuerzo de Barcelona en una rueda de prensa, ¿por qué no vino?   
En 2003 tuve la posibilidad de venir a Barcelona, cuando estaba jugando en Rosario Central. Alfaro Moreno, con quien había jugado en Ferro de Argentina, me había dado buenas referencias. Todo estaba listo, pero a último momento el técnico de Central, Miguel Ángel Ruso, me dijo que no me iba a dejar ir porque precisaba que yo me quedara. Tuve que llamar al ‘Beto’ y a la dirigencia para decirles que no podía venir porque el técnico  no me daba el pase libre para salir. Tenía hasta el pasaje listo para viajar.   

¿Y cómo se dio lo de Azogues?

Siempre quise jugar en Ecuador y cuando hubo la oportunidad vine y me encontré con un fútbol muy lindo. Azogues es una ciudad chica, pero su gente vive el fútbol a  plenitud. Desde el primer partido que jugué, que fue ante Barcelona, me fue muy bien, hice un gol. Y ahí jugué 22 partidos, hice 11 goles y clasificamos a la liguilla. Luego llegó la propuesta del Quito.    

¿A qué edad supo que iba a ser futbolista?  

Inicié a los 5 años, jugando por diversión de chico. Pero mi papá quería que fuera futbolista. Siempre me llevaba al estadio y a los partidos, fue el compañero número uno. A los 13 años llegué a Argentinos Juniors, después pasé a Boca Juniors, donde estuve hasta los 18 años. Me fui de Boca a  Racing. Ahí jugué dos o tres partidos en formativas (sub-18) y a los cinco meses ya estuve jugando en primera.     

¿Combinó la práctica del fútbol con alguna otra actividad?

Trabajaba con mi papá. Él tenía un puesto en la calle donde vendíamos ropa para chicos, medias,  cadenitas, juguetes. Según la fecha que venía, si era el Día del Niño vendíamos juguetes, si era el Día de la Madre poníamos ropa de damas; desde los 7 años estuve con mi padre trabajando en la calle.  Estudiaba, pero dejé de ir al colegio a los 15 años cuando pasé a Boca Juniors; ahí me di cuenta de que no me gustaba el estudio y me dediqué al fútbol.  

¿Trabajar desde pequeño en la calle fortaleció su carácter?

Aprendí a valorar mucho más las cosas, a cuidar el dinero que uno gana, más aún si hay sacrificios de por medio.  Con mi papá salíamos a trabajar a las cuatro de la madrugada y regresábamos a la casa en la noche. Ese tipo de experiencias me han ayudado a conservar la humildad.  

¿Y cuánto le aportó la calle en su carrera futbolística?

Mi papá me cuenta que cuando él era chico jugaba los partidos en la vereda o en la calle porque no pasaban tantos autos y de ahí salían muchos jugadores buenos. Yo alcancé a jugar así, pero se ha perdido ese hábito. Ahora los chicos juegan mucho play station y eso hace que pierdan picardía. Les falta ‘potrero’, como decimos en Argentina.  

¿Qué hizo con el dinero que ganó? ¿Lo invirtió?

Cuando estábamos en Argentina, compré propiedades. Ahora puse un salón de fiestas infantiles. También tengo un negocio de venta de ropa con mis hermanas. Tengo unas propiedades en arriendo. En  2008 compré departamentos con un socio en Quito. No soy millonario, pero estoy tranquilo.

¿Cómo es la relación con su padre?

Mi papá es mi único amigo. Fui futbolista gracias a él, porque cuando no me salían bien las cosas siempre estuvo al lado mío alentándome.   

¿Por qué le dicen ‘Buitre’?

Cuando jugaba en Chicago, en 1997, había un hincha que tenía una radio y como yo era rápido y fuerte me puso ‘Buitre’ por la velocidad. Me decía que volaba, que picaba y que me comía a los defensores. Por eso me puso ‘Buitre’.         

¿A qué futbolista, de los que enfrentó, admira?

Cuando estuve en España jugué contra Figo -que estaba en Barcelona-. Extraordinario jugador. Y después en Argentina jugué contra dos cracks: Juan Sebastián Verón y Juan Román Riquelme.

¿Alcanzó a jugar con Diego Maradona?

No, estuve cerca de Maradona cuando yo jugaba en Racing, en las formativas. Diego era técnico de primera, nos veíamos todos los días en los entrenamientos.      

Si fuera dirigente de un club ¿a qué técnico contrataría?

Acá en Ecuador contrataría a Carlos Sevilla, porque lo conozco muy bien, sé lo profesional que es. Y como siempre hablo con él, su sueño es dirigir afuera en un fútbol importante y si fuera dirigente afuera, también lo llamaría.

¿Qué pasó con Léider Preciado en 2008 en el Monumental, ¿por qué él le dio un cabezazo?    

Discutimos por una jugada normal. Él estaba un poco nervioso en ese partido o tenía problemas personales, vino y me pegó un cabezazo. Pero después se disculpó y como teníamos buena relación seguimos ahí.

¿Es verdad que le pidió a la dirigencia del Deportivo Quito que eligiera entre usted y él?

Sí, después del partido se lo dije a Sevilla y a los dirigentes.  Pero fue un momento de calentura mía. Al otro día el profesor nos juntó en las oficinas del Quito y él me pidió disculpas y quedó todo ahí.

¿Cuál es el mejor futbolista ecuatoriano que ha visto?

A mí me gusta mucho, aunque ahora bajó un poco el nivel, Antonio Valencia, que es un referente del fútbol ecuatoriano. Después, aunque lastimosamente se nos fue, Christian Benítez, un delantero que me encantaba. Y de los que están ahora Ángel Mena me gusta mucho, el ‘Diablito’ Lara también. A mí me gustan los jugadores rápidos, que desequilibran. Ahí está Franklin Salas, que está levantando el nivel.

¿A qué arquero del fútbol ecuatoriano le costó hacer gol?

A tres: Máximo Banguera, Alexánder Domínguez y Marcelo Elizaga.

Después de haber jugado en 7 países, ¿por qué decidió naturalizarse ecuatoriano?

Porque el cariño y el respeto que me dieron acá no me lo dieron en ninguno de esos países. Me siento mucho más querido acá, que en mi propio país. Lo que gané acá no lo logré en ninguna parte del mundo.

¿Qué diferencias ve entre el fútbol ecuatoriano y el argentino?

El ritmo de juego es más intenso en Argentina. Se vive con más pasión, los hinchas son enfermos del fútbol y se lo hacen sentir a los jugadores y así se juega más presionado. Acá es mucho más tranquilo. No hay mucho fanatismo.    

¿Y cómo fue cuando estuvo en España en el Rayo Vallecano?

Super profesional. Hay que ir muy preparado. De pronto yo no llegué  preparado por la juventud que tenía. Llegué al Rayo Vallecano que estaba en la primera división y era muy organizado, los horarios  estrictos; en los entrenamientos se juega muy fuerte, como en un partido y tienes que adaptarte rápido porque el técnico no te da tiempo de nada. También se participa de muchos eventos sociales con los dirigentes y el cuerpo técnico.

¿Qué necesitó para ser mejor futbolista de lo que fue?

Quizá más confianza de los técnicos que me dirigieron cuando jugué en España y Alemania. Pero con todo lo que hice estoy feliz, no me arrepiento de nada.

¿Recuerda alguna opción fácil de marcar en la que haya fallado?

Acá en Ecuador recuerdo una jugada en que me lesioné, contra Barcelona, cuando jugaba en el Quito en el Atahualpa. Fue un centro desde la punta derecha al segundo palo -en la liguilla del 2008-: entré, salté alto, cabeceé, la pelota pegó en el palo y salió. Yo, con el impulso que venía, choqué la costilla con el palo, me la fisuré y estuve casi 20 días sin jugar. Pero si ese gol lo hacíamos ganábamos el partido.  Y en Argentina, en un clásico Newll’s- Central: pateó un compañero, el arquero dio un rebote, todo fue rápido, yo estaba abajo del arco, puse el pie y se fue el balón por encima del travesaño.

¿Cómo es su familia?

Todos están en Argentina. Tengo 2 hijos: Sofía, de 13 años, y Mateo, de 4.  

¿Apoyaría a sus hijos si quisieran ser futbolistas?

Lo que ellos quieran. Por ahora no les gusta. Talvez Mateo sea piloto de auto porque le encantan los carros. Mi hija Sofía está estudiando, quiere ser modelo.

¿En Quito usted vivió solo o con su familia?

Yo no sirvo para estar solo. Siempre estuve con mis dos hermanas grandes y mi mamá. Siempre fui el mimado de la casa, al que le hacían todo y sigo siendo así ahora.

¿Seguirá vinculado al fútbol?

En Argentina estoy trabajando en las formativas de Chicago; me graduaré de técnico a fin de año y seguramente voy a ser técnico acá en Ecuador. Mi gran ilusión es ser director técnico del Quito y sacarlo campeón. Sé que algún día eso se hará realidad. (D

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