El reglamento internacional de los torneos de fútbol no contempla ni menciona sueldos, exposiciones mediáticas, condiciones de trabajo y mucho menos capacidades. En las mesas futboleras donde se discuten una y mil veces las mismas situaciones es inconcebible que se encuentre una concordancia cuando dos sentimientos diferentes opinan de sus amados colores, pero normalmente sí se llega al punto en común que aquellos equipos que conviven con la tan deseada estabilidad tienen un plus sobre los demás, algo que tiene mucho de veracidad, pero no el poder de vulnerar lo mágico de un deporte que ostenta en su esencia lo imponderable e inexplicable por sobre todas las cosas. El último resultado del actual dominador del torneo local, como lo es Liga de Quito, denota en su análisis un profundo respeto a las bondades que pueda tener quizás en menos cantidad un conjunto azotado por desilusiones y que naufraga aferrado a una luz que se ve en un horizonte muy lejano, gracias a las ganas de un grupo de nobles deportistas que luchan sin escatimar esfuerzos procurando el milagro. Este Liga de Loja que sorprendió en Casa Blanca al conjunto de Luis Zubeldía, tácitamente dejó en el tapete la consigna clara de que no existen tales diferencias en nuestro torneo, en el cual las propuestas, más allá de ser diferentes, se avecinan en el caudal individual que gozan en sus filas y que esporádicamente marcan diferencias de gran magnitud. Con este ejemplo podemos revisar otras situaciones y podremos comprender que el balompié nacional vive un momento de paridad muy particular que tiene diferencias en la regularidad que tienen los que pelean puestos altos con los demás, pero que en el análisis de cada duelo podremos concordar que los partidos no tienen en la previa un ganador asegurado. El año y el calendario nos dicen que la recta final está frente a nosotros y, para el bien de los amantes de este deporte, el campeonato está que arde porque las posibilidades están intactas en todos los frentes dando un ingrediente especial que seguramente le pondrá drama y mucha atención durante las fechas venideras. Una vez más debemos rendirnos a este apasionante deporte que demuestra a propios y extraños que el único secreto es ir partido a partido sin subestimar a nadie y mucho menos considerar que las economías juegan un papel más preponderante que la responsabilidad de diseñar proyectos futbolísticos con miras al futuro  sustentados por convicciones deportivas y de fuertes bases de dirigencia, donde la gestión debe ser el caballo de batalla. El fútbol ecuatoriano evoluciona en diferentes aspectos, aunque le cuesta mucho en otros, por eso este tipo de resultados donde el último le gana al primero que goza de diferencias abismales en su propia casa debe ser un punto de inflexión para entender que el funcionamiento de los clubes no tiene que ser abrazado por caprichos y tampoco por el exitismo infundados, sino por ideas a largo plazo que garanticen la estabilidad de los propios clubes, inyectando de esta manera un atractivo especial al torneo que, gracias a su paridad, capta la atención de un público ávido de emociones. (O)