Ecuador, 14 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Tres decisiones fatales del piloto, clave de la tragedia del Chapecoense

Los peritos colombianos y extranjeros intentan dilucidar las causas de la catástrofe aérea.
Los peritos colombianos y extranjeros intentan dilucidar las causas de la catástrofe aérea.
Foto: AFP
30 de noviembre de 2016 - 20:20 - Rafael Croda / Corresponsal Colombia

Cuando un piloto de aviación sabe que entre más reduzca los costos de un vuelo más será su ganancia económica personal, puede ocurrir lo que sucedió la noche del lunes, cuando el avión Avro RJ-85 que transportaba al equipo de futbol Chapecoense se precipitó a tierra con 77 pasajeros y tripulantes a bordo, 71 de los cuales murieron.

Las grabaciones del diálogo que sostuvieron minutos antes del accidente el piloto de la aeronave accidentada, Miguel Quiroga, y la controladora de tráfico aéreo del aeropuerto de Rionegro, Janeth Molina, no dejan lugar a duda de que el Avro RJ-85 de la línea boliviana Lamia se estaba quedando sin combustible.

Este audio, divulgado ayer por varios medios colombianos, y el hecho de que el avión no estalló ni se incendió al impactarse en el cerro El Gordo, a solo 13,1 kilómetros de la pista de Rionegro, son indicios que los peritos que investigan el accidente consideran “muy sólidos” para sustentar la hipótesis de que la aeronave comandada por Quiroga se desplomó por falta de combustible.

En esa línea trabajan los peritos colombianos y extranjeros que intentan dilucidar las causas de la catástrofe.

Lo que quizá nunca sea aclarado es por qué Quiroga tomó tres decisiones que resultaron fatales para los 77 pasajeros y tripulantes que viajaban en ese avión, para sus familias y para millones de personas y aficionados al futbol que están conmocionados por la trágica desaparición de un modesto equipo de provincia que había hecho la proeza de llegar a la final de Copa Sudamericana.

La primera decisión errónea del piloto fue no haber hecho escala en Cobija para reabastecerse de combustible, como indicaba el plan de vuelo. Esa ciudad boliviana está 963 kilómetros al noroeste de Santa Cruz de la Sierra, de donde partió la aeronave de Lamia.

Es decir, Cobija está 963 kilómetros más cerca del aeropuerto de Rionegro, que es el que atiende a Medellín. Esta ciudad sería el destino final del Chapecoense pues el equipo brasileño debía disputar ayer miércoles el partido de ida de la Copa Sudamericana con el Atlético Nacional.

El general retirado Gustavo Vargas, director de Lamia, no se explica por qué Quiroga no se reabasteció de combustible en Cobija. “Tenía que ir a Cobija, que es en Bolivia. De Cobija tenía que ir a Medellín. Pero ellos se fueron directo hasta Bogotá”, dijo al diario colombiano El Tiempo.

Algo que puede explicar la alteración del plan de vuelo que hizo el piloto Miguel Quiroga es que, además de que era el comandante del vuelo accidentado, el Lamia 2933, era copropietario de la aerolínea. La fundó hace dos años junto con el también piloto y coronel retirado de la Fuerza Aérea Boliviana, Marco Antonio Rocha.

Y Lamia es una pequeña aerolínea que operaba hasta el lunes con tres aviones Avro RJ-85 de fabricación inglesa que había arrendado. Dos de ellos están en reparación en un hangar en Cochabamba, Bolivia, y el tercero fue el que se accidentó el lunes.

Sólo se dedica a realizar vuelos chárter, en especial para equipos de fútbol. En la aeronave que se fue a pique habían viajado, según Gustavo Vargas, las selecciones de Argentina, Bolivia, Ecuador y Paraguay, así como equipos sudamericanos. Entre ellos, el Atlético Nacional de Medellín, que sería el rival del Chapecoense en la final de la Copa Sudamericana.

Con un avión en operación y dos en reparación, Lamia era una aerolínea modesta. De acuerdo con Vargas, “no tenemos rutas, nuestros vuelos no son muy seguidos (...), empezamos a volar vuelos chárter porque no pudimos crear una aerolínea aérea de vuelos regulares con destinos fijos, por la poca economía que teníamos”.

Es apenas lógico suponer que las decisiones del piloto Miguel Quiroga pudieron estar determinadas por su intensión de abatir costos operativos y que, entre la disyuntiva de apegarse con rigor a los protocolos de seguridad aérea o maximizar sus utilidades, pudo haber optado por lo segundo.

El reabastecimiento de combustible del avión de Quiroga en el aeropuerto de Cobija le hubiera costado a Lamia alrededor del dos por ciento de los 130.000 dólares que cobró al Chapecoense por el vuelo chárter, sólo por el uso del aeródromo, más el costo del gasoil.

El presidente de la Asociación Colombiana de Aviadores Civiles, Jaime Alberto Hernández Sierra, considera que si Quiroga si se hubiera reabastecido de combustible en Cobija, ese vuelo habría llegado a Medellín. Esto, desde luego, de que se determine que esa fue la causa del siniestro.

Según las especificaciones técnicas del Avro RJ-85 de fabricación inglesa que piloteaba Quiroga, la aeronave tiene una autonomía de vuelo de 2.965 kilómetros. Estos son 901 kilómetros menos que el trayecto de Cobija a Medellín, pero son 10 más de los que había volado ese avión cuando se desplomó en el cerro El Gordo.

Los minutos finales

La segunda decisión inexplicable de Quiroga es por qué no aterrizó en el aeropuerto de Bogotá, que le quedaba en el trayecto hacia Medellín.

Para el director de la aerolínea, Gustavo Vargas, “si él (Quiroga) consideraba que no tenía combustible, tenía que entrar a Bogotá a reabastecer. El aeropuerto de Bogotá, según el plan de vuelo, era el alterno para cualquier cosa”.

Y la tercera decisión fatal la tomó el piloto boliviano cuando se acercaba al aeropuerto de Rionegro, con problemas de combustible que ponían en riesgo el funcionamiento del avión, y en lugar de declararse en emergencia pidió prioridad de aterrizaje.

Una declaratoria de emergencia por escasez de combustible le hubiera generado a Lamia una multa de 25.000 dólares por la grave violación de las normas de seguridad aérea que implica una situación de esa naturaleza.

Los audios de la conversación entre Quiroga y la controladora de tráfico aéreo del aeropuerto de Rionegro, Janeth Molina, quien estaba de turno el lunes por la noche, indican que el piloto boliviano y copropietario de Lamia se resistió hasta los últimos segundos a declararse en emergencia, que en los protocolos de la aviación implica emitir la señal de socorro “Mayday”.

--Solicitamos prioridad para la aproximación (aterrizaje) debido a que se nos ha presentado un problema de combustible –dice Quiroga por la radio de la aeronave.

La controladora le responde que le dará “vectores” (indicadores electrónicos de rumbo y altura que le da la torre de control a los pilotos para guiarlos hacia la pista) pero le aclara que estima que puede hacer “la aproximación” en unos siete minutos.

--Solicito vectores para acercamiento, señorita –insiste Quiroga.

--Atento –responde la controladora--, tengo una aeronave por debajo suyo efectuando la aproximación y adicional están realizando una revisión de pista. ¿Qué tiempo tiene para permanecer en su aproximación?

--Estamos con emergencia de combustible, señorita –suplica el piloto con voz de angustia—, por eso le pido de una vez curso final.

Pero en vez de darle prioridad al avión de Lamia en el que viajaba el Chapecoense, la controladora Janeth Molina le pide al vuelo de Avianca 9352 que inicie el acercamiento a la pista.

--Le solicito descenso inmediato –suplica Quiroga.

Enseguida, Molina cancela la autorización de aterrizaje al vuelo de LAN 3020 y le pide a Quiroga que vire a la derecha para hacer un descenso y aproximarse a pista.

Pero es evidente que el piloto no tiene tiempo de hacer esa maniobra y exclama: “Vectores, vectores, señorita, vectores en la pista”.

La controladora indica que ya lo perdió del radar y le pide que notifique el rumbo.

--Estamos con rumbo 360, 360 –dice Quiroga.

Molina le pregunta a qué altitud viene.

--9.000 pies, señorita… vectores, vectores…

Es lo último que se escucha decir al piloto del avión en que habían de perder la vida 71 personas, entre ellas 19 jugadores del Chapecoense, directivos y el cuerpo técnico del club, 20 periodistas y aficionados que seguía al modesto equipo brasileño que llegaría a Medellín a jugar el primer partido de la final de la Copa Sudamericana.

Contenido externo patrocinado