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Deschamps, capitán y entrenador de éxito que gestó un nuevo estilo

Los jugadores franceses elevan en brazos al adiestrador Didier Deschamps después de vencer a Croacia y coronarse campeones del mundo.
Los jugadores franceses elevan en brazos al adiestrador Didier Deschamps después de vencer a Croacia y coronarse campeones del mundo.
Foto: Agencia AFP
15 de julio de 2018 - 12:50 - Agencia EFE

El 12 de julio de 1998, Didier Deschamps capitaneó el primer éxito mundialista del equipo de Francia. Veinte años y 3 días más tarde, ya como seleccionador, dirigió brillantemente la segunda conquista gala para cerrar un círculo que solo otros 2 hombres en la historia del fútbol lograron trazar.

El brasileño Mario Zagallo, 2 veces campeón del mundo como jugador (1958 y 1962), guió a la “Canarinha” desde el banquillo en México 1970. El alemán Franz Beckenbauer, triunfó en 1974 y 1990.

Dos décadas separan los momentos más culminantes en la carrera del Deschamps futbolista y entrenador, presente en las finales de Saint-Denis y de Moscú, en 1998 y 2018.

Esas son 2 ciudades imborrables en la memoria del preparador de Bayona, de 49 años; también de todo aficionado “bleu”, ya entregado inexorablemente a la figura de Didier, con contrato hasta 2020.

Antes del inicio del certamen, coincidiendo con la renuncia de Zinedine Zidane a seguir en el Real Madrid, alguno sugería el próximo relevo. Clausurado el Mundial con el trofeo en manos, parece postergado ese debate.

La copa era una exigencia para él después de la Eurocopa de 2016. La selección anfitriona falló en el Estadio de Francia, en la última ronda. Cedió por 1-0 ante el combinado de Portugal, dado un gol de Éder en el minuto 109 de la prórroga.

Entonces Deschamps no supo corregir la euforia que en el vestuario desató el triunfo en semifinales ante la anterior campeona del mundo, Alemania.

Asumió su error y, con un equipo notablemente remozado -repiten en la convocatoria mundialista solo 9 jugadores-, pidió a sus pupilos “calma”, “concentración” y “confianza”.

Con ese ánimo compitió el bloque capitaneado por Hugo Lloris ante los Vatreni, solo derrotados en la final de un Mundial excelso para ellos, pero especialmente primoroso - aun sin exhibir una versión vistosa- para los 23 muchachos citados por Didier Deschamps.

El extécnico de Mónaco, Juventus y Olympique de Marsella, enrolado a la selección “bleu” desde 2012, consiguió el título más importante de su carrera como entrenador.

Tenía el subcampeonato de la Liga de Campeones de 2004 con la escuadra monegasca como logro más reseñable; ahora luce en su palmarés un Campeonato del Mundo.

En realidad, 2. Porque él recogió, como capitán, la primera copa dorada del fútbol francés una tarde de julio de 1998. Dos décadas después de aquella victoria comandada por Zinedine Zidane y remachada por Emmanuel Petit su nombre volvió a abrazar la historia.

Como Mario Zagallo y Franz Beckenbauer, Didier Deschamps es campeón del mundo en el césped y en el banquillo. Antoine Griezmann, Paul Pogba y Kylian Mbappé rubricaron la hazaña en Luzhniki. 

Kanté, Pogba, Mbappé... nuevo estilo 

Una adaptación de la famosa canción “Go West” de los Pet Shop Boys retumba en las calles de Francia. “A gauche NGolo Kanté, á droite N’Golo Kanté, derriére N’Golo Kanté, devant Kylian Mbappé”.

“A la izquierda, Kanté, a la derecha Kanté, detrás Kanté, arriba Mbappé”. Por todos los sitios aparece Kanté, el mediocentro de una familia de 8 hermanos que de niño fundía a con su esfuerzo a los críos en Suresnes.

Es el termómetro del nuevo estilo que se ha impuesto en el Mundial tras una generación donde el toque tildado de tiki-taka por España, copiado luego por Alemania en el siguiente Brasil 2014, y que ahora invita a pensar en el cambio de guardia, en la aparición de un nuevo modelo, repleto de matices, que sale reforzado de este Mundial.

Ha sido el Mundial de Pogba. El Mundial de los atletas. Enorme en el despliegue físico y eficaz ayer en el estadio Luzhnikí de Moscú con su gol en el 3-1. Y por supuesto de Mbappé, un futbolista que mezcla lo mejor de Ronaldo Nazario y de Thierry Henry. Cambio de ritmo, fortaleza y velocidad con clarividencia además en los metros finales para vacunar a sus rivales.

Francia disfrutó de Griezmann. En Francia, algunos le llaman Grizou haciendo un paralelismo como Zidane en el Mundial de Francia 98. A él no le hace gracia el apelativo. Prefiere que le llamen Grizi. Y es que Griezmann pone la aceleración, la chispa y la elegancia en el contragolpe, donde se siente como pez en el agua a la hora de dirigir el arreón y el vértigo con la pelota pegada al pie.

Deschamps ha creado un módulo similar a lo que él era como futbolista. Él era un motorcito. Los de ahora son Pogba y Kanté. (I)

 

 


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