México y Argentina quedarán para la estadística en el inicio del proceso de Gustavo Quinteros en la dirección técnica de la Selección Ecuatoriana de Fútbol. Después de pasar las presentaciones de rigor, entrevistas, sondeos de aceptación popular y de miles de tertulias periodísticas cruzando gustos, deseos y conceptos futbolísticos, llegó la hora de la verdad. Y es allí cuando por naturalidad se pierde el equilibrio y cada uno inicia su propio proceso.   

Este deporte no comprende los tiempos reales de cualquier profesión y exige desde el primer minuto, pero es mi obligación detallar al menos un pequeño párrafo de los primeros días del nuevo cuerpo técnico con sus gladiadores.

Con seguridad hubo algún contacto telefónico del entrenador y jugadores, con otros viajó en el mismo vuelo y los conoce desde su última aventura en el cuadro ‘eléctrico’ y con la mayoría se dieron el primer apretón de manos en la concentración de Los Ángeles, hasta ahí los pasos normales de entendimiento mutuo.

Los descansos pertinentes, curas de sueño por las diferencias horarias, presentación de los integrantes y ahora responsables de cada área, primera charla técnica con videos incluidos y normas de convivencia grupal dieron el puntapié inicial a una relación de trabajo que tiene millones de ojos esperando su accionar.

Lo difícil de los primeros días es establecer conceptos y quitar vicios futbolísticos acentuando la idea madre, siempre priorizando las capacidades de cada convocado. Con esto como premisa se trabaja sin mucha carga física llevando el convencimiento al aspecto intelectual del futbolista, que también vive días anormales en los que necesita encontrar la afinidad y confianza necesaria con su nuevo guía. La hora pactada llegó. Un marco imponente esperaba a los dos combinados y fue allí donde pudimos recién desmembrar cuáles fueron las primeras ideas que invadieron al plantel ecuatoriano. Presionó en tres cuartos de cancha, intentó triangular cerca del área rival y buscó en más de una ocasión pases entre líneas para romper trincheras defensivas. Faltó coordinación en el retroceso y se notaron dudas en una dupla inédita Mina y Erazo, que en más de una ocasión invadieron el sector opuesto dando como resultado el único gol del partido.

Quedó un buen sabor de boca por la propuesta, se avizora un cambio, el resultado pudo ser justo si Bolaños acertaba el penal, pero eso es una circunstancia.

Más allá de lo que suceda hoy frente al equipo de Messi, es indispensable tener claro que es ambicioso perseguir y buscar logros, pero también encontrar un patrón de juego, un estilo donde podamos sentirnos orgullosos de nuestro equipo nacional e inflar el pecho por eso. El resultado es importante, pero no es todo. No le busquemos la quinta pata al gato.