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La Doce se sobrepuso a la derrota en Quito con un conato de violencia

Rafa Di Zeo les da ‘instrucciones’ a los hinchas de Boca Juniors, al finalizar el partido que perdieron contra IDV.
Rafa Di Zeo les da ‘instrucciones’ a los hinchas de Boca Juniors, al finalizar el partido que perdieron contra IDV.
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Esteban quiere llevarse una empanada de morocho a la boca. La toma entre sus dedos con un papel manchado de aceite y alguien, de pronto, se la arrebata. Entonces, suelta, sin ánimo de queja: “¡con 5 empanadas le di de comer a toda La Doce!”.

Transcurre el entretiempo de la semifinal que disputan Independiente del Valle (IDV) y el Club Atlético Boca Juniors (CABJ) por la Libertadores y Esteban, quien alojó a una decena de hinchas argentinos en su casa del norte de Quito, se da cuenta de que tiene los bolsillos vacíos. En la general sur del Estadio Olímpico Atahualpa las empanadas no escasean pero se escabullen. Los barrabravas ‘xeneizes’ han dejado a uno de sus anfitriones con hambre.

Esteban tiene un tatuaje con el escudo de CABJ en el pecho y llegó a Ecuador cuando era adolescente. Había crecido en Buenos Aires, Argentina, país del que ya no conserva el acento, pero sí la devoción por el fútbol. Esteban no es hincha de ningún equipo ecuatoriano porque cree que el suyo es el mejor del planeta y, luego de resignarse a no comer en la fría noche capitalina, se quita la grasa de las manos para seguir cantando con sus amigos foráneos.     

Rostros visibles de una banda

La barra brava de Boca tiene una fama peculiar. Sus integrantes no solo se autodefinen como la hinchada más grande y mejor organizada del mundo, sino que su trayectoria incluye un prontuario de incidentes que reflejan la escalada de violencia en la historia del fútbol.

El protagonismo de los líderes de la barra quizá solo se puede resumir explicando su nombre: La Doce es una referencia directa al ‘jugador número 12’, la masa que alienta desde las gradas y que se piensa -o le hace creer a todo el mundo- que es imprescindible.

El capo en funciones, Rafael Di Zeo comparte la dirigencia de la facción más cómoda de La Doce con un exenemigo, Mauro Martín, y ambos no podían perderse el partido más importante que Boca ha disputado en territorio ecuatoriano.

Di Zeo y Martín llegaron al Atahualpa junto a medio centenar de hinchas, todos uniformados con ropa deportiva, de la marca de turno. Adentro, colgaron banderas, se sacaron fotografías con otros aficionados, como si fueran celebridades, y se instalaron en el paravalanchas, esa suerte de trono improvisado desde el cual los barrabravas pontifican con cánticos, órdenes o golpes.

Los incidentes en esta copa

La Doce -para este caso 6 de sus cabecillas, entre quienes estaban Rafa y Mauro- fue expulsada de Paraguay 11 días después de que el Club Cerro Porteño disputara con Boca Juniors el segundo partido por los octavos de final del mayor certamen continental interclubes. La causa: unas horas antes del cotejo del 28 de abril, centenares de hinchas argentinos fueron acusados de protagonizar desmanes en Asunción. La media docena de dirigentes fue apresada para esclarecer todo.

Antes del encuentro Independiente-Boca, la prensa argentina difundió imágenes de los líderes de la barra posando frente al Monumento de La Mitad del Mundo. En Argentina, un periodista recordaba la vez en que quiso investigar a las barras bravas desde dentro, pero recibió amenazas. “La barra brava de Boca es violenta y es un error mezclarla con hinchas locales”, escribía en un email mientras los hinchas argentinos se enteraban, por boca de sus anfitriones, como Esteban, de que no ocuparían la general noroccidental y nororiental del Atahualpa sino que, por su cantidad, estarían en la general sur.

Gustavo Grabia es quizá el reportero que ha explorado de manera más profunda las entrañas de La Doce. Publicó un libro con el subtítulo “La verdadera historia de la barra brava de Boca” y suele tener una relación que lo acerca a las hinchadas, cuando hay violencia, o que lo aleja, cuando hay amenazas. En todo caso, Grabia siempre está informado y sobre La Doce le dijo a EL TELÉGRAFO lo que fue un presagio más alentador que el de varios de sus colegas: “La barra va (a Quito), pero no creo que con intenciones de generar desmanes. Después de lo que ocurrió en Paraguay, están con un perfil bajísimo”. Y sí, todo líder, si quiere sobrevivir, tiene que limpiar su nombre, aunque sea de vez en cuando.

La afición ecuatoriana de Boca

Julio tiene a su hijo de 5 años montado sobre sus hombros y toma con las manos un celular para hacer una foto de la hinchada de IDV mientras se escuchan las notas del himno argentino. Cuando los altavoces del Atahualpa exhalan el “Salve, oh patria”, el padre de familia le dirá a su hijo que se fije en el silencio de los barrabravas. Pifiar parece una costumbre más ecuatoriana que porteña y, sin preverlo, Boca acaba de sumar un infante a su hinchada.

Una decena de gradas abajo de Julio y su hijo está Rafa Di Zeo, a quien otros hinchas ecuatorianos le han pedido tomarse unas ‘selfies’. El capo, que parece tener más edad de la que tiene, posa entre globos y banderas, sonríe muy levemente, reparte saludos. Mauro Martín, en cambio, es más parco: se cambia de lugar en la grada cuando alguien se le acerca; mira fijamente, como un toro a punto de embestir y habla con sus amigos, evita a los desconocidos.

Aunque pueda parecer una contradicción con la camiseta, otros anfitriones de la hinchada de Boca pertenecen a barras ecuatorianas, como los del Club Deportivo El Nacional que aparecen en la general. Un exdirigente de la Marea Roja piensa que “El único equipo que representa al fútbol ecuatoriano es la selección (...) Pero, en cuanto a esto de los barristas, siempre hay solidaridad. Somos fraternos con determinados equipos de fuera”.

Antes del cotejo, que terminó con marcador adverso para Boca, el exdirigente se mostró preocupado por una veintena de barrasbravas bonaerenses que se habían retrasado al encuentro debido a que, el miércoles pasado fueron detenidos por una requisa en Lima, Perú, que estaba en el mapa de su periplo por tierra.

Quienes lideran La Doce se han convertido en figuras que se plasman como efigies en banderas, la memoria colectiva y los medios de comunicación pero, para los ecuatorianos, su calidad de celebridades terminó cuando empezó a rodar el balón.

Cerca de un barrabrava argentino que lleva un gorro con la consigna “La Doce / unida / jamás será vencida” en letras amarillas, Di Zeo alza los brazos como un director de orquesta que dirige con precisión de relojero los cánticos de su equipo. Se abrazará con Martín cuando el volante Pablo Pérez anote el único gol que Boca marcó esa noche, un gesto de compañerismo que hubiera sido imposible en 2011, cuando Mauro se pasó un dedo por el cuello en La Bombonera, amenazando de muerte a Rafael y a su hermano, Fernando, quienes acababan de salir de la cárcel y querían retomar el control de la barra que, para entonces, según Grabia, recaudaba $ 300 mil por mes en actividades que incluyen asociación ilícita, cargo por el que todos estos líderes han estado tras las rejas.

Durante la primera semifinal solo hubo un conato de incidente, pero La Doce todavía es la que fue. (I)

Datos

Cerca de 2.000 aficionados de Boca Juniors entraron al estadio Olímpico Atahualpa para presenciar el partido que el equipo argentino perdió 2 a 1 frente a Independiente del Valle, en la primera semifinal de la Libertadores.

Un conato de incidente se produjo después de que hinchas de Independiente le lanzaran una botella a la hinchada argentina. El cordón policial apostado en la General sur del estadio Atahualpa controló la situación.

La revancha se jugará el 14 de julio. Independiente lleva la ventaja de un gol y el equipo que dirige Guillermo Barros Schelotto se muestra confiado, en medio de la mayor crisis que ha vivido el fútbol argentino debido a conflictos dirigenciales.

El aforo en Quito se redujo, por medidas de seguridad, a 35.742 asistentes. Antes del partido se lanzaron juegos pirotécnicos.

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