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El Telégrafo

La desilusión en el fútbol unió a Karl Egloff con la montaña

La desilusión en el fútbol unió a Karl Egloff con la montaña
26 de diciembre de 2014 - 00:00

Quiso ser futbolista profesional, pero las amenazas de “romperlo” (lesionarlo) que recibió de sus potenciales ‘compañeros’ y la falta de respaldo de sus padres le hicieron abortar aquella aspiración.  
No obstante, con el paso del tiempo, agradece que su nombre aparezca en los podios de las ultramaratones, antes que en la alineación de algún equipo.

A sus 33 años, Karl Egloff, el único ecuatoriano que practica el speed climbing (escalada de velocidad), suma victorias en esta modalidad en la que incursiona desde este año. Su última hazaña fue el primer lugar en los 47 kilómetros de la competencia extrema ‘Mammut Andes Infernal’, que se desarrolló el pasado sábado, en Sierra Nevada, Chile.

Temperaturas de menos de 25 grados, falta de oxígeno y ráfagas de viento de hasta 100 kilómetros por hora hicieron de esta lid un lugar indeseable en el planeta, al punto que los organizadores detuvieron el paso de los corredores en la parte más alta de la ruta, a los 5.400 metros.

La victoria, reconfortante para el quiteño, quien terminó el recorrido en 6 horas con 53 minutos, (6h53m) solo lo empuja a su siguiente desafío: imponer un nuevo récord de velocidad en el Aconcagua, en febrero próximo.

La meta de Egloff es desplazar la marca del español Kilian Jornet, quien el pasado martes se tomó 12h49m en subir y bajar los 6.962  metros del Aconcagua, la cima más alta de América.  
El ibérico logró superar el récord en el Aconcagua, que desde enero de 2013 le pertenecía al portugués Carlos Sá, al anotar 15h42m. Y también se impuso al crono del asturiano Jorge Egocheaga, de 13h46m, registrado en 2006, pero que nunca se oficializó.                   

El capitalino viajará a Argentina el 5 de febrero para aclimatarse, eso implica varios ascensos y descensos de la montaña objetivo. La travesía por la marca mundial la realizaría el 18, 19 o 20 de febrero. Para legalizar el crono, su carrera será controlada por expertos del Parque Nacional de dicho pico.

De cara a la excursión, Egloff preparará un equipo con atletas que le marquen el paso y guías que puedan socorrerle en caso de emergencia. Estos acompañantes serán indispensables a la hora de levantarle el ánimo, alentándole a no decaer en los 88 kilómetros de ida y vuelta que suma la trepada al pináculo del Aconcagua. 

Hasta ahora, la mejor actuación del quiteño se produjo el 13 de agosto último, fecha en la que subió y bajó los 5.892 metros de altura del Kilimanjaro, la cumbre más elevada de África, en 6h42m, reduciendo el tiempo de Kilian Jornet, 7h14m, inscrito hace 4 años.   

¿Por qué lo hace?

Cuando se le pregunta por qué se dedica al speed climbing, una disciplina que somete al exponente a las bajas temperaturas, el desnivel, la nieve, las celestes pupilas del corredor se iluminan. Su respuesta es simple: “por vencerme a mí mismo, soy yo contra la montaña. En este deporte no existen rivalidades personales. Cada uno debe vencer su fantasma, sus propios miedos”.   

Entrenarse en esta modalidad no solo demanda un exigente plan de ejercitación física, sino además una estricta gimnasia mental, aquella que ayudará al expedicionario a revitalizarse y no desfallecer en ningún momento.  

Este aleccionamiento es posible sometiendo al cuerpo siempre al límite. Pasando mucho frío, hambre, sed y durmiendo poco. Egloff  asegura que  eso le ayuda con frecuencia a endurecer el carácter y estar listo para lo peor. 

Más cerca del cielo

Karl siempre sintió apego por los deportes. Practica fútbol, ciclomontaña, montañismo y ahora escalada de velocidad. La inclinación por las actividades al aire libre le vino del padre, Charly Egloff, un consumado montañista tradicional con quien, como polluelo de cuscungo, aprendió a ‘volar’.  

Susana (39 años), la mayor de sus hermanas, comenta que desde niño le era incómodo quedarse quieto; para Karl nunca existieron jaulas. La muerte de su madre, cuando él tenía 15 años, se constituyó en el peor momento de su vida. A partir de ahí emigró a Zúrich (Suiza) y encontró su escape en el deporte rey.

Durante 8 años invirtió tiempo en el balompié; jugó en los clubes FC Zúrich y FC Grasshopper, donde se desempeñó como volante derecho. También se probó en el FC Zúrich Affoltern. Al retornar a Ecuador, cuando tenía 26 años, pidió una oportunidad en la institución de sus amores, Deportivo Quito, donde dirigía el montenegrino Dusan Dráskovic.

Debido a las advertencias de agresión que le hicieron sus colegas, Karl abandonó el empeño a los 2 días. No requería vivir del fútbol y menos coincidía con la discriminación. Era tonto pensar que por ser rubio y tener ojos claros debía pelear con alguien por ganar un puesto. Este hecho lo ligó más al andinismo. Algo conmovida, Susana recuerda que su hermano suele repetir que, al estar en cualquier cumbre, se siente más cerca del cielo y, por ende, de su madre. De alguna manera, la cordillera le devuelve lo que el cáncer le quitó.

Otra razón para amar los ascensos es aprender a apreciar las cosas sencillas de la vida. “El frío, el viento, la neblina... te hacen reflexionar. Qué lindo es recibir un plato de sopa caliente, tener un techo y descansar. Luego de esforzarme al máximo, lo único que deseo es regresar a casa y estar con mi familia”, manifiesta.     

La sensibilidad de este exponente, dice Juan Fernando Moscoso, directivo de Explorer, le hace merecedor a la confianza y auspicio de la marca.  
La calidad humana, actitud y personalidad son las llaves de su éxito y le muestran a la ciudadanía que las disciplinas de aventura no únicamente son desafíos extremos, sino también ejemplos de superación. 

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