La vorágine diaria y el falso deseo de ser exitosos nos alejan del romanticismo que es en definitiva donde se originó todo.  Algunas décadas atrás la sociedad consumía y veneraba los destellos de arte que realizaban los artistas que saltaban a sus escenarios con la consigna clara de brindar un momento de goce y satisfacción a un público ávido de buen gusto. ¿Qué paso en el deporte rey para que pasen a segundo plano aquellas fintas indescifrables y lujos técnicos cerca del área rival, y sean tapadas por las sombras de lo práctico y lo correcto? Considero que se juega como se vive y que cada paladar tiene gustos diferentes.

Si hacemos un repaso por la historia encontraremos que la pelota fue tratada de diferentes maneras, y que sus destinos fueron distintos gracias a la importancia que le dieron cada uno dentro de sus prioridades. Europa siempre aplaudió al jugador valiente que fuera capaz de representar los deseos de todos consumiendo el total de sus energías para ser un digno batallador desde la trinchera que le tocara defender. En cambio en nuestros países las múltiples idiosincrasias lograron que los bohemios del balón se apoderaran de los corazones de aquellos adeptos que acudían a los estadios en busca de momentos alegres y de espontáneas carcajadas.

Al inicio de cada temporada los equipos plantean sus objetivos deportivos donde incluyen y tienen muy presente el veredicto que puedan generar gracias a sus acciones en la hinchada y hoy también en la prensa.

Me incluyo en el lote de personas vinculadas a este deporte que en algún momento priorizó alcanzar el triunfo de la manera que sea, sin escatimar recursos.   Con el paso del tiempo y escarbando en las experiencias vividas pude contemplar que lo perpetuo solicita en su manual de presentación otros valores que no se pueden negociar y más en esta pasión llamada fútbol que nació de lo estético. Hay modelos futbolísticos actuales que nos dicen desde sus gestos que por sobre las formas están las ideas, y que se puede llegar a ellas respetando los parámetros más profundos que parten del estilo, convicción y fantasía.

Se puede ser campeón jugando de todas las maneras posibles, lo que no garantiza quedar en el libro de los recuerdos, sino solo ser registrado con frías letras llenando estadísticas que con el correr del tiempo perderán su color.

Arsene Wenger es el director técnico del Arsenal de Inglaterra desde hace 19 años y a pesar de contar con grandes presupuestos no obtuvo en su periplo tantos logros deportivos como se puede pensar, pero estoy convencido de que todos los apasionados de este deporte lo recordarán para siempre por lo que intentó desplegar en cada una de sus alineaciones, que siempre son ambiciosas y respetuosas con el espectador.

El fútbol nos dio y da tanto que se debería comenzar a fortalecerlo desde sus entrañas y eso es responsabilidad de todos, entendiendo que hoy es un negocio vinculado al éxito, pero subrayando que eso no sea la prioridad y logre apartarnos de llegar al propósito de una manera más noble y siempre honrando los caminos del buen gusto. Ganar, gana cualquiera, lo que nos hace diferentes es  la manera de cómo lo logramos. (O)