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El Telégrafo

El fútbol sudamericano y su hora oscura

El fútbol sudamericano y su hora oscura
06 de julio de 2018 - 15:16 - Esteban Ávila

Sudamérica sucumbió en Rusia. Su nivel competitivo alcanzó para "heroicas" clasificaciones a octavos de final, como fue el caso de Argentina, o para perder en penales el paso a cuartos (Colombia). La última "bandera" de la Confederación Sudamericana de Fútbol, Brasil, terminó cediendo frente a una Bélgica desbordante de talento individual y orden colectivo.

España 1982 fue el último Mundial emblemático (pues lo sucedido en Alemania 2006 tuvo sus bemoles) sin presencia de un equipo sudamericano entre los cuatro mejores del torneo. Aquella vez, italianos, alemanes, polacos y franceses desplazaron al Brasil de Zico y la Argentina de Maradona, cuyas despedidas fueron muy disimiles. Mientras Brasil se fue cultivando el estilo ancestral y murió en la suya, la albiceleste no pudo ante el desgaste definitivo de un equipo que, cuatro años antes, había coronado el logro máximo.

Hoy, las circunstancias son diferentes. El fútbol sudamericano reitera errores claves. El peor, dentro del campo de juego, es depositar la esperanza de triunfo en individualidades. Neymar, Messi, James terminan por cargar sobre sus hombros el peso de una labor colectiva que no necesariamente cuenta con su influencia total y absoluta. Argentina es el caso más palpable de este "caudillismo" -cualquier parecido con la realidad política continental es coincidencial- donde Messi es una expresión técnica que no tiene correlación ni complemento con gran parte de sus compañeros.

El fútbol sudamericano se debate en medio de la emotividad, donde "la garra" ha pasado a ser un valor supremo y cantar el himno nacional a gritos o, mejor, con lágrimas en los ojos se pondera más que el desempeño ordenado y eficiente en el campo de juego. Paradójicamente, Uruguay es uno de los pocos países de la zona que escapa de esta dinámica. Con Óscar Washington Tabárez en el banco, el cuadro celeste ha jugado los tres últimos mundiales en un caso inusual de respeto al proceso y a la línea. La derrota no ha quedado reducida al nivel de drama, ni la victoria es una epopeya. 

¿Qué hacer? Conmebol fue, junto a la Concacaf, la confederación más golpeada por el Fifagate. Nueve de las diez federaciones del continente terminaron con sus presidentes en la cárcel. Tal impacto dirigencial resulta aún difícil de digerir y los proyectos brillan por su ausencia. Mientras países europeos como  Inglaterra e Islandia entraron en auténticos programas de replanteo de la actividad y otros como Bélgica y Francia le sacan provecho a la migración, acá las metas siguen supeditadas a la inspiración, al caudillismo y a "la garra". Difícil seguir compitiendo así y la única opción es ver triunfos ajenos por televisión. (O)

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