Hay un hecho que los aficionados al fútbol en España acaban de volver a recordar. Sucedió el 17 de mayo de 2006 en el Stade de France, en París. El FC Barcelona disputaba la final de la Champions League frente al Arsenal. Ganaban los ‘gunners’ cuando su DT, Arsene Wenger, decidió hacer un cambio para conservar el resultado: sustituyó a Cesc Fàbregas por un joven francés llamado Mathieu Flamini para reforzar su centro del campo. 

La apuesta le salió fatal. Bastaron unos minutos para que el Barça diera la vuelta al partido. Y no es que Flamini, que entonces contaba con 21 años, tuviera la culpa de aquella dolorosa derrota, pero su futuro quedó irremediablemente asociado a aquella final. Tras aquel episodio, su carrera futbolística comenzó un lento declinar. Del Arsenal pasó al Milán, luego regresó al club londinense hasta que finalmente recaló en el humilde Cristal Palace. 

El pasado verano se quedó sin equipo y en diciembre se sometió, como un meritorio que busca hacerse hueco para subsistir, a una prueba con el Getafe CF de España. Desde febrero forma parte del plantel azulón aunque solo ha participado 17 minutos debido a problemas musculares.

En el club están contentos con su entrega diaria. Entrena con ardor y se comporta con humildad ejemplar. Hasta ahí, todo normal.   

El único detalle que le diferencia del resto de sus compañeros es que siempre acude a los entrenamientos vestido como un hombre de negocios. Porque, en realidad, Flamini es un exitoso hombre de negocios. Desde su primer año en el Milán.

En la capital lombarda fundó en 2008 la empresa GF Biochemicals junto a su amigo y economista Pasquale Granata. Una firma que hoy está valorada en $ 36.000 millones. Lo curioso es que lo ha mantenido en secreto durante siete años. O mejor dicho, no ha tenido la necesidad de explicarlo.

Según relata, todo nació de su inquietud por el deterioro del medio ambiente y las consecuencias del cambio climático. “Quería hacer algo para pararlo”, comenta el francés. Y empezó a trabajar con ingenieros de las universidades de Pisa y Milán que desarrollaron la novedosa tecnología que ha convertido a Flamini en el futbolista más rico del mundo. Más que Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar juntos.     

Mientras sus compañeros de profesión invierten los descomunales beneficios que les reporta dar patadas a un balón en negocios inmobiliarios, grandes viñedos, en el sector turístico o, simplemente, se lo pasan en grande dentro de mansiones fortificadas forrados de dinero, el centrocampista marsellés financió la producción de ácido levulínico, una sustancia química que puede sustituir al petróleo y sus derivados.

En la actualidad, tiene oficinas abiertas en Holanda y EE.UU., además de Italia, que dan trabajo a 400 empleados.

Y construyó su empresa en secreto, como él mismo detalla, sin comentarlo ni a sus propios familiares. “No quería preocuparles porque al principio se trataba de destinar mucho dinero a la espera de si salía o no adelante”, afirma ahora Flamini que, fiel a su estilo futbolístico, contempla su perfil empresarial como una carrera de fondo.

Por algo se le conoce como el ‘Hombre maratón’. Por la cantidad de kilómetros que recorre en cada partido disputado. Sobre las misteriosas causas que le empujaron a no retirarse del fútbol tras verse sin equipo el pasado verano, volvió a mostrar la discreción que le acompaña. “Nunca había jugado en España y quería tener una experiencia aquí”, explicó el jugador. 

Quienes le rodean aseguran que se trata de una persona sensible y humilde que cumple su palabra. (I)