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El Telégrafo

El misterioso número 10

El misterioso número 10
17 de junio de 2018 - 00:00 - Michael Villacís

En las olimpiadas del colegio yo siempre pedía llevar el número 10 porque vi jugar a Zico y Maradona en el Mundial de España del 82 y en México del 86. Portar el gran 10 en la espalda es todo un orgullo y un privilegio. En el Mundial de Suiza de 1954, por primera vez, los futbolistas tenían un número fijo para todo el campeonato.

Los jugadores titulares portaban los primeros 11 números en el equipo. Pero la importancia de la 10 nació en el Mundial de Suecia, con la aparición del brasileño Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé. Él, con su habilidad y calidad, inmortalizó ese número, le dio brillo y estatus en el fútbol. Armó la jugada.

Sin embargo, ni el propio Pelé sabía que llevaría ese número 10. Todo fue por casualidad o, como dicen otros, por obra del universo. Cuando la Confederación Brasileña de Deportes (CBD), actualmente Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), envió la lista de los jugadores convocados para el Mundial de 1958, nunca colocó los números. Este problema lo resolvió Lorenzo Villizzio, un uruguayo miembro de la FIFA, quien escogió al azar los números para los brasileños.

Por ejemplo, Didi (el mejor futbolista del 58’) jugó con el 6; Garrincha con el 11. Todo indica que los números fueron escogidos aleatoriamente y nadie conocía al joven Pelé (17 años) para darle ese número privilegiado, fue cuestión del destino.

La leyenda fue aún más fuerte con la aparición de ‘El Pibe de Oro’, Diego Armando Maradona, que no defraudó vistiendo aquella numeración. Con el tiempo, esa camiseta se hizo más grande y hasta se convirtió en sinónimo de crack: solo los jugadores técnicos, hábiles, esos que tienen el equipo al hombro, los de las ideas, los creativos, los que divierten al público con una jugada ‘maestra’, tenían la honra de lucir ese número en la espalda.

Llevar el 10 es una responsabilidad en la mayoría de países del mundo. En Argentina o Brasil, por ejemplo, ese número solo está al alcance de los privilegiados con técnicas para pasar, rematar y gambetear. Un jugador cerebral debe leer los partidos y contar con una visión extraordinaria del campo de juego.

Hoy, sea o no por casualidad, la camiseta 10 resulta distinta a las demás. Es icónica, solo está destinada a los futbolistas que  hicieron algo único y transformaron esa cifra en una leyenda o en un sueño.

Pero la ausencia de esa camiseta es cada vez más frecuente en las ligas del mundo. Es evidente cuando se ve a un equipo atacar con el pelotazo como único recurso. Y, sin duda alguna, Lionel Messi, ese chico que creció en Rosario (Argentina), o Neymar, de Brasil, son parte de esos privilegiados que escriben la historia del balompié y hacen grande al equipo. (I)

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