No va más. Más allá de si este fin de semana vuelve o no el fútbol en Argentina tras un receso interminable derivado de protestas, falta de fondos y una huelga de profesionales, Santiago Bianchi se cansó de tanto manoseo y anunció su retiro.

El futbolista de 33 años se formó en Vélez Sársfield y jugaba hasta esta semana en Comunicaciones, de la Primera B metropolitana, tercera división del fútbol argentino. Su sueldo mensual básico como delantero del humilde club del barrio de Agronomía (Buenos Aires), era de alrededor de 11.300 pesos (unos
$ 700). Se estima que una familia tipo necesita 14.000 pesos ($ 875) para no caer en la pobreza. “La principal causa de esta determinación es que necesito tranquilidad para mí y mi familia”, le comentó Bianchi al diario deportivo Olé.

El ahora exfutbolista es un ejemplo de las penurias que viven desde hace meses los jugadores argentinos y de otras nacionalidades que actúan en los distintos torneos del ascenso y hasta de la primera división local que hace meses que no reciben sus salarios a raíz de la crisis que arrasa con la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).

La situación se agravó por la decisión del gobierno de Mauricio Macri de cancelar el contrato del programa ‘Fútbol para Todos’ (FPT) por el cual se transmitían los partidos de la fecha en forma gratuita y que dejaba fuertes ganancias a los clubes. El gobierno pagó el jueves un resarcimiento de 350 millones de pesos ($ 21,8 millones) por la finalización del contrato y ese dinero fue girado a los clubes, pero la huelga de los futbolistas se mantenía hasta la tarde de ayer.

Macri, en campaña, había prometido mantener FPT hasta 2019, pero incumplió su palabra y el fútbol cayó cuesta abajo en un tobogán de  incompetencia de sus dirigentes. Bianchi no podía vivir solo del fútbol aun antes de estallar la crisis. “Paralelo al fútbol tengo otro trabajo y ahora le voy a dedicar más tiempo. Hoy es lo que sostiene a toda mi familia. Prefiero dar un paso al costado y darle prioridad al tema económico”, enfatizó.  

Bianchi no es el único. Un ejército de futbolistas del ascenso argentino tiene otro trabajo para complementar sus ingresos. Hay miles de futbolistas en esa situación.    “No tenemos ni para comer”, reseñó a la prensa local un jugador de Juventud Unidad de Gualeguaychú, que milita en el Nacional B, segunda categoría. “La situación es muy complicada”, terció Martín Michel, de Ramón Santamarina de Tandil, de la misma divisional.

Ramiro Montenegro, defensor de Excursionistas, de la tercera categoría, empezó a trabajar en la construcción, mientras su colega Marcelo Vega, de Almirante Brown, se metió en el negocio de la venta de ropa. “Como los recursos no alcanzaban, alguien me ofreció empezar a vender ropa y arranqué a hacerlo con mi hermano. Les vendo a conocidos. Así puedo hacer una moneda para subsistir en tiempos complicados. Tengo tres hijos. Estoy acostumbrado a darles todos los gustos y esta situación es un dolor muy grande”, dijo al diario Clarín.

En el interior del país la situación no es mejor. El lateral Jonathan Valenzuela, de Deportivo Roca, del torneo Federal A, tercera división, comenzó a trabajar como repartidor de pizzas en la ciudad de Roca, en la Patagonia austral. “Acá está muy complicado. Les debo plata a familiares y a varios conocidos. Lo de las pizzas me sirve para la comida, pero así es imposible llegar a fin de mes”, indicó. El arquero del equipo, Maximiliano Paniccia, empezó a trabajar en una finca y el delantero Kevin Guajardo en una panadería. El capitán, Fernando Fernández, eligió clases en una escuela de fútbol.

Los jugadores de Rivadavia de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires y que disputan el mismo torneo, organizaron una venta de pizzas caseras que ellos mismos preparan. En el norte del país, el volante Diego Sueldo, de Altos Hornos Zapla, de la cuarta división, ahora hace sándwiches de milanesa en su casa y se los vende a sus vecinos mientras espera cobrar sus sueldos atrasados. (I)