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El Telégrafo

La expectativa por el duelo Independiente del Valle-Atlético Nacional rebasó el aforo del escenario cantonal. Para la revancha, el Municipio anuncia que instalará pantallas gigantes en varios puntos de la localidad

El estadio Rumiñahui quedó chico para ver la final por TV

Familias enteras llegaron el miércoles pasado desde temprano al estadio Rumiñahui de Sangolquí para ver el partido en las pantallas gigantes que se instalaron en la cancha del escenario deportivo. Banderas, pitos, serpentinas y otros implementos se utilizaron por cientos para alentar al equipo de sus amores.
Familias enteras llegaron el miércoles pasado desde temprano al estadio Rumiñahui de Sangolquí para ver el partido en las pantallas gigantes que se instalaron en la cancha del escenario deportivo. Banderas, pitos, serpentinas y otros implementos se utilizaron por cientos para alentar al equipo de sus amores.
Foto: Mario Egas/El Telégrafo
22 de julio de 2016 - 00:00 - Wilmer Torres

Son las 17:00, faltan 2 horas y 45 minutos para que empiece la final de ida entre Independiente del Valle (IDV) y Atlético Nacional de Medellín, en el estadio Olímpico Atahualpa. En Sangolquí hay ambiente de carnaval y rumba. No se habla de otra cosa que no sea fútbol. Hasta Víctor Manuel Salazar, de 90 años, sabe que la noche de ese miércoles será diferente.

Este carpintero de profesión no deja su bastón de madera, que construyó hace un año. Tampoco se desprende de sus anteojos, de su gorra y de sus zapatos punta de fierro, visiblemente desgastados.

Vive a 3 cuadras del estadio Municipal de Rumiñahui, donde se trasmitirá el partido a través de 4 pantallas gigantes. Resulta que desde hace 20 años no visita ese predio, “no tenía motivos. Además por mi edad es complicado”.

Le cuesta escuchar, tiene problemas para recordar con detalle. Sin embargo, hay algo de lo que no se olvida: sus pasos por el equipo del Valle, cuando el campo del estadio Municipal todavía era de tierra.

“Fui uno de los primeros arqueros del Independiente. También tapé en el Rumiñahui. Me pagaban 20 sucres por partido”, rememora y después elogia a Librado Azcona, figura de los ‘Rayados’ en esta Copa. “Es bueno, se parece a mí —sonríe—; la diferencia es que yo tapaba en el ripio, él lo hace sobre césped”.

Veinte minutos duró —a paso de tortuga— el trayecto de su casa al estadio. Mientras camina, la gente, con banderas, se aproxima al predio. Miembros de la Policía Nacional afinan los detalles de seguridad.

Ya en las afueras, Víctor Manuel hace fila para ingresar. Una ‘señorita’, como él le dice, lo ayuda a bajar las empinadas escaleras y lo deja sentado diagonal a la pantalla más grande que se instaló en la cancha.

Mientras espera, la tribuna oriental, de a poco, se llena. Los colores negro y azul resaltan a su alrededor. El olor a hornado invade. A Salazar le molesta el ruido. Se queja sin que nadie lo escuche. En la antesala del juego suenan las canciones de Gerardo Morán en los altoparlantes.

En el campo de juego, que en principio tenía restringido el acceso a los aficionados, un locutor anima  a los hinchas: “¡Arriba Independiente!”, grita tratando de levantar el ánimo de los asistentes. La reacción de la gente es inmediata. Saltan, aplauden y gritan, sin un coro específico.

Alrededor de Salazar hay jóvenes aficionados con corneta en mano. De vez en cuando, hacen sonar el instrumento. Eso también molesta a Víctor Manuel Salazar.

Hay carnaval en Rumiñahui, en el Olímpico Atahualpa también. La música paró 45 minutos antes del partido. La televisión que transmite esa competición internacional toma la posta. Sin embargo, la algarabía de los hinchas silencia a los comentaristas.

19:30, el partido está por arrancar. No hay más espacio en las tribunas, la expectativa generada hizo que el aforo del recinto, 7.233 personas, sea rebasado. Al interior hay unos 11.000 espectadores. Esto motivó a que los organizadores permitan a quienes no tenían cabida en los graderíos, pasar a ocupar el campo de juego.

Salazar no salta, no grita, no gesticula. Solo observa lo que pasa a su alrededor, lo hace agarrando su bastón. Antes de empezar recuerda que para el duelo de semifinal ante Boca Juniors, en Buenos Aires, se movilizó al Parque Central, pero solo miró el primer tiempo, “estaba cansado y había mucha bulla, no dejan ver bonito”.

El partido inicia. Hay nervios, por momentos mucho silencio. Las jugadas de peligro que hilvanan los colombianos dan como resultado gritos, frustraciones y dudas. Javier Chica, de 25 años, hincha del Deportivo Quito, grita: “¡Están nerviosos, deben retener el balón!”.

Esos comentarios convierten a los hinchas en técnicos, en conocedores de táctica. Da la sensación de que quieren meterse a la pantalla. El frío de la noche calma los ánimos. Pocos gritan, durante la mayoría del partido se dedican a contemplar, a ver y a sufrir.

Don Víctor comenta que los colombianos juegan mejor. Mientras lo dice, cae el gol del Atlético Nacional de Medellín. Un murmullo invade las tribunas. Apenas termina el primer tiempo, algunos abandonan el predio, otros aprovechan para comer. Lo más solicitado son las empanadas y el hornado, plato popular en este cantón de Pichincha.

Salazar suelta una frase coloquial: “Me duele el trasero”. Toma su bastón y abandona el evento. Dice que por la mañana se enterará del resultado final. Ese ‘puestito’ es tomado por Inés Cajas, una hincha del Aucas. Ella llegó con varios familiares. Se quedó hasta el final del partido.

Un grupo de niños encabezado por Danny Matango, de 9 años, juega al fútbol en la parte baja de la tribuna antes del inicio de la parte complementaria. Matango dice que su sueño es vestir la camiseta del Independiente del Valle.

El segundo tiempo se inicia con la misma tónica con la que terminaron los primeros 45 minutos: dudas, reclamos y muchos nervios.

Sin embargo, minutos después, la gente se anima otra vez a cantar, a corear el nombre del equipo, a soplar las cornetas, a flamear las banderas. Sienten que el equipo puede —al menos— empatar. Diez minutos antes del fin del encuentro, hinchas de otros equipos ecuatorianos comienzan a abandonar el predio municipal. Creen que la derrota se aproxima, se la siente inminente.

Siete minutos después, mientras las gradas se llenan, hay una esperanza para la afición. Un tiro libre, que tiene como resultado un gol esperanzador de Arturo Mina.
Algarabía, pitos, cornetas, gritos, abrazos y miradas al cielo. El carnaval retorna a Sangolquí. Nadie se mueve de los graderíos.

A jugada seguida, tras una asistencia de Christian el ‘Pichón’ Núñez, Miller Castillo, quien ingresó en reemplazo de José Angulo, no puede anotar y, ante la reacción del guardameta Franco Armani, se pierde la diana de la victoria. Los televidentes no lo pueden creer.

“La idea era no perder, al menos lo conseguimos”, asegura un joven hincha del ‘negriazul’, mientras sale del escenario deportivo, el mismo que vio nacer al club de sus amores, donde jugó y brilló el mítico José Terán, su fundador.

El partido concluye, los festejos son a medias. Algunos querían celebrar una posible victoria en la pila, en el centro de Sangolquí; otros querían beber. Por esta noche, no hay celebración. Deberán esperar hasta el próximo miércoles, cuando se juegue la final de vuelta en Medellín, Colombia. “Hay esperanzas, el equipo juega bien de visitante”, concluye Martín Lagla, de 45 años. (D)

DATOS

El ingreso al estadio Rumiñahui no tuvo costo. El alquiler de las 4 pantallas gigantes, una al frente de la tribuna antigua, y 3 ante la nueva, fue costeado por el Municipio.

Los rumores sobre la entrega de un terreno, bajo la figura de comodato, del cabildo local al club, no cesan. El lote estaría ubicado en el sector del Parque La Laguna y sobre él IDV construiría un estadio para 35 mil personas.

El pasado miércoles, en la plazoleta del Municipio, el gobierno local promocionó el partido del IDV-Atlético Nacional; lo hizo con un chancho hornado adornado con los colores del club  y con la banda municipal.

El gobierno cantonal de Rumiñahui confirmó que este miércoles también instalará pantallas gigantes en la urbe, para que los aficionados sigan la vuelta de la final de la Copa Libertadores desde Medellín. No se definen todavía los puntos en los que se colocarán las pantallas.

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