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El Telégrafo

Los del Athletic de bilbao están dispuestos a hacer “sudar sangre” a los culé

El Barça va tras segundo título de la temporada

El Barça va tras segundo título de la temporada
30 de mayo de 2015 - 00:00

Por Gorka Castillo

Dos concepciones antagónicas de entender el fútbol se enfrentan hoy (14:30) en la final de la Copa del Rey, una competición histórica para el deporte español. El todopoderoso FC Barcelona, reciente campeón de la Liga y finalista en la Champions, se mide al Athletic Club de Bilbao, un equipo plagado de trofeos pese a jugar siempre con futbolistas vascos formados en su prolífica cantera.

Sobra decir cuál de los dos conjuntos es el favorito. El equipo culé disputa el partido en su estadio tras la negativa del Real Madrid a ceder el Santiago Bernabéu.  

El partido ha despertado una expectación inusitada. No solo por el indisimulado cariz político que algunos cronistas deportivos tratan de imprimir al enfrentamiento –el Barça es para Cataluña lo que el Athletic representa para Euskadi, dos comunidades con fuertes aspiraciones independentistas de España- sino también por la confrontación de un imperio como el culé contra el purismo deportivo que tanto veneran los leones vascos.

Es lo nuevo frente a lo viejo. Messi y Neymar ante el empuje arrollador de 11 gladiadores dispuestos a dejarse la vida. Un conocido escritor describía esta semana lo que ambos equipos presentarán: “Mientras el Barcelona jugará por el resultado, el Athletic buscará la felicidad”. Aquí se esconde una de las claves que podría igualar el desequilibrio aparente de fuerzas.

El conjunto que dirige Luis Enrique llega con todo a su favor. Conoce el estadio al milímetro y llega a la cita sin lesionados y con un triunfalismo a raudales tras ganar la Liga. Messi empieza a demostrar que es el mejor futbolista de la historia, Neymar está compensando el desembolso que la directiva realizó para contratarle, Luis Suárez es una máquina implacable de hacer goles y Xavi Hernández quiere despedirse del Camp Nou con un curso magistral como director de orquesta.  

Pese a todo, los leones rojiblancos están convencidos de que serán un digno rival y de que el Barça deberá “sudar sangre” si quiere llevarse la Copa. El Athletic conforma un bloque compacto en defensa, áspero de jugar, rápido por las bandas y letal en la estrategia.

Su delantero centro es Aritz Aduriz, un killer de 34 años que ha marcado 16 goles esta Liga y que no ocupa plaza fija en la selección nacional por su edad. El mediocentro Mikel San José es ya un habitual en las convocatorias de Vicente del Bosque y al defensa Aymeric Laporte, una perla francesa de 21 años pulida en la factoría de alto rendimiento donde el conjunto vasco fabrica su cantera, se lo disputan Real Madrid y Manchester United.

Habrá que ver si al final no echan de menos a dos piezas fundamentales del esquema habitual utilizado por su DT Ernesto Valverde como el carrilero Óscar De Marcos, sancionado, e Iker Muniain, capitán de la selección nacional Sub-21 lesionado en la rodilla durante el último partido contra el Sevilla.

Unos 50.000 seguidores del Athletic han recorrido en procesión los casi 600 kilómetros que separan la ciudad vasca de Barcelona, convencidos de que su equipo se apresta a escribir un nuevo capítulo de su longeva historia en esta competición. El club rojiblanco ha ganado 24 Copas, 8 Ligas y ha sido finalista en dos ocasiones de competiciones europeas y siempre sin variar un ápice su peculiar filosofía de jugar únicamente con jugadores vascos formados en Lezama, su fábrica de talentos, la clave de la identificación existencial que acompaña a este equipo pese a que lleve 31 años sin ganar un solo título. (I)

Athletic, deliciosa singularidad del fútbol español

Hay una anécdota cierta que describe a la perfección la manera con la que Euskadi, una región del norte de España con sueños de independencia, vive el simbolismo de ser del Athletic. Sucedió en 1990 en Bagdad, la capital iraquí.

En una habitación del Hotel Mansur, el lugar donde la prensa internacional aguardaba el inicio de la Tormenta del Desierto, aparecieron dos jóvenes en la habitación de uno de los grandes reporteros de guerra de la historia española como Manu Leguineche, un seguidor enfermizo del Athletic fallecido hace dos años. Estaban dispuestos a colocar la camiseta de su equipo a Sadam Husein. Sobra decir que al periodista casi le dio un infarto. Aquello era la mayor insensatez del mundo pero para un hincha de los leones rojiblancos como lo era Manu solo se trataba de una muestra más del desprecio al riesgo y la determinación de los apasionados hinchas para demostrar qué significa el Athletic. Exprimiendo el lado oscuro de aquella realidad, el Athletic de Bilbao siempre ha navegado entre dos tempestades. La de ser ambicioso y genial para ocultar su política caótica y trasnochada. Todo al mismo tiempo. Pero la fidelidad con este equipo no procede de su ciclotímica manera de entender este deporte sino de una cierta rebeldía contra la globalización neoliberal que corroe el mundo del fútbol.

San Mamés, un imponente estadio conocido como La Catedral, es un templo maravilloso donde jamás se piensa que esta filosofía de jugar sin extranjeros en permanente revisión es, en realidad, una agonía sin testamento vital. Solo hace falta observar a los niños en un parque. Casi nadie viste una camiseta del Barça ni de Messi ni de Cristiano Ronaldo. (I)

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