Parece una jugada de un destino caprichoso, una historia conocida para, por ejemplo, algunos boxeadores, que tocan el cielo y en su declive se derrumban por completo. Pero nadie logra explicar la caída futbolística de uno de los mejores jugadores de la historia de Brasil y del mundo, Ronaldinho Gaúcho, que ha abandonado, sin gloria, el Fluminense de Río de Janeiro. Fueron 80 días, 8 partidos y ningún gol.

A sus 35 años, Ronaldinho no sabe si seguir jugando al fútbol o abandonar, silenciosamente, una carrera que ha explotado en forma brillante y se ha apagado hasta la insignificancia profesional. Pero fuera del campo de juego, los niños y adolescentes que lo vieron jugar lo reverencian y compran sus camisetas con la frase “R10”. Su imagen de diversión con el balón, su magia y sus conquistas (dos veces mejor del mundo con Barcelona y campeón mundial con Brasil en Corea-Japón 2002) todavía cautivan al público.

Haber dejado el Fluminense la semana pasada de común acuerdo fue un alivio para el club del barrio de Laranjeiras. Los dirigentes han dejado trascender a la prensa que Ronaldinho apenas fue una pieza del marketing del club para sumar hinchas y patrocinadores.

Los periodistas que cubren el día a día del ‘Flu’ cuentan que Ronaldinho llegaba vestido en su automóvil al entrenamiento y se iba sin pasar por el vestuario. La cadena Globoesporte dijo que era visto llegando muy temprano en la mañana a las prácticas, tal vez sin dormir, con el cigarrillo y el café como compañeros. Folha de Sao Paulo apuntó que llegó más de dos veces alcoholizado al entrenamiento.     

Justamente él, que fue el que revivió al FC Barcelona de la era pre Guardiola, electo durante dos años seguidos como el mejor del mundo, aplaudido de pie por el público del Real Madrid luego de que recibieran dos goles de antología del genio brasileño en el Santiago Bernabeu.

El exfutbolista Tostao, comentarista y campeón mundial con Brasil en 1970, dijo que en 2007 Ronaldinho estaba al nivel de los mejores de la historia, como Maradona y Garrincha, abajo de Pelé.  

Desde 1989, cuando murió su padre, Ronaldinho Gaúcho (llamado así porque es oriundo de la sureña Porto Alegre), la carrera la administra su hermano mayor, Roberto Assis, quien es su principal confidente y contacto con la prensa.

La magia de Ronaldinho se apagó luego de salir del Barca, adonde había llegado del PSG francés. Luego del club culé, donde salió cuestionado por exceso de peso, comenzó la decadencia, yendo hacia Milan de Italia y Flamengo. Quedó fuera del Mundial 2010 por bajo rendimiento. Hasta que en 2013 lo convencen para que pueda llevar al Atlético Mineiro, de Belo Horizonte,  a su máximo sueño, la Copa Libertadores de América.  

Ese fue el último logro de Ronaldinho, quien pese a actuaciones opacas, hacía brillar el torneo continental, que venció cuando el flamante papa Francisco estaba visitando justamente Brasil.

El poder del dinero mexicano lo llevó a Querétaro a vivir seis meses de lujos pero de poco fútbol: hizo algunas jugadas mágicas y volvió a Brasil, al Fluminense, de donde se despidió la semana pasada sin ningún tipo de pesar para los hinchas.

“Es probable que haya perdido el placer de entrenar y de competir”, arriesga Junior, el fino mediocampista y lateral de la selección del Mundial 1982, hoy comentarista de TV Globo. Las versiones que circulan dicen que un club de Estados Unidos buscaría contratarlo. (I)