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Arturo Mina le prometió a su esposa, Maura Soliz, que iba a marcar un gol y cumplió
“No gritamos el gol, lo regritamos...”, dijo con emoción Melissa Cáceres, esposa del volante uruguayo Emiliano Tellechea de Independiente del Valle (IDV), tras el empate 1-1 con Atlético Nacional de Medellín, anoche en el estadio Atahualpa de Quito, en el duelo de ida de la final de la Copa Libertadores de América de 2016.
Uno de los palcos de invitados albergó a los familiares y amigos de los jugadores y cuerpo técnico del ‘rayado’, que sufrió lo indecible para conseguir la igualdad. Los allegados de los futbolistas no sufrieron menos; algunos estuvieron a un ‘tris’ de lanzarse a la cancha para empujar a la oncena local.
¿Premoniciones? Durante el entretiempo, Maura Soliz, cónyuge del zaguero Arturo Mina, comentaba que el esmeraldeño le prometió marcar un tanto en esta contienda. Mientras jugueteaba con Dante (6 meses), el segundo de sus 2 hijos, trataba de inyectar optimismo a sus compañeros de cubículo.
A decir de Maura, en ese momento, más que cambiar la táctica, a los chicos del ‘negriazul’ les hacía falta relajarse y mantener la fe. “El gol vendrá”, repetía, buscando calmar la ansiedad que reinaba en todos al finalizar el primer tiempo.
De su lado, Dixon Arroyo, padre del centrocampista Dixon Arroyo Espinoza, no podía disimular su preocupación; conforme a su análisis, el ‘verdolaga’ hacía mejor las cosas y, prácticamente, su defensa era inexpugnable. Con pesar, consideraba que el triunfo parcial era justo.
Esa cara de angustia, semejante tal vez a la que sienten los mineros cuando quedan atrapados bajo la superficie, se reflejó en todos a los 35 minutos; en ese momento el extremo Orlando Berrío batía al guardameta Librado Azcona con potente derechazo.
Aquella diana le resbaló como un trozo de hielo en la espalda a Carmen Moreira, madre del centrocampista Júnior Sornoza, literalmente en shock. Los comentarios, los rostros largos y los reclamos con puños apretados, no se hicieron esperar. A excepción de Dixon Arroyo padre, todos creían que el marcador no reflejaba lo que sucedía en el campo de juego.
Independiente del Valle tenía más tiempo el balón, pero carecía de profundidad. Aquello en fútbol no es suficiente para ganar partidos. Sin embargo, basados en la campaña de la escuadra de Sangolquí en esta lid, en la que nunca fue favorito y siempre vino de menos a más, todos creían que era posible nivelar el marcador y hasta remontar.
La mayoría coincidía en que el medio campo del IDV no generaba pases en profundidad y que la alternativa de llegar por las bandas con centros hacia el área era predecible.
Hacía falta apostar más por el juego interior o con pelotas de táctica fija, algo complicado porque el visitante ni siquiera cedía tiros de esquina. De hecho, apenas concedió 1 en todo el compromiso.
Pero también había la reflexión de que el plantel ‘cafetero’ tampoco era un claro dominador, bastaba analizar que el cancerbero Azcona no era exigido en forma permanente. Las fichas estaban echadas y había que adaptarse a las circunstancias para lograr el empate.
Otro punto dentro de la evaluación fue la diana que José Angulo se perdió a los 3 minutos y, más todavía, la posibilidad de Arturo Mina, quien no impactó de lleno un tiro libre de Sornoza a los 21 minutos y la pelota cayó directo en las manos del cuidapalos Franco Armani.
En ese instante, como movida por un resorte, Maura Soliz casi se levanta para cantar gol, pero, con algo de tristeza, detuvo el movimiento y ahogó el grito. Esas 2 fueron las únicas ocasiones de anotar con las que contó el IDV en la primera mitad; Atlético Nacional, sin ser un claro dominador, se llevaba un momentáneo triunfo al camerino.
El entretiempo sirvió para el relax; salir al baño, estirarse en las butacas, pararse un rato o comprar algo de comer o tomar. Pocos se mantuvieron en su sitio, tal vez el frío de la noche capitalina no invitaba a salir del calor del asiento.
Carmen Moreira reflexionaba, recordaba que en las etapas anteriores de la brega, partiendo del mismísimo repechaje, vaticinó que Independiente del Valle pasaría de ronda en ronda, hasta meterse en la disputa de la corona. “No es brujería, es confianza en Dios”, manifestaba, a la vez que su marido, Nazareno Sornoza, la observaba con atención.
Algo similar comentaba Jéfferson Castillo, cuñado de Arturo Mina, quien opinaba que la buena voluntad, las buenas obras, siempre son vistas con agrado por el Todopoderoso. Muchos vecinos y amigos de Esmeraldas habían reconocido con gratitud el accionar de la directiva del club pichinchano, que desde los octavos de final ha donado las taquillas a los damnificados del terremoto que sacudió al litoral ecuatoriano el pasado 16 de abril.
Culminado el descanso, espectadores y protagonistas retomaron posiciones. El árbitro paraguayo Enrique Cáceres dio el pitazo con el que empezó la segunda parte. “¡Vamos muchachos!” sonó desde el fondo, seguido por 3 aplausos.
La consigna del estratega uruguayo Pablo Repetto era romper el cerrojo impuesto por Atlético Nacional, sin que Bryan Cabezas y Julio Angulo sean los únicos encargados de intentarlo; el ‘Zorro’ Sornoza debía meterse más en el cotejo. Su progenitora reconocía que no era una de las mejores presentaciones del portovejense, quien se veía algo nervioso.
Contento con el resultado, Atlético Nacional se mantuvo en su propuesta de conservar la marca y dañar de contragolpe. Sornoza se mostró más participativo y la línea media ganó dinamismo. El ‘verdiblanco’ mantenía el cero, pero ya no lucía tan invulnerable. Todo era cuestión de paciencia y de no cometer errores que favorecieran al equipo colombiano.
El reloj seguía su marcha y la puerta de Armani no caía; la incertidumbre era cada vez más grande en los parientes y amigos de los futbolistas del IDV. Eran necesarias variantes en el 11 de Repetto. Los ingresos de Jonny Uchuari, Jonathan González y Miller Castillo refrescaron las filas del dueño de casa.
Al desasosiego de los seguidores de Independiente, se unió la intranquilidad por la lesión de José el ‘Tin’ Angulo.
A poco del final, cuando varios espectadores optaban por retirarse del recinto deportivo, una pelota que la retaguardia ‘verdiblanca’ no pudo rechazar, fue aprovechada por Arturo Mina, que mandó el balón hacia las redes. El coro de ¡goool! surcó la pequeña sala; los abrazos y aplausos no se hicieron esperar.
Maura sintió que el corazón no le cabía en el pecho. Su Arturo cumplía lo prometido.
El 1-1 deja la llave abierta; todos tienen la esperanza de que, una vez más, el IDV sorprenda al mundo. (I)