“Parecería ser el hastío”, me dijo ‘Pepe’ Mujica, cuando le preguntaba si él encontraba que muchos jóvenes de los países ricos estaban cansados de seguir viviendo en el mundo del consumismo. Efectivamente, el gran uruguayo había detectado que existían muestras interesantes de jóvenes, que luego de experimentar el mundo de sus padres, basado en la competencia y en el afán de tener más, estaban buscando alternativas que les permitan ser felices con una forma de vivir más sencilla; valorando, en especial, su relación con la naturaleza.

Esto ocurre probablemente con la generación de los jóvenes llamados del milenio, es decir, aquellos que hoy tienen alrededor de 30 años. El desempleo que afecta prácticamente a todos los países del mundo, la amenaza de la robotización, la crisis ambiental, las enormes diferencias económicas en todas las sociedades y los complejos problemas de género, han determinado que esta generación, que constituye la fuerza laboral más importante, atraviese una compleja crisis de identidad. A muchos ya no les interesa comprarse ni auto, ni casa, como a las generaciones anteriores, prefieren una tablet, un buen sistema de conexión con el mundo y tener tiempo suficiente para vivir la vida. Están solos porque es difícil armar una pareja, por razones económicas y por la incertidumbre del futuro.

Otra generación, la de los adolescentes y jóvenes de hasta 22 años, les pisan los talones. Según los primeros estudios, ellos constituyen un grupo que se mantiene indiferente al problema social. Viven un mundo virtual, nacieron con el celular en la mano y tienen más empatía con sus amigos virtuales, a quien no conocen personalmente, que con las personas de carne y hueso.

Estamos viviendo, como dice el filósofo francés Edgar Morin, la era de la incertidumbre. Nadie sabe lo que pasará mañana. El próximo año es indescifrable, así como su realidad dentro de la sociedad. Atónitos y desconcertados, los padres y abuelos tienen poco que decir. Los jóvenes de hoy son absolutamente distintos a como eran ellos a su edad. Es por eso que es urgente, indispensable y necesario, que se profundicen los estudios e investigaciones. Que los educadores se preocupen por lo que está sucediendo y que encontremos todos juntos las mejores alternativas para enfrentar estas complejas situaciones.

El Buen Vivir puede ser alcanzado solo si todos, o casi todos, nos preocupamos por el bienestar de los demás, que -en definitiva- es también el nuestro. (O)