Tenemos dos grandes maestros: nuestra conciencia y el entorno natural del mundo que nos rodea. Poco sabemos de nosotros mismos, de nuestro ser o conciencia. El racionalismo basado en el pensamiento, en las palabras y en los conceptos no alcanza a entender la profundidad del espíritu humano; por ello es necesario el trabajo interior para alcanzar la armonía con nosotros mismos. Esa es la tarea fundamental de la vida.  

El ego, como representación de lo que creemos ser, actúa desde el hemisferio derecho de nuestro cerebro para encarcelarnos en nuestro pasado y en nuestro futuro, sin casi permitirnos vivir el presente, que es lo único que en realidad existe. La sabiduría oriental, la cristiana y la indoamericana siempre buscaron ese profundo encuentro del hombre con su ser interior, donde se encuentra la verdadera paz y alegría de vivir.

La maravillosa naturaleza que nos rodea, desde la planetaria hasta la cósmica, que está presente en nuestra esencia humana, nos muestra en cada instante de nuestra vida la perfecta armonía en la que está sustentada, pero lamentablemente nos hemos alejado de ella. Hoy un mundo materialista y consumista prevalece en la globalización y en el sistema económico y social imperante. El solo interesarnos en la acumulación material y económica, el promover el vivir mejor en lugar del vivir bien, cuando la expectativa del crecimiento ilimitado ha puesto en altísimo riesgo la propia continuidad de la vida en el planeta por el abuso y destrucción de la naturaleza, son signos alarmantes de nuestro tiempo.

La máxima milenaria del pueblo aymara, que entendió que solo la armonía puede conducirnos al vivir bien, “que todos vayamos juntos, que nadie se quede atrás, que todo alcance para todos y que a nadie le falte nada”, no es practicada en la sociedad posmoderna aún imperante. Se promueve el poder económico, político y la fama a nivel personal y no el servicio a los demás y el cuidado de la naturaleza. Se aplaude y se envidia la riqueza descomunal de los dueños del planeta, sin importar las inmensas y dolorosas inequidades existentes. Todo esto está llevando a nuestra civilización a un final decadente.

Felizmente existe un creciente grupo humano que se revela contra la injusta realidad del mundo actual y que, comenzando por sí mismos, buscan la paz y la armonía con los otros seres humanos y con el conjunto de la naturaleza como fuente esencial del comportamiento.

Las recientes revelaciones de un casi centenario estudio de la prestigiosa Universidad de Harvard han comprobado científicamente que no es el dinero ni la fama lo que nos permitirá alcanzar una buena vida, sino la sencilla práctica de la amistad y la armonía con nuestro entorno, algo que no tiene costo alguno y que nos llevará a la vida consciente, al Buen Vivir y a una vida más saludable y plena. (O)