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Kendo, el arte de los samurai (Infografía)
En una casa de La Niña y Reina Victoria, puede leerse en un letrero: “Sei Shin Kan”, que traducido al español significa: “disciplina, salud y cultura”.
Según el anuncio, se dictan clases de karate, aikido, iaido, nitjutsu, muya thai y kendo.
Es martes. Son las 14:00. En 30 minutos empezará la clase de Kendo o esgrima japonesa. Entre todas las artes marciales que empleaban los samurais para proteger a su señor feudal, el kendo era la más importante. Su origen se remonta al siglo XV, cuando los guerreros reflexionan sobre su éxito en las batallas y transmiten sus conocimientos.
Aunque un parte de ese espíritu pervive, en la actualidad está práctica se realiza para formar buenos ciudadanos, con valores —entre ellos la cortesía y el respeto— como lo señala Luis Castillo, Sen Sei o maestro de Kendo en Sei Shin Kan.
En Quito, esta práctica se desarrolla desde inicios de la década de los noventas cuando el japonés Keigi Kosakai transmitió sus conocimientos en el Colegio Japonés de Pusuquí.
2 Los Kendocas ingresan a la escuela, se dirigen al vestidor y empiezan a sustituir las corbatas por el Ken do gi (traje de kendo). Se colocan el taré (faldilla), el keo ko gi (chaqueta), el do (pectoral), los koté (guantes) y, finalmente, el men (máscara). Tras lo cual toman el shinai (espada), y salen con dirección al dojo o ring.
El Kendo, como toda práctica japonesa, tiene sus propios rituales. Maestro y aprendices ingresan al dojo realizando una reverencia, para inmediatamente después, barrerlo y trapearlo en demostración de humildad. Esta actividad sirve, además, para limpiar la mente. El dojo Sei shin kan tiene esponjas para amortiguar las caídas que tienen lugar en las demás artes marciales que ahí se practican, aunque el kendo, en realidad, se practica sobre piso de madera.
El maestro se sienta sobre sus talones. Los aprendices lo hacen frente a él, codo con codo. El más antiguo se coloca lo más cerca posible del sho men, lugar semejante, por lo simbólico, a un altar católico. El de Sei Shin Kan tiene una bandera sintoísta, un escudo de Japón, un kanji y un lugar vacío a fin de que cada uno de los kendocas pueda reverenciar lo que desee.
Estiran cada una de las articulaciones y músculos del cuerpo y empieza el entrenamiento. Los aprendices se dirigen a un rincón del dojo a practicar movimientos de pies y de shinai. Aquellos que han tenido al menos 6 meses de entrenamiento, ejecutan movimientos avanzados y combaten.
3 Julián y Álvaro adoptan actitud de kokorogamae, que quiere decir ‘guardia’ y que hace alusión al estado de alerta mental y espiritual que los kendocas deben asumir. Tienen los pies izquierdos adelantados, los brazos levantados hacia adelante y, al mismo tiempo, ligeramente flexionados, de modo que el shinai proteja del rostro. Se mueven hacia el frente y hacia los costados evitando, a toda cosa, que los pies se crucen. Álvaro grita “¡men!”, y lanza un ataque rápido, fulminante. Julián No puede evitar que el shinai se estrelle en su men. Entonces retrocede, y casi inmediatamente vuelve a impulsarse; grita “¡koté!”, y corta, metafóricamente, el antebrazo de Álvaro. Retroceden. Saltan. Se traban en combate. Sus shinais se mueven siempre hacia los lados y hacia el frente, nunca en estocada. Álvaro grita “¡do!”, y golpea el pecho de Julián, y casi inmediatamente después grita: “¡tzuki!” y corta su garganta. Waza ga owaru toki: el ataque ha terminado.
4 En kendo, se debe evitar el kyo o ser tomado por sorpresa, el ku o miedo, el gi o duda, y el waku o confusión. Hay que tener gan o visión, soku o adecuado manejo de pies, tan o valor, y riki o poder.
Cuando en kendo se realiza una técnica, debe existir ki ken tai no ichi, que se traduce como “la energía de la espada y el cuerpo en un solo momento. Para lograrlo, hay que anunciar el corte, realizarlo y golpear el piso. Los combates duran, entre 2 y 5 minutos gana el primero en hacer 2 puntos.