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Estudiar lejos de casa conlleva varios desafíos

Estudiar lejos de casa conlleva varios desafíos
20 de julio de 2014 - 00:00 - Redacción de7en7

“Hijo de mi alma, de mi alma hijo mío, ¿dónde existes?, no te oigo, no te veo... ¿Dónde estás?”. La letra de la ‘Canción de los Andes’, interpretada por la cantante Paulina Tamayo, describe el sentimiento que provoca en las madres el dejar partir a sus hijos cuando estos deciden estudiar en otras ciudades. En algunos casos es uno y en otros, todos. Algunas mujeres lo asumen como parte de la vida, otras sufren el dolor de perder la relación cotidiana.

Mientras los padres sufren por la posible separación, ¿qué ocurre con los jóvenes que se apartan de sus familias y amigos para comenzar sus estudios universitarios? Según el psicólogo Diego Galarza, los muchachos tienen 2 caminos a elegir cuando salen de sus hogares para estudiar: el de los miedos o el de perseguir sus sueños. Pueden dejarse invadir por un miedo interno que nace de sus propios pensamientos, o de un miedo externo, que proviene del círculo social que los rodea, como amigos y familia.

“Esta suma de miedos hace que todos los retos propios del cambio universitario, de locación, de logística, sean vividos como amplificadores de angustia”. El otro camino está basado en la visión de futuro. De acuerdo con el psicólogo, el miedo interno desaparece en la medida en que los jóvenes tengan clara una visión del futuro. Deben saber hacia dónde quiere ir y cuál es su proyecto de vida.

Pero no todos los muchachos se alejan de sus familias para perseguir un sueño. En muchos casos, sus padres los obligan, con el argumento de que en las grandes ciudades hay más oportunidades académicas y laborales. “Si el estudiante no tiene claro a dónde quiere llegar, la salida de casa ya sea de una ciudad a otra, o de un país a otro, será una situación angustiante” aclara el psicólogo. Explica que podrían vivir pequeños episodios de depresión, sentimientos de incompetencia y de inferioridad, lo que no ocurre si tiene un plan de vida, un objetivo hacia dónde ir. De esta manera, el cambio de ciudad, la nueva universidad y demás, tendrá un ingrediente extra: el acercarse a lo que sueña y no lo que esperan la familia, ni los amigos; debe vivir su propio sueño.

Los padres son los llamados a auspiciar la búsqueda de los hijos para encontrar un sentido a sus vidas. Aunque los padres quieren proteger a los hijos y mantenerlos cerca, los jóvenes no pueden renunciar a sus mejores años para quedarse en una ciudad que no siempre ofrece las opciones más deseables para su carrera. ¿Por qué enseñarles a dejar de lado sus intereses? Muchos especialistas sostienen que el miedo no conduce a ninguna parte, pero el entusiasmo puede llevarnos a todos lados. Aunque, en principio, no parece una decisión en extremo complicada, porque estudiar en una buena universidad es una oportunidad única, es un proceso que toma tiempo. Siempre habrá jóvenes a los que vivir lejos los ayude a crecer como personas. Además, al estar solos son dueños de su tiempo y podrán tomar sus propias decisiones. Pero hay otros a los que quizás les cueste más acostumbrarse a la independencia. En ese caso, es necesario tomarse un tiempo para evaluar el grado de madurez que tiene la persona para enfrentar el reto de irse a otra ciudad.

Ya instalados en sus nuevas ciudades, es frecuente ver a los jóvenes universitarios correr de un lado a otro, con el tiempo medido. Regresan al departamento solo a dormir y a estudiar. Son varias las historias que tienen que contar quienes han decidido hacer sus maletas para cursar una carrera en las grandes ciudades. Algunos no saben cómo movilizarse, a otros les cuesta relacionarse y entablar nuevas amistades.

TESTIMONIOS

“Después te das cuenta de que todos los sacrificios dan sus frutos”

María José Tapia, 26 años

Dejó Baños para estudiar la Universidad, primero en Ambato y después en Quito. Considera que en las ciudades pequeñas no hay muchas oportunidades laborables ni educativas: “Fue mi ambición lo que me llevó a dejar mi ciudad. Sentía que debía estudiar en una universidad de renombre porque las empresas se fijan en eso. No conocía Quito, es totalmente diferente del lugar donde yo crecí; allá todo es tranquilo y seguro. En los primeros meses enfrenté el rechazo de mis compañeros. Siempre nos dejaban de lado, nos decía los ‘provincianos’. Aunque fue difícil separarme de mi familia, fue una decisión necesaria para crecer profesionalmente. Después te das cuenta de que todos los sacrificios y las lágrimas que derramas por estar lejos de los que amas dan sus frutos”.

“Me esforcé por adaptarme porque esta fue la ciudad que elegí”

Felipe Guevara, 25 años

Dejó su ciudad natal, Ambato, para estudiar Ingeniería Civil en la Escuela Superior Politécnica del Litoral. Tuvo que adecuarse al clima y a la dinámica de una ciudad grande. “Lo más difícil fue adaptarme al ritmo de estudio, fue duro, sobre todo porque estás lejos de la familia”.

Enfrentó varias pruebas: “Había días en que el dinero era escaso, tocaba acomodarse. Me asaltaron en 3 ocasiones: 2 veces en los buses urbanos y una en un bus interprovincial cuando regresaba a Ambato. Estas experiencias forjaron mi carácter, maduré, aprendí a ser disciplinado y a actuar con serenidad. Me esforcé por adaptarme, porque fue la ciudad que elegí para estudiar. La vida está llena de desafíos, hay que luchar por lo que se quiere”.                                    

“Si algo te apasiona debes luchar por eso. La recompensa es grande”

Daniela Cárdenas, 22 años

Cuando Daniela llegó a Quito tuvo que buscar dónde vivir sin ayuda de sus padres: “Es una responsabilidad inmensa salir de tu casa. Hay que aprender a ser independiente a la fuerza. Debes madurar. Mi sueño era ser fisioterapeuta. Siempre quise ir a una ciudad grande porque conoces a más gente, te haces una persona de empuje, más despierta y perseverante. Aquí hay más oportunidades laborales. Lo más difícil era regresar al departamento y no tener con quién conversar, porque aunque tenía algunos amigos no reemplazaban la compañía y el cariño de mis padres y mi hermana. Pero sabía que todo era necesario para cumplir mi sueño: si algo te apasiona debes luchar por eso. La recompensa es grande”.

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