La risa ha sido desde siempre usada como método para ayudar a curar enfermedades. Desde los médicos taoístas de la antigua China que afirmaban que la salud de una persona era proporcional a las veces que reía durante el día, pasando por  los tratamientos, en plena edad media,  del doctor William Battie,  conocido por aplicar esta terapia a los enfermos mentales. O, ya en nuestros días, los estudios del psiquiatra estadounidense William F.  Fry, quien comenzó a investigar en la Universidad de Stanford, en 1964, las consecuencias de la risa en los procesos del cuerpo. Justamente es a partir de estas investigaciones que las terapias del humor comenzaron a ser aplicadas en hospitales de Estados Unidos y Europa, por los llamados ‘payasos-humanitarios’. Un pionero de estos tratamientos alternativos a la medicina convencional es el doctor estadounidense Hunter Doherty  ‘Patch’ Adams. Al Ecuador, los ‘payasos’  llegaron en 2006, de la mano de la guayaquileña  Raquel Rodríguez, que creó, en ese año, la fundación Narices Rojas. Esta fundación cumplirá el 1 de junio próximo 8 años. En realidad, “considero que son 10 años, dos desde que la idea comenzó a darme vueltas y ocho cuando  la materialicé”, explica Raquel, o ‘Raketa’, su álter ego clownesco. Antes de fundar Narices Rojas, hacía teatro y danza ¿cómo es que salta al ‘clown’? Bueno, todo ha tenido su etapa.  Empecé en 1989 haciendo teatro, luego vino la narración, cuando me vinculé con Ángela Arboleda y su Cerro de Cuentos, donde también hacía producción. La  primera vez que me topé con el trabajo de los payasos  fue en Perú. Recuerdo que estaba con Ángela  estudiando danza  en Lima, cuando vi en acción a los ‘payasos humanitarios’. Se trataba de miembros del grupo Bola Roja, dirigido por Wendy Ramos. Me di cuenta de que la labor del payaso en todos los ámbitos, es llevar amor y unión a donde va… Y eso me gustó…. Me enamoré enseguida de esa nariz y del trabajo que se hace. ¿Las dinámicas teatrales son parecidas a las del clown? En realidad no. Para el trabajo clownesco tuve que descascararme, sacarme toda la información del teatro y de las formas, y más bien hacer un viaje hacia dentro, hacia mi interior. Conectarme con lo positivo ha sido maravilloso porque logré aceptarme, el humor me ha sanado. Tengo miastenia gravis, una enfermedad crónica que al fin y al cabo, fue una bendición… Porque si no, esta fundación que ha llegado a 160.000 personas no existiría… ¿160 mil personas? Te explico, todos los sábados y domingos visitamos dos hospitales de Guayaquil, el Francisco de Ycaza Bustamante y el León Becerra. El promedio de personas que alcanzamos a llegar fluctúa de 400 a 500 entre niños y adultos. Y muchas veces, cuando contamos con más payasos, este número sube a 800. Además tenemos la campaña Abrázame, las presentaciones en los barrios periféricos y fuera de la ciudad. Hemos llegado hasta la frontera. ¿Cuál fue el proceso de creación de la fundación Narices Rojas? Como te dije, la idea estaba conmigo desde que los vi en Lima y cuando regresé a Ecuador, en 2003, aunque todavía seguía con narración e improvisación, ya estaba planeando traer a Wendy Ramos a Guayaquil. Decidí conformar una institución para dedicarme a llevar alegría a quien lo necesite. Así que me dije, como en junio se celebra el mes del niño en Ecuador, mi fundación va a tener su cumpleaños el 1 de junio, Día de Niño, porque los payasos son como niños… y así fue, hemos sacado ya 13 promociones. ¿Cómo es el proceso de formación de los payasos? La fundación tiene una escuela donde se forman los nuevos clowns. Cada año hacemos una nueva promoción en lo que hemos denominado la Universidad del Amor y el Humor y en su Facultad de Ciencias Risológicas. Los voluntarios se capacitan en talleres de más de 60 horas con estudios de normas de bioseguridad, estudios de campo y examen psicológico. Los cursos duran tres meses al cabo de los cuales un nuevo grupo de payasos humanitarios aparece. Los graduados reciben un certificado avalado por el Ministerio de Cultura. ¿Con esas 13 promociones, la fundación debe tener una gran reserva de voluntarios? Justamente ese es el problema, porque el ser voluntarios sus prioridades cambian y, luego de graduarse, en promedio se quedan 2 o 3 de cada promoción. A diferencia de otros países como Colombia, Brasil o Estados Unidos, donde el trabajo de los payasos humanitarios sí es remunerado, acá es netamente un voluntariado. ¿Narices Rojas cuenta con algún tipo de ayuda nacional o internacional? Nosotros siempre nos hemos movido con nuestro propio esfuerzo, haciendo talleres u otros eventos para solventarnos y no hemos tenido ningún tipo de ayuda privada o estatal. Es necesario explicar también que nuestra fundación es una institución netamente guayaquileña, que no tiene nada que ver con la organización de Patch Adams, aunque los objetivos son los mismos. Sin embargo, él es un icono y por eso lo invitamos tres años seguidos, del 2006 al 2008, como padrino de la fundación. Como decía, empezamos desde cero bajo nuestros propios esfuerzos, pero ahora sentimos que ha llegado el momento de que si no obtenemos ayuda, es probable que no ya podamos crecer más. .¿Tienen algún plan para conseguir financiamiento? Sí, estamos tratando de sacar proyecto para lograr ayuda, estatal o privada, que nos permita sostener la fundación y mantener un staff de voluntarios, de tal manera que la labor no se reduzca solo a los fines de semana, sino que sea un trabajo constante. Además me interesa que la labor se multiplique y para ello es necesario instruir a capacitadores que vayan a las provincias, de tal manera que el trabajo de la fundación se expanda. ¿Siente que una década de trabajo ha consolidado su apuesta por el payaso humanitario? Estos diez años con Narices Rojas han sido maravillosos porque logré conectarme conmigo mismo y vivir intensamente mi aquí y mi ahora. Nunca pensé que hacer feliz a otros lograría devolverme también mi alegría y mis ganas de vivir.