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McCartney entrega su íntimo homenaje a los discos de carbón y vinilo

McCartney entrega su íntimo homenaje a los discos de carbón y vinilo
04 de febrero de 2012 - 00:00

Paul McCartney es  fan confeso del jazz y swing, que interpretaban  las ‘big band’ de la década del 30 y que se habían derivado del ‘ragtime’ (ese híbrido de las marchas de los  músicos blancos con los ritmos africanos durante el siglo XIX), del blues y más. El ex beatle lo ha dicho en centenares de entrevistas, en las que, además,  agrega un dato íntimo muy importante para él: que les tomó aprecio entre su infancia y adolescencia en su Liverpool natal porque su padre Jim las interpretaba, acompañado por un piano.

Según él, esas canciones “de cuna” -por decirlo así- fueron las que fraguaron al multi instrumentista (además del bajo, domina la guitarra, el piano, el ukulele, la mandolina y hasta la batería). Son las que lo inspiraron a componer muchas de sus canciones del relevante  catálogo beatle. Y 12 de esas canciones de los 30 son las que forman parte de su disco Kisses on the bottom, que estará disponible desde este lunes. Las otras dos melodías (My Valentine y Only our hearts) son de su autoría.  

De hecho, el gusto de McCartney por lo clásico  -como consecuencia de lo que escuchaba en su niñez-,   también se refleja en varios de los discos  que ha grabado entre 1991 y 2011.

Según su página www.paulmccartney.com, el álbum se expenderá en dos formatos. El original con solo 14 ‘tracks’ costará 29,99 dólares, porque se trata de un paquete con un disco de vinilo, más un mp3 descargable, vía iTunes; mientras que el deluxe será solo un disco con 16 canciones, las 14 originales más dos ‘plus’. Ese  costará 14,99 dólares.

Para la promoción, el portal del ex beatle permite escuchar un extracto de My Valentine, que McCartney compuso para su actual esposa Nancy Shevell, y que, según él, concibió en cuestión de minutos durante unas vacaciones en Marruecos.

Cuenta que durante ese viaje, una lluvia les impidió salir del hotel y McCartney encontró un piano en el que compuso la canción.

El álbum tiene mucho que ver con la inspiración que le causa Nancy. Al menos en la foto para la portada -que su hija Mary  le tomó- el ex beatle aparece con un ramo de flores que, se deduce, son para su cónyuge.
My Valentine suena, gracias a un sostenido trabajo de producción,  a ese jazz de hace 80 años que él defiende como una de sus más hondas  influencias. Incluso, pese a que se trata de una grabación propia y actual, al escucharla se percibe una ligera sensación de los antiguos discos de carbón y vinilo.

Es probable que al escuchar los primeros segundos de la canción se perciba una esencia ‘crooner’ (un anglicismo que hace referencia  a  una especie de trovador clásico) y la sensación de estar escuchando un vinilo porque los temas fueron grabados a la antigua (es decir todos los músicos,  tocando juntos en tiempo real), según McCartney.

Con él estuvieron Tommy LiPuma (colaborador en los trabajos de George Benson,  Miles Davis, Natalie Cole, Barbra Streisand y otros) como productor, la pianista Diana Krall; el vibrafonista Mike Mainieri, el guitarrista John Pizzarelli y su padre,  el octogenario guitarrista Bucky Pizzarelli, que destaca en It’s Only a Paper Moon, esa canción que en 1933 concibió Harold Arlen y que ha sido versionada por Ella Fiztgerald, Nat King Cole y otros.

Las sesiones con ellos fueron en Los Ángeles (estudios Capitol), Nueva York y Londres. Sobresale, también,  la participación de dos “panas” y colegas de McCartney: Eric Clapton y Stevie Wonder, quienes  colaboran con las inéditas del ex beatle. Clapton aparece con la guitarra acústica en My Valentine y Wonder aporta con la armónica para Only our hearts. El primero  también tiene créditos en  Get Yourself Another Fool, de Frank Haywood Henry, que han versionado  Sam Cooke en la década del 60, poco antes de morir; Elvis Costello en 1987 para el disco Out of our idiot, que recopila sus éxitos desde 1979, y otros intérpretes.

I’m gonna sit right down and write myself a letter es la que abre el disco. Originalmente la escribieron Fred E. Ahlert y Joe Young, pero la cantó por primera vez Fast Waller en 1935, pocos años antes de morir por neumonía en un tren.

Era la melodía que se apreciaba en los zapateos  y otros pasos de baile que ejecutaba Fred Astaire en sus películas.
Después de Waller cayó en las voces de Frank Sinatra (1954), Bing Crosby (1957), Billy Williams (quizás una de las más famosas versiones, según los entendidos, en 1957), Dean Martin, Nat King Cole y otros, hasta que a McCartney se le ocurrió grabarla como una especie de regresión a sus raíces y esencias, pero con un toque de pop. 

Y esa canción, según el ex líder de Wings, es una de las que sonaba como fondo cuando componía junto con John Lennon para The Beatles.

Aunque no es una clásica canción popular, Home (When shadows fall) es otra de las que lo conducen a su infancia y que había sido compuesta once años antes de su nacimiento en 1942. Peter van Steeden, Jeff Clarkson y Harry Clarkson la escribieron   -así consta en los créditos de Kisses on the bottom- en 1931.

Aunque Mc Cartney no lo dice, Bye Bye blackbird pudo ser la antesala de Blackbird, una de las canciones del disco The Beatles (1968, mejor conocido como el “álbum blanco” por el color de su portada).  By Bye blackbird es una composición que,  con el paso de los años,  ha sido cantada por  Bing Crosby, Dean Martin y hasta Joe Cocker con su voz desgarrada.

Otros temas de Kisses on the bottom  son  Ac-cent-ate the positive (1944), de Johnny Mercer;  Glory of love (1935) y otras. 

Lo de versionar temas en sus discos no es algo nuevo para McCartney. Ya lo hizo antes con algunas canciones de su Unplugged (The official bootleg) en 1991, y luego con el Run evil run, de 1999, que contiene algunas ‘oldies’ del rock and roll cincuentero como Brown Eyed Handsome Man (Chuck Berry) o All shook up (Elvis Presley en sus inicios). La diferencia con Kisses on the bottom es que McCartney recurre a sus “canciones de cuna”.

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