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Ambos actores conservan una estrecha amistad desde 1978 cuando trabajaron juntos

El día en que Dustin Hoffman abofeteó a Meryl Streep

Fotograma de la película Kramer contra Kramer con Dustin Hoffman y Meryl Streep.
Fotograma de la película Kramer contra Kramer con Dustin Hoffman y Meryl Streep.
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26 de abril de 2016 - 00:00 - Redacción Telemix

En 1978 Meryl Streep era una actriz anónima que había centrado su carrera en el teatro, salvo contadas excepciones. Había participado en la serie Holocausto y en un par de películas, entre las que destaca El cazador, pero siempre en papeles menores. Su carrera no tardaría mucho en despegar, pero antes siquiera de empezar a convertirse en la leyenda que es hoy, atravesó algunos de los episodios más dramáticos de su vida.

Poco tiempo después de irse a vivir con el actor John Cazale, su primer gran amor, a él le detectaron cáncer de pulmón. De hecho, cuando ambos se unieron al reparto de El cazador, él ya sabía que iba a morir y ni siquiera pudo ver la película terminada.

A los 29 años Meryl perdió a su pareja y semanas después se marchó del piso que ambos compartían. Su hermano le ayudó con la mudanza y se llevó a un amigo para que les echara una mano, un escultor llamado Don Gummer, que se convertiría en su esposo hasta hoy y que es el padre de sus cuatro hijos. 1978 le quitó a Meryl Streep al primer gran amor de su vida, pero también le dio al segundo. Y ese mismo año le trajo a Meryl sus primeros disgustos profesionales unido a su primer gran éxito.

Así lo narra una biografía de la actriz de la que su autor, Michael Schulman, acaba de publicar el pasado fin de semana en la edición norteamericana de Vanity Fair, que ha causado revuelo en las redes sociales en donde los fanáticos, directores, actores y demás personas involucradas al mundo del espectáculo han elogiado la vida y entrega de esta mujer por su arte.

Una Meryl todavía desconocida no se podía permitir el lujo de relegar su trabajo en pleno duelo, así que se presentó al casting de la adaptación cinematográfica de la novela de Avery Corman, Kramer contra Kramer. Antes de que la novela se publicara, el manuscrito cayó en las manos de un ejecutivo cinematográfico que decidió que la historia que cuenta -tras su divorcio, un joven neoyorquino tiene que hacerse cargo de su hijo pequeño después de que su mujer renuncia a la custodia– era una especie de prolongación de la historia del protagonista de El graduado, diez años después, así que la presencia de Dustin Hoffman parecía inevitable.

Con su director, Robert Benton, ya implicado en el proyecto, se le ofreció el papel protagonista femenino a Kate Jackson, que por aquel entonces estaba en Los Ángeles de Charlie, pero Aaron Spelling se negó a tener que cambiar el calendario de su serie para que la actriz pudiera participar en la película. Unos cuantos nombres conocidos sonaron para el papel (Ali MacGraw, Faye Dunaway y Jane Fonda), pero la principal candidata era Katharine Ross, que casualmente compartía agente con Meryl Streep, que se enteró por él del casting.

Streep se presentó a una audición en la que participaron Dustin Hoffman, Robert Benton y el productor Stanley Jaffe. Cuando Hoffman le preguntó qué pensaba de su personaje, Meryl fue clara: le parecía un ogro, no habían sabido entenderlo. Era fácil convertir a una mujer que decide no conservar la custodia de su hijo en una villana plana y simple.

Según ella, su personaje necesitaba reescrituras, era importante que el público la entendiera. En palabras del propio Benton, “aquella fue la peor reunión posible”. Sin embargo, Hoffman estaba convencido: ya tenían a Joanna Kramer.

No obstante, tal y como cuenta Schulman, lo que convenció al actor fue una razón extraprofesional: creía que la cercana muerte de John Cazale había provocado en la actriz un estado de fragilidad durante el rodaje que él creía necesario para el papel. Y durante el rodaje, quedó claro que él iba a aprovecharse de esa fragilidad. Mientras Meryl se había preparado el personaje leyendo revistas de la época que hablaban sobre la liberación de la mujer y llegó a la conclusión, después de hablar largo y tendido sobre el tema, que todas las mujeres cercanas a ella, en algún momento u otro, se habían planteado cómo sería su vida si lo abandonaran todo, las maneras de Hoffman de abordar su personaje eran, por utilizar un eufemismo, mucho más de método.

Así, en el segundo día de rodaje, sin que nadie lo esperara, ni pactarlo previamente con ella, la abofeteó. Benton oyó la bofetada y pensó: estamos acabados, ella va a denunciar al sindicato de actores la situación y cerrarán el rodaje. Pero nada de esto ocurrió. Y eso que los abusos de Hoffman en nombre de las técnicas de Lee Strasberg no se quedaron solo ahí. Antes de rodar la secuencia en la que Joanna le dice a Ted que ya no lo quiere y que no se va a llevar al hijo de ambos, Hoffman empezó a burlarse de la muerte de John Cazale. Las técnicas del actor no se limitaban a Streep.

Justo antes del rodaje de una secuencia con el niño que interpretaba a su hijo, le hizo imaginarse la muerte de su perro hasta hacerle llorar. Meryl sin embargo, no se dio por vencida con la presión de Dustin. Antes de rodar la secuencia en la que Joanna le cuenta a su marido que quiere recuperar la custodia de su hijo, Meryl le propuso un cambio al director: ella creía, y no sin razón, que era mejor que su personaje se explicara antes de pedir la custodia. Joanna había encontrado un trabajo que le gustaba, y ahora que tenía su vida bajo control, podía hacerse cargo de su hijo. A Benton le convenció la explicación, pero a su exmarido en la ficción la propuesta le enfadó, y mucho: “Meryl, ¿por qué no dejas de cargar con la bandera del feminismo y te dedicas solo a interpretar tu secuencia?”. Las posiciones en las que ambos se habían situado con respecto de sus personajes eran irreconciliables.

Hoffman volvió a la carga, y sin previo aviso, después de haberse asegurado con el camarógrafo de que la acción que tenía prevista no entraba en plano y por tanto no molestaba en la secuencia, en plena toma lanzó una copa de vino contra una de las paredes del restaurante. Meryl acabó con el pelo lleno de cristales y le dijo: “La próxima vez que vayas a hacer esto, me gustaría que me lo avisaras”.

Meryl encontró un inesperado aliado en Robert Benton, que incluso le propuso rehacer una parte de uno de los discursos de Joanna: “No creo que esto sea lo que diría una mujer. Creo que esto es lo que escribe un hombre tratando de parecerse a una mujer”.

Ella, por supuesto, aceptó. Con el rodaje ya empezado y la brecha abierta entre Streep y Hoffman, Benton afirma que se arrepintió de su ofrecimiento, creía que iba a levantar más ampollas que solucionar problemas. Sin embargo, el material que le entregó le encantó. En todas las tomas, incluso en las que ella no estaba en plano, Meryl lo clavó. “Parte de la recompensa que ella obtuvo en esa secuencia fue demostrarle a Dustin que ella no necesitaba que nadie la abofeteara, podía interpretar lo que quisiera cuando quisiera”.

Meses después, Meryl Streep ganaría su primer Oscar por este papel. Tres años después ganaría el segundo por La decisión de Sophie. Para obtener el tercero tuvo que esperar otros 29 años y en algún momento entre entonces y hoy se convirtió para el gran público en la mejor actriz del mundo. Pero ya lo demostró en 1978, delante de un director, un actor y un equipo para el que prácticamente era una anónima. (I)

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