El tiempo será el mejor aliado del gran triunfo que consiguió Ecuador en Buenos Aires ante una selección de Argentina que naufraga en dudas constantes y que demuestra ser Messi dependiente una vez más.

El primer tiempo fue parejo, avizoramos las intenciones de ambos equipos que se aplomaron en el campo de juego con estrategias muy distantes pero coincidiendo en que ninguno de los dos causó daño ofensivo a su rival. Martino propone mucha tenencia en la salida dando amplitud a los centrales para que sean las ruedas de auxilio de Mascherano, ya que este se hace cargo de la distribución desde el fondo tácitamente intentando que sus volantes ofensivos le den líneas de pases, situación que ocurrió en contadas ocasiones porque tanto Correa como Di María fueron muy bien marcados durante todo el compromiso.  Novoa y Quiñónez tuvieron algunas desconcentraciones y perdieron la referencia de Pastore que recibió a sus espaldas pases filtrados que rompieron líneas pero que no fueron de mayor peligro.

Por el lado ecuatoriano vimos claramente que la idea de Quinteros se consumó de gran manera ya que dejó constantemente jugadores sobre las bandas en los espacios vacíos para que Montero desequilibre a su marcador que nunca pudo detenerlo y por el otro lado Valencia hiciera lo mismo, jugando quizás uno de sus mejores partidos de los últimos años en la selección. Todo fue muy entretenido más allá de que las llegadas a los arcos fueron escasas, eso demostró el alto nivel estratégico y táctico que ambos conjuntos expusieron sobre el verde césped. Argentina tuvo carencias muy evidentes en los dos laterales que no fueron eficientes en la marca y mucho menos eficaces en ofensiva, situación muy bien aprovechada por los atacantes de la ‘Tri’. Para destacar el orden defensivo de los dirigidos por Quinteros que nunca perdieron el dibujo táctico y lo aplicado de ser un equipo corto que trabajó todo el tiempo en 40 metros, demostrando solidaridad en todas las líneas, mucho apoyo y variantes en ataque.

Las conclusiones que se deben sacar seguramente pueden ser engañosas si se mezclan con la hazaña conseguida, pero esa labor es para el cuerpo técnico que con certeza trabajará en los aspectos más destacados de una presentación que no solo fue digna y contundente sino también llena de jerarquía.

Este tipo de partidos es llamado bisagra, y es allí donde la convicción se adueña de aquellas dudas y las transforma en cambios positivos siempre y cuando se tomen con calma y responsabilidad. La selección le brindó a la historia y a su gente un momento único e inolvidable porque no solo consiguió un triunfo en un reducto dificilísimo y sumó tres puntos vitales para las aspiraciones finales sino que le inyectó a sus entrañas la dosis de autoestima necesaria que hace tiempo venía buscando para consolidar y dar credibilidad a una generación que pretende hacer sentir orgulloso a todo su pueblo. (O)