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El Telégrafo

Pocos aficionados, pero igual respaldo a la “Tri”

Pocos  aficionados, pero igual respaldo a  la “Tri”
24 de marzo de 2013 - 00:00

Era una de las tardes típicas de los últimos días en Quito. Frío, viento y un cielo seminublado reflejo de la época invernal que vive la ciudad, con esporádicas gotas de agua y en otros días torrenciales aguaceros. 

En las inmediaciones del estadio Olímpico Atahualpa, el poco movimiento de aficionados adelantaba la condición de los graderíos internos.

Como siempre las ventas ambulantes intentaban llamar la atención de los escasos transeúntes, sobre todo con el producto estrella de la jornada, el poncho antiagua.
Las sirenas de la policía, una hora antes del encuentro, anunciaban la llegada de las selecciones al escenario de 62 años de existencia, testigo de las dos clasificaciones mundialistas de la “Tri”.

El bus con los colores patrios ingresó a la puerta amarilla del sur del escenario, y en el interior uno a uno descendieron los seleccionados. A la cabeza, como siempre, el DT colombiano.

Con anterioridad llegó todo el equipo de utilería y en el camerino principal podían verse los uniformes oficiales con los zapatos que cada jugador usaría.
Treinta minutos más tarde saltaron a la cancha para el tradicional calentamiento. Junto a los 23 convocados estaban todas las personas que de alguna forma están vinculadas a la Ecuafútbol.

Tanto ellos como los jugadores lucían el calentador azul marino con el sello de la FEF, menos el coordinador de logística, Vinicio Luna, quien como es habitual llevaba unos jeans con leva oscura. En la manga de salida a la cancha aparecieron el sicólogo Orlando Caicedo; José Vinueza, de seguridad; Iván Romero; Pedro Muñoz, coordinador, entre otros.

En el arco sur, los movimientos de pelota entre los jugadores atraían por completo los flashes de las cámaras de los reporteros gráficos. En simultáneo, el movimiento en las tribunas era mínimo.

Los vendedores se deslizaban con facilidad por las gradas para ofertar su producto: empanadas de morocho, canguil, sánduches y secos no faltaron.

A la par, por el anillo atlético, alrededor de 20 niños de Olimpiadas Especiales, resguardados por  10 bomberos, portaban un cartel de agradecimiento a la selección porque es la única a nivel sudamericano que usa en su banda de capitán el logotipo de esta institución.

Los aplausos de los aproximadamente 4 mil hinchas que en ese momento se encontraban no cesaron, mientras los futbolistas locales abandonaron la cancha e ingresaron al camerino para la última recomendación previo al duelo con El Salvador.

Los acordes de la música que alienta a la tricolor encendieron el ambiente interno, que paulatinamente se fue poblando, aunque no en la misma cantidad que en cotejos oficiales.

Tampoco la indumentaria amarilla característica de esos duelos primó, ni la gigantesca bandera que suele estar en la general noroccidental. Pero sí asistió el ánimo para apoyar cada uno de los cinco goles que el combinado patrio marcó.
Los aplausos no cesaron en cada cambio ordenado por el adiestrador, y como siempre, el “Toño” Valencia se llevó la mayoría de ellos.

Mientras se alistaba en la banca el volante Fernando Saritama, un aficionado desde el palco le reclamaba por haber dejado al elenco “azulgrana” para unirse a Liga de Quito.

Pero su voz se acalló con el grito de los 11 mil hinchas que alabaron el rendimiento de Cristhian Noboa, por quien había ingresado.

Al final del cotejo y cuando todos los hinchas dejaron el escenario, el extremo diestro, Antonio Valencia, se dio tres vueltas a la pista atlética asesorado por el PF Carlos Velazco.

Sus compañeros aguardaron en el camerino y luego en el bus.

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