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Parece fácil decirlo. Y también muy cómodo aplaudir si todo sale bien. Pero cuando no se concreta y en ello se juegan las ilusiones y utopías, ¿quién sale a imaginar la respuesta o alternativa?
Hace seis años no había una sola iniciativa a favor de dejar el petróleo (no importa de qué zona o bloque) bajo tierra. Y cuando se la hizo hubo adjetivos de diverso tipo, incluidos aquellos que ahora se usan para todo lo contrario.
También es cierto que a nivel mundial fue la propuesta con la que se identificó como sinónimo a la Revolución Ciudadana. Y fue una de las más potentes posturas políticas que ni en la izquierda tradicional mundial cabía como alternativa a un modelo capitalista de desarrollo.
Si la respuesta a la explotación del Yasuní fuese otra propuesta imaginativa y novedosa como la planteada por este Gobierno en el año 2007, tendríamos un mejor diálogo político y una convivencia a favor de una sola corriente: otro modelo de consumo y economía.
El extractivismo debe ser respondido con otras formas de vida, cambios estructurales en el llamado desarrollo y, sobre todo, en una transformación de la cultura y vida que se alimenta de los combustibles fósiles.
El Gobierno tiene un reto por delante, que es el garantizar que, efectivamente, esa explotación sea lo menos dañina posibleAquellos ecologistas que ahora se rasgan las vestiduras no parecen dispuestos a mover un centímetro su estatus “ecológico” de consumo. Y mientras viajan en avión y auto, consumiendo mucho combustible, aunque digan que lo hacen en sus negocios turísticos, exigen que no se saque el petróleo del Yasuní.
El Gobierno tiene un reto por delante, cargado de muchas tensiones y responsabilidades: garantizar que, efectivamente, esa explotación sea lo menos dañina posible, una reparación urgente de los probables y potenciales daños (por mínimos que sean) y un uso del gasto súper comprometido con la solución de los problemas fundamentales del país.
De aquí en adelante habrá tensiones y disputas. De un lado está la oposición, que ahora se viste de verde, aun cuando factura en plata todos sus “ideales”. Y si hay una consulta, que sea politizada a favor de la naturaleza y para salir para siempre de la pobreza.
Ya vimos cómo se abordó la consulta cuando se puso como eje de la discusión el tema de la justicia. Hasta ahora no hay una respuesta al beneficio político y ciudadano del resultado de dicho evento. Pero si ahora la vía es la consulta, como lo demandan en la prensa privada y comercial, habrá que preguntar también cómo hacemos para superar, en la práctica, el modelo de consumo más contaminante para el planeta.