Los años noventa pasarán a la historia como ese momento de mayor ebullición del proyecto neoliberal, que hasta ciertos sectores de izquierda apoyaron indirectamente, pero que la derecha supo usufructuar para consolidar un poder económico y cultural hasta ahora no desmontado del todo. Son los años de una arremetida contra lo público, de una exaltación extrema de lo privado, de la claudicación de muchos postulados sociales y de un empobrecimiento masivo de las economías y de los sectores más excluidos.
Y para Ecuador la caída del gobierno de Jamil Mahuad fue ese primer golpe al neoliberalismo, no del todo certero por la incapacidad de los actores políticos para procesar la demanda de fondo. Simbólicamente marca un no retorno que tomará su tiempo. Ese 21 de enero del 2000, por un levantamiento popular, indígena, de las clases medias urbanas, señaló otro sendero para la lucha social ecuatoriana, a pesar del uso político posterior que dieron los militares que acompañaron al levantamiento y luego al derrocamiento.
Trece años después el enfoque de lo ocurrido adquiere otros matices, que no solo señalan un culpable único y total: para que todo ello ocurra hubo una concurrencia de actores sociales, políticos, económicos y mediáticos. Todos ellos conjuraron toda reivindicación política popular a favor de cambios de fondo. Todos ellos (ahora en la oposición remozados y hasta camuflados respecto a no haber tenido nada que ver en el tema) deben responderle al país por los efectos causados por el feriado bancario, las famosas leyes “Trole” y todo ese conjunto de acciones que recibió la “bendición” mediática.
Los aniversarios sirven mucho a la memoria y con el tiempo adquieren un enfoque profundo y sabio para corregir los errores y avanzar en lo positivo.