El presidente de la República, Rafael Correa, advirtió el sábado pasado que, de seguir el ritmo de explotación petrolera, apenas nos quedarían diez años para beneficiarnos económicamente de este producto, con todas sus implicaciones.

Visto en crudo, este tema tiene varias aristas de análisis. La principal es indagar si para ese tiempo, si no se trabaja en la exploración de nuevos campos,  podemos crear las condiciones estructurales para no depender del petróleo y con ello solventar las demandas más urgentes, que no se satisfacen con préstamos ni deuda externa. De lo contrario, estamos urgidos de concebir otro tipo de soluciones para garantizar la salida de la pobreza y el desarrollo de los proyectos fundamentales para las necesidades más urgentes.

Cierto que en medio también hay una tensa discusión de si el modelo extractivista puede continuar hasta sentar las bases de una sociedad no dependiente de combustibles fósiles. Y claro que la naturaleza no puede soportar más ese modelo, pero la realidad también es dolorosa: no hay suficientes recursos para acabar con la pobreza. Para salir de ella y del extractivismo hay que financiar los proyectos y planes fundamentales que garanticen conocimiento y talento humano.

Si la última ronda petrolera, iniciada la semana pasada, se define en los términos que más favorezcan a las comunidades donde ocurra y proyectando las bases para salir del modelo extractivista, es obvio que no se puede cerrar los ojos para dejar que se convierta en una bandera de ciertos sectores opositores, sin propuestas claras y pragmáticas para administrar a un país con tantas demandas insatisfechas históricamente, producto del coloniaje, la desigualdad y la inequidad social y económica.