Han pasado más de dos meses de los sucesos que en octubre dañaron severamente la infraestructura de Quito, especialmente de su hasta entonces conservado Centro Histórico.

Nunca antes el patrimonio cultural del corazón de la capital ecuatoriana había sido tan agredido, pero tampoco como nunca antes, sectores de la sociedad y del empresariado habían mostrado tanta cohesión junto a instituciones del Estado para enfrentar el reto de la recuperación de un espacio que de pronto mostraba la devastación de una zona de guerra.

Daños en mamposterías de adobe y ladrillo, afectación al mobiliario de plazas, rotura del sistema de semaforización, destrucción de jardineras de hormigón armado, grafitis en inmuebles patrimoniales y muros de piedra de conventos e iglesias, fueron algunas de las afectaciones registradas por el Municipio de Quito en el Centro Histórico tras esas movilizaciones.

El alcalde Jorge Yunda dijo entonces que las pérdidas en ese espacio que tanto había contribuido a colocar a Quito en las listas de destinos preferentes en el mundo, más allá de su cuantificación estimada en $ 500.000, era un atentado al Patrimonio de la Humanidad, teniendo en cuenta las afectaciones de piedras o paredes que tienen cientos de años.

La iglesia y convento de El Carmen Bajo constan entre las edificaciones que, al quedar fuera del perímetro de seguridad que se estableciera cinco cuadras a la redonda del Palacio de Gobierno, quedó a merced de actos vandálicos. Con más de 300 años de antigüedad, el inmueble patrimonial, ubicado en las calles Venezuela y Olmedo, quedó con grietas, pues las piedras que lo protegían fueron arrancadas y convertidas en proyectiles.

Un grupo de voluntarios de una empresa de telecomunicaciones -trabajadores y directivos- acaba de realizar una labor de refacción en ese edificio, con la guía de especialistas del Instituto Metropolitano de Patrimonio, lo cual es un gran regalo de Navidad y una gran muestra de amor a nuestra historia. (I)