No es un debate nuevo. Todo lo contrario. Lo novedoso es que un país afronte una medida de tal magnitud para resolver -como lo ha dicho su Presidente- un problema mayor. Y es que legalizar el consumo y la producción de marihuana constituye una osadía política ante una hipocresía colectiva.
Claro, en Uruguay existen otros problemas que no están conectados con un proceso violento alrededor del tráfico de drogas.
Esto abre un debate mundial del cual ya han sido partícipes autoridades, intelectuales y hasta científicos: legalizar el consumo, en perspectiva, acabaría con el gran tráfico de estupefacientes que llena los bolsillos de unos pocos y siembra sangre y terror en algunas naciones.
Por lo pronto, hay una experiencia por estudiar en Uruguay.