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Varios países hacen cola para confirmar si el Sumo Pontífice los visitará y con ello asegurar su religiosidad. Pero, por lo visto hasta ahora, Francisco tiene otras razones, que pueden resumirse en lo siguiente: una visita papal no es para llenar plazas sino para colocar a las multitudes en otro nivel de reflexión.
La llegada a Brasil ha sido la primera señal de ese posible “nuevo estilo”. Alejado temporalmente de los complejos problemas no resueltos aún en el Vaticano, el Papa aboga por una mejor imagen del Estado católico.
Y para ello señala, hasta con humor, que los sacerdotes deben perder ese rostro de aflicción y a veces adusto para tratar a las almas humanas. La mejor razón para recibirlo es la convicción de que no se va a tener a las multitudes consumiendo oraciones, sino asumiendo un rol más activo en la espiritualidad individual y colectiva.