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En el siglo XIX se produjo en San Francisco, California, lo que los historiadores denominaron “fiebre del oro”. Más de 300.000 personas de Estados Unidos y otros países arribaron a esa zona atraídas por el oro que, posteriormente, se convertiría en un fenómeno social que enriqueció a unos pocos y degradó a muchos.
En los años 80 y 90 del siglo pasado, en Ecuador se desató un fenómeno parecido en una zona conocida como Nambija que, en 1993, registró una tragedia porque la montaña en la cual se había levantado una improvisada ciudadela cedió con las lluvias y aplastó a cerca de 200 personas, muchas de ellas, niños. En Nambija se vivía en un estado de precariedad urbana con problemas de salud e higiene; sin embargo, las autoridades de entonces muy poco hicieron por mejorar las condiciones de los mineros y de sus familias.
En un reportaje difundido por Medios Públicos se muestra lo que podría convertirse en un nuevo y precario asentamiento minero, si es que no se adoptan medidas urgentes para detener otra “fiebre del oro”. En la provincia de Imbabura, en la parroquia rural La Merced de Buenos Aires, entre 2.000 y 3.000 mineros arribaron desde diferentes regiones del país en busca de una veta de oro en la montaña.
Desde Loja y Zamora han llegado mineros, también estudiantes y trabajadores atraídos por la posibilidad de mejorar su vida, si es que encuentran el tan apreciado metal. Evidencias de un enorme potencial aurífero son escasas hasta el momento, pero la ilusión es lo más grande que encontró el equipo periodístico que viajó a la zona; incluso agricultores de Imbabura dejaron abandonadas sus tierras para convertirse en mineros.
La precariedad se instaló en esa parroquia y en sus alrededores. Improvisadas viviendas cubiertas solo con plástico, senderos llenos de lodo y piedra es el paisaje que domina la montaña y las laderas. Las autoridades ya tienen el diagnóstico de la situación; la minería ilegal está prohibida y los mineros quieren una solución porque se sienten desprotegidos. Una nueva “fiebre del oro”, como la de Nambija, es imposible de sostener. (O)