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Lo ocurrido el pasado jueves es una muestra contundente de una intención clara de mejorar la acción policial con miembros ajustados a las normas y leyes, además de su compromiso profesional con la ética y el servicio honesto a la comunidad.
Dar de baja a más de 200 agentes también revela que algo andaba mal al interior de la Policía y que son sus propios mandos y la autoridad política quienes han tomado el problema con seriedad y responsabilidad.
A más de sentar un precedente duro y una pedagogía fuerte, la decisión advierte un cambio de largo aliento para contar con una institución profesional, bien capacitada y con un personal que no despierte la mínima duda de que pueda violentar las leyes, a las cuales está obligado a obedecer y hacer respetar.